Disponible en Netflix y la Cineteca

“El Juicio de los 7 de Chicago”: un contundente testimonio de resistencia

La película de Aaron Sorkin no pierde el empuje pese a su larga duración; ofrece un relato con comedia y drama de tintes jurídicos

Fotograma de "El juicio de los 7 de Chicago"
Fotograma de "El juicio de los 7 de Chicago" Foto: Especial

El humor puede ser un recurso solapador ante la falta de riesgos estilísticos, pero poderoso para acentuar lo trágico de los hechos y dotar de humanidad las implicaciones políticas e intelectuales que los acompañan. Es así que lo hace efectivo el director Aaron Sorkin, al trasladar a la pantalla lo que se conoció como “El juicio de los 7 de Chicago”, en donde se buscaba encarcelar a los organizadores de las manifestaciones en contra de la Guerra de Vietnam impulsada por el gobierno estadunidense, realizadas durante la Convención Demócrata de 1968.

Sobre todo, aprovecha la personalidad de algunos de los inconformes, principalmente Abbie Hoffman —interpretado por Sacha Baron Cohen—, pacifista cofundador del Partido Internacional de la Juventud, quien se distinguía por sus estrategias de naturaleza teatral.

Esto va aunado a un acompasado introducir que va y viene a distintos frentes, lo cual le permite plantear con claridad y rapidez el exacerbado escenario social de finales de los 60 y así enganchar al espectador en la recreación de un trascendental episodio histórico, que, a pesar de que termina teniendo una duración de más de dos horas, no pierde el empuje.

TE RECOMENDAMOS:
Fotograma de "Mano de obra"
Imagen promocional de la película

Sobresale además la sutileza con la que, conforme el relato se desarrolla, la balanza tonal, que de inicio —como ya habíamos mencionado— se recarga mucho más en los toques de comedia, va inclinándose hacia el otro lado hasta dar pie a un drama de tintes jurídicos, que si bien para su segunda mitad no ofrece demasiado ya en su forma, sí evita la palabrería y los excesos de tecnicismos legales, abocándose a estirar los punto de tensión en los momentos indicados, para insertar entre los diversos giros en la trama, que van completando el panorama completo del caso, frases incisivas que dan pie a profundas reflexiones acerca de la responsabilidad y el compromiso, así como el derecho a reclamar a las instituciones y los servidores públicos, quienes comúnmente se olvidan que están para servir al ciudadano y no al revés.

Mención aparte merecen quienes, muy quitados de la pena, se apoderan del espectáculo en el mejor sentido de la palabra: Frank Langella y Michael Keaton. El primero traza con precisión y alevosía calculada la casi esperpéntica rigidez de uno de los jueces más arrogantes e incompetentes de la historia estadounidense. El segundo, valiéndose de unos cuantos minutos en pantalla, logra en pleno estado de gracia dimensionar la desconcertante personalidad de quien recién había renunciado a su cargo como fiscal general del presidente.

Sin duda son otras razones para ver “El juicio de los 7 de Chicago”, la cual, a pesar de que llega a caer en ciertos convencionalismos, se convierte en un testimonio fílmico contundente, que logra conjugar el afán de entretenimiento con la declaración de principios, rindiendo homenaje al espíritu revolucionario de aquellos movimientos que aún estaban acompañados de un idealismo inquebrantable e inspirador, en el que no perdían de vista que lo más importante eran las personas. Ya disponible en Netflix y la Cineteca Nacional.

Temas: