Los dos Papas, con mínima inspiración en hechos reales

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Escribir acerca de Los dos papas es desatar un duelo interno entre la forma y el contenido, entre la maestría cinematográfica y la propaganda impuesta. Es sabido: separar la obra de lo que dicha obra transmite, es una tarea utópica, puesto que ambas se encuentran finamente entrelazadas y son parte de la misma madeja de hilo.

Sin embargo, y a pesar de creer que el arte no tiene que ser aleccionador ni responder a los cánones morales políticamente correctos, la sonrisa que dibuja esta nueva producción de Netflix, que ya resuena para competir por los premios más importantes en la industria del cine, deja, a su vez, un sabor amargo. Más incómodo aún al enterarnos que un póster gigante de la película lleva días colgado en la Vía della Conciliazione de Roma, muy cerca del mismísimo Vaticano.

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Aunque no se sabe quién o quiénes han permitido colocar este cartel tan cerca de San Pedro, lo cierto es que a pesar de los temas controversiales que se tocan en la película, como la pederastia y el caso Maciel, o las acciones del entonces Jorge Bergoglio durante la dictadura militar argentina en los años 70, la magia hollywoodense parece darle una redención absoluta a los líderes máximos de la Iglesia católica, aunque éstos sean cómplices del abuso sexual realizado sistemáticamente a menores de edad, o amigos de las principales figuras del gobierno militar argentino, que dejó un saldo de 30 mil personas desaparecidas.

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Por otro lado, es imposible negar que el trabajo actoral que realizan Anthony Hopkins, Jonathan Pryce y Juan Minujín permite visualizar dos personajes verosímiles y complejos que retratan la parte más conservadora de la Iglesia, representada por Benedicto XVI, y la cara cercana a la gente, austera y de mentalidad abierta, que encarna Jorge Bergoglio, quien posteriormente será el Papa Francisco. La rigidez alemana, desconectada del contacto corporal, se contrapondrá con la verborragia argentina y la afición por el futbol y el tango. Charlas filosóficas, incomodidades y confesiones serán el hilo conductor de estos 125 minutos de película.

Vale aclarar que la leyenda “inspirada en hechos reales”, que antecede a los títulos, sólo aplica para una parte minoritaria del filme. En la vida real no hay indicios de que hubo un encuentro entre Benedicto XVI y el cardenal Bergoglio en 2012; ni de que este último tenía intenciones de renunciar, ni de que pasaron días juntos en el Castel Gandolfo, o de que el Papa Benedicto XVI quería que Bergoglio fuera su sucesor.

En definitiva, toda la cinta es ficción, a excepción de lo fundamental: las denuncias de abuso sexual por parte de víctimas, que señalan la complicidad del entonces cardenal Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el testimonio de que el Tribunal Oral Federal 5 le pidió a Jorge Bergoglio, en el marco de la investigación por el secuestro y tortura de los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics.

La fragilidad de la memoria puede hacer que lo importante se desdibuje ante el paso de los años, pero es necesario tomar cierta distancia del reluciente producto cinematográfico, como si se pudiera honrar a Brecht en 2019, para diferenciar una obra disfrutable, maravillosamente actuada, con un mensaje que ha sabido construir, con ficción, la parte entrañable que compense la atrocidad de los hechos reales.

Los dos papas

Director: Fernando Meirelles

Género: Drama

Países: Argentina, Estados Unidos, Italia y Reino Unido

Año: 2019

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