Para mis muy queridos Mainca y Juan Pablo, amigos de toda la vida: les mando un abrazo muy solidario por la partida de Armando
En una entrevista para Todo Personal, hace ya algunos años, tuvimos la oportunidad de platicar a fondo con Armando Manzanero acerca de su vida, sus inicios en la música y su trayectoria. Aquí una parte de esta charla.
Primer piano. Mi instrumento no me lo dan, lo consigue mi mamá a través de una máquina de coser que le sobraba y la cambia por un piano de un amigo, que tenía allá arrumbado en la pared, en un cuarto de hotel. Y es así como adquiero el primer piano, que tenía un coro de polilla y de arañas adentro, porque estaba abandonado, y es el primer piano con el que yo comienzo a tocar. Porque ya sabía música, pero no tocaba el piano.
La música, de lleno. Yo fui solo, como dicen los yucatecos: ‘a entregarme’; tenía 8 años y me salí de la escuela, y me fui a cinco esquinas que estaba la escuela de Bellas Artes, en Mérida, que dirigía la maestra Vaqueiro, tía abuela de mi mamá, me fui a inscribir , y a partir de ese día conocí la música y nunca le he soltado la mano. Ahí estudié de los 8 a los 12 años, a esa edad me dedico a la música; a los 15 ya le agarro en forma, como hasta la fecha, y es la pasión que tengo por todo lo que yo hago: la música. En el acordeón compongo mi primera canción, y se llama “Nunca en el mundo”.
Quería ser cirquero. Yo ya era músico, tenía dos años de estudio, cuando entré a trabajar a un circo, a los 10 años. Tocaba los timbales, porque el que lo hacía se iba a ver a su novia y me dejaba solito. En una ocasión hice un acto de trapecio, pero muy facilito y bien arreglado para que no me lastimara, porque faltó el chavo que tenía que hacer de un lado para el otro del trapecio. Un día me fui con el circo, pero no llegué muy lejos; mi padre fue por mi inmediatamente, pero en mi corazón yo tengo al circo. Sigue siendo mi pasión, mi locura.
Destinado a ser músico. Mi madre era muy entusiasta respecto a la música, mi padre lo vio con buenos ojos, pero cuando se dio cuenta que de veras podía ser un músico, sí me trataba de frenar la carrera, me disgustó al principio, no me supo bien, pero después entendí la razón. Él se consideraba y era un gran cantor; sin embargo, no le había ido bien en lo económico y no quería que yo pasara lo que él. Me regaló un piano en mi cumpleaños 14, y a los 15 lo vendió. No era el de la polilla, ya era uno bueno, le costó 800 pesos en ese entonces, y después, cuando se dio cuenta que iba a ser pianista, me lo vendió y no me pudo frenar, porque yo me di cuenta de que lo iban a vender y me compré un acordeón. He sido un tipo al que no le impresionan las cosas, las veo como naturales, como parte de la vida. Me vendió el piano, bueno, vamos a conseguir con qué voy a seguir tocando. Y si me hubiera vendido el acordeón, me hubiera comprado una armónica, y si no, una flauta, el caso es que iba a ser músico porque lo decidí. Uno tiene que hacer lo que piensa que a la hora de trabajar no sea trabajo, sea una diversión.
Yo viajo por todo el mundo y la recta final que yo tengo la voy a vivir muy bien, no voy a permitir que nada ni nadie me la vayan a interrumpir. Soy un tipo común y corrienteArmando Manzanero, Músico
No a lo efímero. Me siento muy feliz que la música que escribo, que sigo componiendo y que lo que cree haya llegado en el tiempo en el que las cosas tienen durabilidad, porque la canción que escribí en 1966, “Adoro”, todavía la siguen tocando y grabando. En los años 70 tuve el primer Grammy estadounidense, en ese entonces no había diversificación de latino y estadounidense, en ese entonces había uno solo, y me lo llevé por “Somos novios”, que después cantó Elvis Presley, fue la última grabación que tuvo. Me siento una persona muy normal y natural, pero con mucha felicidad. Sí me da mucha satisfacción y me siento muy halagado es una inspiración para ver la forma de invitar a los compositores de esas nuevas generaciones a que escriban igual, que no se peguen a las corrientes que vienen de fuera, que buscan un enorme éxito. Efímero, no, que se preocupen por escribir lo que les gusta. Va a tardar más el éxito, les va a costar más, pero cuando lo tengan, se van a sentir muy satisfechos. En la vida sólo hay dos músicas: la buena y la mala. La buena se va a quedar y la mala va a pasar; y hay música que es muy buena y, sin embargo, la época que vivimos es tan vertiginosa que hace que se vaya.
Nada personal… Es una de las canciones que más amo en la vida, porque para mí es el arranque de otra época como compositor, como hombre, y eso me hace muy feliz. Todo se puede hacer personal. En el caso mío, sí era “Nada personal”, porque tenía una amistad muy limpia, muy querida, muy bella, y con un acercamiento enorme con una de las personas que más he amado en mi vida. Y lo que la letra dice es cierto: “no necesito arrinconarte, ni antes de dormir besarte, y es que entre nosotros no existe nada personal”.
Un hombre con defectos. Si (mis exparejas) se hubieran enamorado no locamente, sino sencillamente enamorarse bien, estuviera ahí, porque me hubieran atrapado, cuidado que no me saliera de mis carriles. Cuando tenía menos años era la música la que les gustaba y la podían tener a través de un disco. Y yo reconozco mi defecto más grande: tengo un grado de tolerancia no muy grande. Para mí no es ningún trofeo ni es nada agradable haber tenido varios matrimonios, me hubiera gustado tener uno solo, el último que tengo, pero con esa señora. Porque llegué en un tiempo en donde entiendo perfectamente las situaciones, y ella pues es una persona que también me aguanta y me soporta muchas locuras. El único consejo que le doy a todos los señores de cualquier edad es que lo más importante es escuchar. Uno a veces no se preocupa por escuchar a la señora, sus problemas, qué siente. Tener un poquito de poder de observación. El señor requiere un poco de atención nada más. Yo, por ejemplo, soy un tipo de invitaciones, quiero ir a un concierto, a una obra de teatro, oír música, tomarme un trago, comer. A pesar de que soy diabético, de repente me salgo del carril y me tomo una copa de champagne y soy un fanático de la comida. Me enloquece viajar y lo más hermoso que un señor puede tener, es la compañía.
Sus hijos, un orgullo. No hay ninguno que no carezca de virtudes así, sobre todo tan diferentes. No hay uno solo que no admire: me enorgullecen enormemente todos mis hijos. Diego se encarga de llevar mi negocio con una ecuanimidad y una honradez única. Juan Pablo es encantador, es un músico pasional, su mejor virtud: ser jefe de familia, papá, marido, un gran músico, un magnífico compositor, un excelente intérprete. Mis hijas, María Elena y Martha, una es festiva, olvida todo, loca, así su rapidez, siempre está acelerada. La otra es tranquila, en paz, encantadora, magnifica madre, las dos son mamás. Mainca, con una fuerza, con un par de pantalones y unos ovarios que es digna de admirar: cuando le dijeron que tenía cáncer, la actitud y la fuerza que tuvo para salir avante es digna de aplaudir, que Dios me la guarde, que haga que se erradique ese problema.
Amor a la vida. En realidad la gente de mi edad y de mi temperamento es difícil llegar a estos años, uno no se puede permitir el lujo de perder un día en cosas que no valgan la pena, de sencillamente pasar inadvertidas las tantas bellezas que este mundo tiene: viajo, como, vivo bien. Y la recta final que tengo la voy a vivir muy bien, no voy a permitir que nada ni nadie me la vayan a interrumpir. Soy un tipo común y corriente.
Tristeza y alegría. Todos los días tiene uno un acontecimiento feliz y todos los días tiene uno uno triste, por ejemplo, uno triste es un amigo mío, un argentino que vino a México, fuimos a cenar juntos, tuvo la mala suerte de enfermarse, le dio un infarto y en la mañana se fue y esas cosas me entristecen, porque pues es gente con la cual he convivido. Y mis momentos alegres son como hoy.