En realidad, son pocas las novedades que la producción tailandesa “La médium” presenta, más allá de lo que por su contexto puede ofrecer a ojos foráneos y a no iniciados en el mundo místico al que refiere, pero en cambio tiene objetivos claros y plena conciencia de que, al apostar por el falso documental, debe asumir con seriedad los juegos de manipulación y las trampas usuales del género.
Es por ello que “La médium” se toma todo el tiempo del mundo para sentar las bases del planteamiento y hacer creíble el material sobre esta chamana, su familia que se descubre marcada por la tragedia y el fallido exorcismo.
La sobriedad en la manufactura a la hora de mostrar los testimonios, apuntalada solo por breves secuencias en donde la cámara en mano cuelga la mirada a las espaldas de los protagonistas para mantener lo mínimo de la tensión requerida, enfocándose más en el interés que puede generar el tema en cuestión, es lo que predomina en su primer tercio que puede resultar un tanto cansino.
Sin embargo, es esto lo que permite un sólido desarrollo de los personajes que, a pesar de que transitan por la estructura clásica de las películas de posesiones, encuentran en la crudeza del formato con aire periodístico que elabora un retrato de su cotidianidad, la carga humana que les aleja de los estereotipos y logra una conexión orgánica con el espectador.
De tal modo es que se hacen efectivas las escenas en donde la incertidumbre comienza a materializarse entre lo tribal y el sincretismo religioso, así como al uso de videos de vigilancia que siempre tienen un sentido práctico y un peso dramático dentro del relato, al menos hasta que estalla el conflicto y durante todo lo que dura su punto mas álgido, entregando pasajes tardíos, pero realmente aterradores.
Es cuando buscan llevar más lejos lo conseguido, que la congruencia mantenida en el juego de verdad dentro de la ficción producto de la cámara subjetiva propia del supuesto documental, se pierde entre escenas donde la ejecución ya no puede con su propia lógica y pierde las justificaciones necesarias.
Afortunadamente al llegar a ese punto la experiencia ha resultado tan satisfactoria, que tales tropiezos pasan a segundo término dentro del vehículo de entretenimiento, que de paso se permite un epílogo alimentado por la ambigüedad.
Así pues, dejando de lado la promoción en la que aseguran que resulta tan terrorífica, que algunas de sus proyecciones se tuvieron que hacer con las luces encendidas, algo que final sólo queda como un dato curioso o en el mejor de los casos alimenta el mito, tal cómo sucedió con “Holocausto Canibal”, que se presumía como un hecho real, o “Ichi the killer”, en cuyas funciones entregaban una bolsa para el vomito debido a lo impactante del contenido de sangre y viseras; “La médium” es una llamativa pieza de terror que exige demasiada paciencia, pero si se tiene la suficiente, esta será recompensada.
rc
