Tras un preludio con Jason Statham como repetitivo héroe de acción justificado por un insípido espíritu ecologista, y el primer tercio con un casi soporífero thriller submarino que nunca sabe sacarle del todo provecho al asedio de las gigantescas criaturas para estirar la tensión, mientras mueren de forma intrascendente personajes que a nadie le importan; un poco de diversión comienza cuando en "Megalodón 2: el gran abismo" se deciden a darle rienda suelta a los ataques de los megalodones y algunos otros depredadores hasta alcanzar el absurdo y de esta forma salvarse medianamente como mero entretenimiento.
"Megalodon 2: el gran abismo", dirigida por Ben Wheatley, es una gran producción —costó más de 150 millones de dólares— alimentada con el estilo de la serie b, al menos en aquellas propuestas había una carga de ingenio involuntario suficiente para hacer reír y convertirles en curiosidades o a veces hasta en paupérrimos objetos de culto.
Este no es el caso, pues tras perder muchísimo tiempo en plantear la historia que lleva a los protagonistas de un laboratorio submarino a una plataforma donde investigan algo que tampoco a nadie le interesa, en el intento de plantear villanos apenas funcionales incluso para una aventura con una trama tan simple como ésta, el asunto se sustenta en el show esperando que un par de chistes referencia a su predecesora y lo inverosímil de las hazañas de los personajes empuje a las carcajadas.
El humor negro que prometen es nulo y los ataques de las gigantescas criaturas que ahora se multiplican obedeciendo a la regla de cualquier “blockbuster-churro” que se precie de serlo, es decir “el doble de todo, menos de historia”, aunque lucen espectaculares nunca son llevados hasta sus últimas y sangrientas consecuencias, por el afán de alcanzar al mayor público, sacrificando de este modo otro aspecto que pudo haber evitado que "Megalodón 2" se hundiera en el rango de producto de “disfrútese si se es capaz de no dormirse en su primera mitad y olvídese inmediatamente después”.