Es principio de los años noventa, el mundo análogo que conocíamos apenas se encamina irremediablemente hacia la extinción. Así lo hace ver el contraste entre los planos generales desde las alturas de la ciudad de Montevideo y los detalles al interior de un viejo auto que se encamina taciturno a un cine, apenas acompañado por el murmullo de la vieja radio, vistiéndose de una disimulada inquietud, gracias a la música con aire a los clásicos de suspenso que tiene de fondo.
La lluvia es un conveniente agregado para acentuar la carga de nostalgia de las imágenes que retratan el colorido ambiente de la salida de las matinées, el cuál habrá de dar pie a los ahogados gritos de miedo en cuanto el asesino serial entre en acción.
El escenario y los personajes resultan ideales para un homenaje en forma a los slasher y es así como lo plantea el director Maximiliano Contenti en “Al Morir la Matinée”, jugando levemente con la ficción dentro de la ficción, al mostrar cómo los sangrientos asesinatos van suscitándose poco a poco, ya sea en el lobby, entre las butacas, e incluso en el baño, yendo y viniendo entre el cuarto de proyección y la sala con apenas un puñado de personas; mientras la particular versión fílmica de un relato emblemático del terror continúa iluminando la oscuridad.
Pero hay algo más: las víctimas, entre las que se incluyen desde un grupo de amigos adolescentes y una pareja joven que va algo más que a comerse unas palomitas, hasta un anciano, una chica que sin planearlo se queda a cargo del proyector, y un niño que sin permiso y asustado continúa disfrutando de la película; no son sólo la materia prima para el baño de sangre que va de lo burdo a lo rebuscado.
Ellos son también los representantes de una tradición del entretenimiento que marco generaciones y a la cual aquí le dan un sentido adosó. Sobre todo el pequeño, quien al protagonizar hacia la parte final una secuencia bajando las escaleras, misma que conecta directamente con otra que vimos al empezar todo el asunto, hace un pequeño guiño a la pérdida de esa ingenuidad que caracterizaba nuestra capacidad de sorprendernos, desde mucho antes de los excesos digitales y los grandes complejos cinematográficos.
Es cierto que “Al Morir la Matinée”, a pesar de su descaro a la hora de retomar los códigos del género, no escapa a ciertos convencionalismos y lugares comunes que le restan verosimilitud dentro de su propio concepto, pero aún así se trata de una sólida y muy disfrutable declaración de amor al cine artesanal, cuya principal pretensión era entretenernos con divertidos sobresaltos.
Se trata de una producción uruguaya y forma parte de la selección del festival Internacional de Cine Fantástico Feratum, actualmente en curso y se puede ver a través de la plataforma de Cinepolis Klic.