A dos décadas de su estreno, “Oldboy”, la sádica grandilocuencia cinematográfica de la obra más representativa del realizador coreano Park Chan-wook que forma parte de su trilogía de venganza —“Simpathy for Mr. Vengance” (2002), “Simpathy for Lady Vengance” (2005)— no ha menguado en lo más mínimo, y la restauración en 4K hoy es solo el conveniente aderezo y pretexto ideal para volver disfrutarla en la pantalla grande.
Con una trama arrancada de las páginas del manga del mismo nombre —por cierto publicado en Mexico bajo el auspicio de Penguin Rabdom House—, la cual sigue el a un hombre en el antes, durante y después de lo que en primera instancia es un inexplicable encierro de quince años teniendo un televisor como único contacto con el exterior, “Oldboy” se presenta como la retorcida disección de lo ordinario de la condición humana a partir de dos preguntas de naturaleza filosófica intrínseca “¿Quien? y ¿Por que?”.
La renuncia del director a la pulcritud y parsimonia envolvente de la propuesta visual y desarrollo de la obra original de Nagun Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, para apostar por una estética sucia en el traslado de las viñetas es un potenciador de la descarga de emociones confusas y los estragos de la dignidad pisoteada que plantea el drama, en una impetuosa sucesión de violencia donde mientras diversos objetos se convierten en mustios símbolos de los contrastes entre las piezas regadas de un enigma que terminará por darle sentido a los hechos, las perspectivas a ras de piso y los puntos de vista en contrapicada enfatizan la insignificancia del ser humano ante emociones reducidas a lo más básico de su naturaleza.
Un trayecto que, por supuesto incluye el tan celebrado y brutal plano secuencia de intenso combate, cuya orgánica ejecución y trasfondo psicológico acerca del afán de revancha que sostiene lo último que le queda de dignidad al protagonista, sigue haciendo palidecer incluso a estilizados homenajes como el perpetrado dentro de la serie de Netflix, “Daredevil”.
Claro que la descarada y despiadada genialidad se completa en el último tercio cuando la arquitectura íntimamente ligada con las perspectivas abiertas que trastocan las temporalidades del ir y venir entre juegos espaciales, mientras la pantalla se divide para materializar los laberintos mentales que lleva a una confrontación con los recuerdos otrora negados; es lo que hace la transición entre el thriller y la tragedia griega reinventada por el melodrama truculento para no solo hablar de venganza y de culpa, sino replantear dilemas morales con claros apuntes a los prejuicios que no pierden vigencia ante los lineamientos modernos.
Indudablemente, “Oldboy” ha soportado de forma extraordinaria el paso del tiempo hasta pasar del estatus de objeto de culto a convertirse en un verdadero clásico que convenientemente regresa a las salas cinematográficas de Cinépolis.