Foto Cortesía Videocine
La ópera prima de Manuel Caramés llega a las salas de cine mañana para divertir a la familia con Por mis bigotes, como lo ha hecho en 17 festivales a nivel internacional, especializados en el público infantil. En entrevista para La Razón, el director comenta: “Cuando comenzó en festivales internacionales fue la sorpresa. Lo que más me ha sorprendido es que ya ni siquiera la estemos inscribiendo a ellos, ahorita realmente son invitaciones que nos hacen porque ya la conocen y les interesa proyectarla como parte importante, no concursándola”.
“Fuimos al San Diego Film Festival en California, ahí ganó el Premio del Público; también se presentó en el Boston International Kids Film Festival, en el que se reúnen películas de todo el mundo para niños, en que se alzó con el premio a Mejor Película Extranjera; ha estado en Indonesia, India, Brasil. Va a estar en Australia y Alemania, donde Santi será invitado: supieron de la película y están solicitando un screening”, argumenta Caramés.
Tanto el director como el elenco concluyeron que la historia es universal por los temas que aborda: la amistad, trabajo en equipo, la importancia de conocerse a uno mismo, así como el uso de la metáfora del bigote son temas que en cualquier país generan empatía en las personas.
La historia cuenta sobre Ulises (Santiago Torres), un niño que tiene nueve años y que, de un día para otro, le creció el bigote; por esta situación que puede ser ordinaria crea una serie de acontecimientos extraordinarios para él, su mamá (Gabriela Arroyo) y sus mejores amigos. Así como su tío Fabián (Jesús Ochoa), que le presenta el club de los 10 mil bigotes, donde aprenderá el pequeño que las diferencias crean beneficios en las personas a través de curiosos personajes y una peluda aventura.
La apuesta del cineasta, cuya filmación duró dos años, es que las familias se reúnan para ver una película. “La idea es hacer algo original, no me interesaba seguir con los mismos temas que se han tocado a lo largo de tantos años; en especial con temática del narco, y que de pronto ya no sólo es en nuestro país, se está extendiendo al continente americano”, afirma.
Caramés destaca que le costó mucho trabajo controlar a los adultos, porque los “chavos” siempre le ponían toda su atención; mientras que los adultos solían contar chistes, estar dispersos, llegaban tarde o tenían que irse a la obra de teatro. “Todo el mundo piensa que fue difícil trabajar con niños; pero, la realidad es que lo fue con los adultos”, concluye.
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