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Sanctorum: ¿Por qué ver la película sobre los estragos del narco en el campo?

“Sanctorum” se estrenó en cines de México; estos son los motivos para ver la película acerca de los daños que el narco ha generado en las comunidades rurales

Sanctorum: ¿Vale la pena ver la película sobre los estragos del narco en el campo?
Sanctorum: ¿Vale la pena ver la película sobre los estragos del narco en el campo? Especial

La exuberancia natural de la sierra oaxaqueña retratada en secuencias de espíritu documental y pulso dramático evitando los excesos del alarmismo, es el lienzo trágico que sirve en “Sanctorum” para ahondar en la extinción de las comunidades asfixiadas entre el asedio de los narcos que les obligan a sembrar hierba, y la corrupción de las fuerzas militares que, como brazo implacable de un gobierno con décadas de incompetencia, se extiende para convertirles en un chivo expiatorio.

Las tomas abiertas desde las alturas más allá de la niebla y las montañas manifiestan la inquisitiva mirada de fuerzas mayores a nuestro entendimiento, cuya reacción se ha puesto en marcha ante el constante sonido de las despiadadas ejecuciones en tierra, que ahora se hace uno con el eco del estruendo, el cual según interpretan los ancianos anuncia del fin de los tiempos.

Estamos ante la estilizada elaboración de una fantasía apocalíptica vestida de misticismo e impulsada por el desencanto de un más que necesario discurso social, delineada por la luz que se cuela dando inquietantes pinceladas entre la maleza y las rendijas de las viejas casonas, por las que se pasean los campesinos con su dignidad en vilo, confundiéndose con sus fantasmas pasados y presentes.

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La identidad de los criminales apenas se percibe en los encuadres que hacen énfasis a las manos que sostienen amenazadores rifles, dando prioridad a los rostros de los sometidos en las camionetas que les transportan a los lugares de trabajo, víctimas que han decidido ya no serlo por más tiempo.

Es eso lo que aunado a la austeridad de los diálogos hablados en lengua ayöök, que convierte los silencios en el recordatorio de la insignificancia de lo mundano ante lo infinito, lo que va alimentando la zozobra que se resquebraja ante el grito de un pequeño en busca de su madre como símbolo de la inocencia transgredida, dentro de un relato que, aunque al final llega a ser un tanto anticlimático, siempre es inquietante y sugestivo.

Los recursos digitales van más allá del alarde para materializar entidades sobrenaturales que encajan a la perfección en un universo que transita entre lo tribal y lo sacro. Luego de su estreno en la 76 Mostra de Cine de Venecia, e Inexplicablemente ignorada en las categorías principales de los Premios Ariel que entrega la Academia de Cinematografía de nuestro país, “Sanctorum” de Joshua Gil (quien junto a Mateo Guzmán, también se hace cargo de la fotografía) es además de una de las mejores películas mexicanas de los últimos años, una seductora y escalofriante llamada de atención a esa realidad que la burbuja urbana, la podredumbre de las instituciones y nuestro propio desdén, nos impide ver.

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