En La Sudestada resulta embriagador el marcado dejo de amargura que mustio se escurre entre la melancolía de las lánguidas miradas iniciales que da el protagonista, a una ciudad cuyo rumor bordea el desasosiego con sus tonos azulados mezclándose con la tenue calidez que apenas ilumina la anacrónica oficina desde donde permanece frente a la ventana; el cual de inmediato conecta y trae de regreso el espíritu distintivo de las almas perdidas y deambulantes propias de las visiones bicromáticas del cine negro, para materializarlo en un drama sutil disfrazado de thriller y salpicado con algunos tintes de comedia.
Tal romanticismo desencantado que impulsa los movimientos de cámara empeñada en mantenerse a raya frente a las acciones, para cada cierto tiempo delinear viñetas heredadas del cómic que le sirve de base, obra del también animador porteño Juan Sáenz Valiente -quien con sus trazos temblorosos le otorga una latente humanidad a las figuras en papel-, recordándonos con ello el trabajo de naturaleza voyerista del detective de medio pelo alrededor de quien gira la trama; es lo que consigue el vínculo entre el mundo sin mayores pretensiones al que él pertenece, y el universo de búsqueda creativa y exploración personal de la ex bailarina y ahora coreógrafa que se convierte en su observada.
A ello también se debe que se conjuguen de manera tan natural y encuentren sentido dentro de lo ordinario, las secuencias de estética teatral cuyos símbolos pasan del ensueño escénico a la realidad del ejercicio dancístico mientras azota el temporal que en la región del Río de la Plata denominan como “sudestada”, para hablarnos de los periodos donde la obtusa soledad y la resignación se reinventan y encuentran claridad. Esto ademas se refuerza con encantadores personajes secundarios que dentro de su sencillez para interpretar la vida lucen una profunda sabiduría emocional.
La Sudestada, producción argentina dirigida por Daniel Casabe y Edgardo Dieleke, también responsables del documental La forma exacta de las islas (2012), es de ese cine que sin hacer grandes aspavientos a la hora de correr riesgos, explora siempre sobre la fórmula en función de la propuesta, hasta concretar una introspección conmovedora e inteligente en todos los sentidos.