Después de casi cuatro décadas de que Mario Bros. marcara a generaciones de videojugadores y de convertirse en una figura indiscutible de la cultura popular, uno pensaría que, a pesar de apostar por una fórmula tan básica para llevarlo a la pantalla grande en Super Mario Bros. La película, podrían haberse esmerado un poquitito más con la trama y dentro de su simpleza incluir una mínima explicación para que las cosas no dieran la impresión de suceder sólo por que sí, digo, el que tengan como principal objetivo a los niños no quiere decir que se les deba subestimar.
Y no se trata de que tuviera alguna profundidad ni mucho menos, sólo que para sustentar el mensaje que pretenden dar sobre “no rendirse jamás”, se tomaran la molestia de darle alguna razón a cuestiones clave como, por qué más allá del hecho de que es el popular protagonista, este plomero caído por accidente a un mundo de hongos antropomorfos y tortugas parlantes que convierten a su princesa en una humana venida de quién sabe dónde, de buenas a primeras sea tan importante en la batalla para que mantengan su libertad, incluso por encima del ejército con el que buscan reforzarse. Quizás de paso podrían haberle mostrado algo de respeto al pobre Luigi, quien aquí se ve convertido en un verdadero inútil —hasta que le llega un ocurrente “momento Han Solo”—, ocupando el estereotipado rol que antes se denominaba como “dama en peligro”.
Pero en fin, al menos la propuesta dirigida por Aaron Horvath y Michael Jelenic tiene a su favor un colorido y simpático diseño de personajes que sabe aprovechar los rasgos que los caracterizan desde su origen, mezclando en tono de comedia ligera la ternura y espíritu bélico que da como resultado carismáticos secundarios con aire a clásicos cartoons tipo Donkey Kong, además de contar con antagonistas entrañables como Bowser, cuyo histrionismo romántico que navega entre la potencia rockera y la cursilería, entrega los mejores momentos. Esto además de un minucioso traslado del concepto de jugabilidad que le ha ganado a Mario Bros. su lugar indiscutible como una de las franquicias no sólo favoritas, sino definitorias en la historia del mundo de las consolas, y que eso sí, están integradas por completo en la narrativa de la aventura.
Las múltiples variantes del funcionamiento de Mario Kart en las persecuciones con todo y los pequeños recursos de los conductores que las hacen divertidas y obedecen a sus personalidades, lo inesperado del uso de las tuberías y los efectos del consumo de las flores, los champiñones y las estrellas, así como las habilidades especiales que acompañan transformaciones tipo Mario Galaxy, todas están presente, pero con un sentido dentro de la acción. Lo mismo sucede con la música incidental que presenta distintas versiones de los sonidos que han acompañado a los fans cada que han tomado un control de Nintendo, para quienes además resultarán una delicia los guiños a las diferentes entregas de la saga presentes en paredes, anuncios, placas y señalamientos.
Son sólo estos últimos aspectos que obedecen a la estética, pero con una descuidada historia que requería algo de dedicación, salvan de la quema una película de mero consumo que hasta eso podemos estar seguros, cumplirá con su objetivo de enganchar de inicio a los niños con luces y colores, dar gusto a quienes les basta con las referencias, y con base en la nostalgia hacer lo propio con el público en general para empujar aún más la venta de productos alusivos y el recién inaugurado parque temático.
Por desgracia, al hablar de cine animado de entretenimiento, Super Mario Bros. La película se queda por debajo de títulos recientes como El Gato con botas: el último deseo o Minions: nace un Villano, que sin ser obras maestras y lejos de falsas pretensiones, ofrecen mucho más. La cinta ya se encuentra en cartelera en México para disfrutarla en estos días de asueto.