Desde 1945, Anita Schlittler y Arnoldo Kaiser regentaron una imprenta y fábrica de libros en el centro de San Luis Potosí, cerca de 80 años después fueron encontradas cientos de películas de cine con material que fue capturado a lo largo de seis décadas y a través del cual sus autores encontraron la forma de cristalizar sus obsesiones, mitos y fantasías, con una cámara como instrumento principal para lograrlo, revelando así su verdadera profesión como cineastas caseros.
Andrés Kaiser combina de manera efectiva las películas encontradas y fotografías del tesoro de imágenes pertenecientes a sus abuelos migrantes, creando un espectáculo cinematográfico que está repleto de diversas analogías. Este interesante documental funciona como un ensayo fílmico que relata el imparable paso de la vida a través de cientos de rollos de película producidos por los abuelos del cineasta.
En entrevista para La Razón, el director compartió varios detalles acerca de su segundo largometraje, permitiéndonos conocer más de lo que hay detrás del mismo. Para empezar, recordó que cuando llegó a él una caja repleta de cintas de ocho y 16 milímetros con escenas familiares, cada una con un título rotulado a máquina e identificada con una fotografía, en ese preciso momento se dio cuenta de que a partir de todo ese material audiovisual se podía construir una película que contara una historia.
“Cuando mi tío me da toda la caja llena de las películas, al final yo no sabía qué había en ellas. Para verlas, primero intenté proyectar una de ocho milímetros y me compré un proyector en La Lagunilla, intenté proyectar en la pared, pero era un proyector medio viejito y como que en ese momento decidí ya no tocar las películas.
“Entonces conseguí ver las de 16 milímetros; primero vi el bloque de todas las películas en 16 y como no podía ver todas las de ocho me dediqué a hacer todas las fotografías y ya hasta el final vi las de ocho. Fue un poco ir viendo por oleada el material porque no había otra forma de hacerlo y al final eso realmente influyó un poco en la idea que yo tenía de estructura de la película, porque cuando ya se incorporó el editor eso cambió por completo la cosa”, recordó.
Una vez que llegó al proceso de decir qué iba en su filme y qué no, fue cuando Kaiser descubrió la historia que se tenía que contar, tenía que ser de esa manera debido a que la historia era la que mandaba. Ya con la edición terminada, el siguiente paso fue encontrar el título idóneo, tarea que no era del todo sencilla por la misma naturaleza variada del contenido y todo lo que se cuenta en el mismo.
“La repetición de patrones familiares es uno de los temas de la película, pero no es una película que uno podría catalogar que trata sólo de eso, creo que lo rico que tiene es que toca una variedad de temas porque habla de la migración, la identidad, los conflictos familiares y también del mismo cine como medio de expresión artística.
“Al pensar en un título que reflejara mejor el espíritu de la película, claramente estaba el tiempo en muchos sentidos y el teorema se une también como una propuesta; la película de alguna manera propone una demostración del tiempo, ésa es un poco la idea, y entonces es un teorema que tiene connotaciones un poco matemáticas también y filosóficas, porque la película es una proposición sobre una idea del tiempo”, explicó.
Tras haber ganado reconocimientos en los festivales de cine de Guanajuato, Monterrey y Morelia, al igual que el Premio Ariel a Mejor Documental, Teorema del Tiempo ya puede verse en salas de cine.