Si bien la excesiva ligereza de la versión interpretada por Tom Holland, que estaba en pro de delinear un modelo de superhéroe juvenil estandarizado funcionó a la perfección para el Universo planteado por Disney, la mayoría de los rasgos básicos que lo definen —la responsabilidad, la culpa y la tragedia—, estaban completamente diluidos, por no decir que brillaban por su ausencia.
Sin embargo, en Spider-Man: No Way Home algo sorprendente es que estos rasgos se arreglan, e incluso sirven para llevar el concepto un paso más adelante.
No es que el filme dirigido por Jon Watts sea brillante como tal, de hecho refleja inconsistencias: la transición entre su primer y segundo tercio se pierde entre algunas escenas que aportan muy poco y no consiguen ser lo graciosas que pretenden. Además vemos a un Spider-Man lidiando con el hecho de que su identidad secreta fue revelada, esto nunca termina de explorarse por completo y se reduce a un conflicto bastante simple.
El relato sigue alimentando las expectativas y logra sostenerse hasta el momento de la intervención del Doctor Strange que detona la llegada de los anunciados supervillanos, cuya presentación le da un nuevo y poderoso impulso.
Por otra parte, las espectaculares y significativas secuencias de acción, apuntaladas por fuertes dosis de nostalgia provenientes de las referencias a las sagas anteriores bien sustentadas por actores como Alfred Molina y Willem Dafoe, aterrizan en situaciones de dramatismo.
De esta manera se consolida ese proceso de evolución que no había tenido el protagonista, dejándole en un escenario acorde a la naturaleza de nuestro “amigable vecino”, donde por más desolador que todo parezca, siempre hay espacio para un atisbo de esperanza.
Para quienes han seguido sus aventuras clásicas en papel, se encontrarán con una postal que fácilmente podrán rastrear en algunas de las portadas.
Spider-Man: No Way Home no es perfecta, pero cumple sus objetivos, entrega todo lo que los fans esperaban, y no sólo enfrenta el reto de arreglar aquello que no había funcionado con sus predecesoras, sino que sale bien librada de ello. También es muy emotiva y, pese a su larga duración, nunca resulta aburrida. Por cierto, va acompañada de sus respectivas escenas extra, y como tip quédense al final de los créditos, hasta que salga el último logo... valdrá la pena.