“No ducharme con él, no mirarle mientras se duchaba, no dejarle darme un masaje, no dejar que una amiga suya desnuda me diera un masaje, no dejar que me hiciera sexo oral, no desnudarme con otra mujer”. La actriz mexicana Salma Hayek contó así en un editorial para The New York Times cada una de las veces en las que evitó ser víctima del titán del cine, Harvey Weinsten.
Era el año 2002 y Salma recientemente había llegado a La Meca del Cine. Tenía en mente convertirse en actriz y productora en un ambiente que ya de por sí resultaba hostil para una mexicana.
El Dato: Weinstein ingresó al centro The Meadows, en Arizona, donde se aplica el que se jacta de ser el mejor tratamiento para los adictos al sexo.
Un golpe de suerte y su amistad con el productor Robert Rodríguez consiguieron que el expresidente de Miramax se hiciera cargo de la producción de Frida. Pero pronto la alegría se convirtió en un calvario.
“Harvey Weinstein fue un cinéfilo apasionado, un temerario, un mecenas del talento en el cine, un padre cariñoso y un monstruo. Durante años, fue mi monstruo”, relató Hayek.
El rodaje de la película, que le valió dos Oscar al ejecutivo acusado por 82 mujeres de acoso sexual y de las cuales cuatro aseguran que fueron violadas, fue para Hayek una pesadilla. Incluso tras la conclusión del filme, el monstruo seguía presentándose en lugares en donde ella ya rodaba otros proyectos.
La actriz explicó en su texto que durante la filmación de la película, Weinstein trató de desvincularse de la producción al percibir que no conseguiría sus objetivos, sin embargo, Hayek logró mantener el proyecto a flote gracias a la intervención de sus abogados. Tuvo que recaudar dinero por cuenta propia y buscar a actores que quisieran participar. Entonces Harvey se vio atado y su acoso pasó de ser directo a una cosa sutil. Exigió que en la película apareciera una escena de sexo lésbico y que el pesonaje de Frida fuera más sexy. La directora Julie Tymor lo convenció para que la escena no fuera sexual sino un baile de tango entre el personaje de la mexicana y el interpretado por Ashley Judd. “Para entonces tenía claro que Weinstein no me dejaría terminar la película sin obtener su fantasía, de una forma u otra”, precisó la actriz.
En una ocasión le dijo: “Te voy a matar, no creas que no puedo”.
La protagonista de Dogma aseguró que no había hecho público su testimonio porque consideró que su voz no era tan importante cuando otras personalidades ya los habían denunciado. El relato no se centra en las situaciones que pasó sino en cómo se desarrolla una relación de poder.
Salma Hayek: Mi monstruo, Harvey Weinstein
Harvey Weinstein era un cinéfilo apasionado, alguien que tomaba riesgos, un promotor del talento fílmico, un padre amoroso y un monstruo.
Durante años, fue mi monstruo.
En este otoño me abordaron reporteros que dieron con mi nombre por varias fuentes, incluida mi querida amiga Ashley Judd, para hablar sobre un episodio de mi vida que, aunque es doloroso, pensé que había superado.
Me había lavado el cerebro a mí misma, convenciéndome de que ya se había acabado y que había sobrevivido; eludí la responsabilidad de pronunciarme en público al respecto con la excusa de que ya había suficiente gente involucrada en poner los reflectores sobre ese monstruo personal. No pensé que importara mi voz o que usarla haría la diferencia.
La verdad es que intentaba protegerme del desafío de explicarle varias cosas a mis seres queridos.
Fragmento publicado por TNYT