“No me tocó, mucho menos a mis hijos. Mis abuelos siempre me contaban cómo ellos sí podían meterse al río, jugar y nadar. Ahora, hasta miedo da siquiera acercarse al agua de tan negra que se ve, ¡es peligroso!”, lamenta Beatriz Vargas, quien vive a orillas del río Apatlaco, en Morelos, uno de más contaminados de México, que ahora recibe inmensas descargas de aguas residuales de Cuernavaca, Jiutepec y Temixco.
Desafortunadamente esta realidad no es exclusiva del Apatlaco. Como un cáncer, las aguas negras corrompen la calidad del agua dulce que recorre los 42 ríos principales de nuestro país y con ellos el bienestar de las personas que lo habitamos, ya que la contaminación de estos causes se cuela en el abasto doméstico como un potente carcinógeno para millones de personas.
De acuerdo con el Atlas de Aguas de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) seis de cada 10 ríos de México están contaminados. Los afluentes del Santiago-Lerma —que cubre una gran extensión territorial entre Jalisco y el Estado de México—, Tula —en Hidalgo— y Atoyac —entre Puebla, Tlaxcala y Veracruz— lideran el ranking de las corrientes con mayor volumen de aguas negras.
PESTE QUE FLUYE
Gerardo Zanotelli combina su trabajo, la venta de mojarra en Ojo de Agua Chico, Veracruz, con el activismo ambiental, para defender las aguas del río Atoyac, que atraviesa la zona montañosa de ese estado. El alto derrame de desechos de un ingenio azucarero y de una alcoholera sobre este paraíso natural ya golpeó la salud de varios colonos, que beben de su corriente.
En Carrillo Puerto, uno de los municipios por los que pasa el Atoyac “ya se han dado casos de salud graves por la contaminación, algunas personas se enferman de la piel y otras van al hospital por daños renales”.
Y es que aunque hay una zona protegida por ley en este caudal, unos ocho kilómetros desde el nacimiento del río “que todavía no están contaminados”, después de este tramo, donde se ubica el ingenio El Potrero, la calidad del agua “está en una situación muy alarmante”.
Ya se han dado casos de salud graves por la contaminación, algunas personas se enferman de la piel y otras van al hospital por daños renalesGerardo Zanotelli/Activista ambiental
"A partir de ahí sí ya es un problema mayor, porque el río continúa hacia Atoyac, rumbo a Carrillo Puerto, hasta desembocar en Boca del Río". Al llegar a este punto, ya en las costas del Golfo de México, la cuenca riega con aguas contaminadas una extensa región agrícola que abarca 10 municipios. A lo largo de su rivera existen plantaciones de caña, ranchos ganaderos y varias ciudades. Por lo menos, 10 mil familias resultan afectadas de manera directa.
RIVERAS DE MUERTE
En las últimas décadas, varias organizaciones ciudadanas y comunitarias han insistido en los estragos a la salud que derivan de la contaminación de los ríos, al punto de la muerte. A principios de este año, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dio a conocer que alrededor de 95 mil menores de cinco años mueren cada año por beber agua contaminada.
Las afectaciones a la salud provocadas por la contaminación del Río Santiago, en El Salto, Jalisco, son preocupantes. Cifras registradas por el Comité Ciudadano de Defensa Ambiental de esa localidad indicaron que en lo que va del año, 14 personas han muerto a causa de los tóxicos que corren su cuenca, uno de los afluentes más depredados del país, por las descargas de más de 300 industrias.
En los últimos 12 años, según el coteo del Comié Ciudadano, 4 mil 254 personas enfermaron por la toxicidad del río; de ellos, 432 resultaron con diagnósticos de cáncer y mil 357 con insuficiencia renal crónica terminal.
En sus tiempos de esplendor, el río Santiago, como cualquier afluente sano, era una señal de vida y prosperidad, ahora su desgaste le ha valido la comparación con el desastre ambiental que trajo la explosión nuclear en Chernobyl, en la década de 1980. En la actualidad es sinónimo de muerte, aún más por el trágico suceso del 13 de febrero de 2008, cuando el pequeño Miguel Ángel cayó en coma intoxicado por arsénico tras caer al río.
El 6 de agosto de 2014, fallas en las instalaciones de la mina Buenavista , perteneciente a la empresa Grupo México, en Cananea, Sonora, dedicada a la extracción de cobre y molibdeno, ocasionó el derrame de 40 mil metros cúbicos de lixiviados de sulfato de cobre acidulado (CuSO4) en el arroyo Tinajas, fluyendo desde los ríos Bacanuchi y Sonora hasta la presa Molinito, que surte de agua a la ciudad de Hermosillo.
El derrame causó la afectación de cuatro cuerpos de agua y según datos de la Comisión para la Prevención contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), en términos sociales y económicos implicó pérdidas para los agricultores de la cuenca y daños en la salud de 270 personas.
A mediados del año pasado, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) emitió un estudio en el que se informó que dicha cuenca aún contenía restos de cobre, hierros, arsénico y zinc.
De acuerdo con el Sistema Nacional de Información del Agua de la Conagua con corte a septiembre de este año, el 30.1 por ciento de los sitios monitoreados a nivel nacional se encuentran fuertemente contaminados con coliformes fecales.
COCTÉLES DE QUÍMICOS
Gabriela Pérez Castresana, académica de la Universidad Iberoamericana de Puebla, explicó a La Razón que los tres cuerpos de agua ubicados en la zona metropolitana de Puebla y Tlaxcala están "altamente contaminados".
Se trata de los ríos Atoyac, Zahuapan y el Alseseca. Si bien el primero es el más conocido y del que más se habla —por sus niveles de contaminación y dado que comparte nombre con otros dos cuerpos ubicados en Veracruz y en Oaxaca—, "la verdad es que el Alseseca está tres veces más contaminado que el Atoyac”.
La especialista en estructura y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos y cuencas hidrográficas advirtió que se tiene registro de por lo menos 50 contaminantes químicos distintos en las aguas de estos ríos y que provienen de empresas textileras, farmacéuticas y automotrices, sin contar los desechos que llegan de las aguas residuales de los municipios donde pasan y, por su puesto, la basura que arrojan las personas.
Estamos hablando de contaminantes orgánicos, pero también químicos. Se han encontrado metales pesados, elementos y compuestos carcinogénicos para el ser humanoGabriela Pérez Castresana/Académica
"Estamos hablando de contaminantes orgánicos provenientes de las descargas municipales, contaminantes que ingresan al río de los residuos de la población. Pero también químicos. Se han encontrado metales pesados, elementos y compuestos carcinogénicos para el ser humano" que, por si fuera poco, son “mutagénicos”, es decir, tienen la capacidad de alterar o cambiar la información genética de un organismo y ello incrementa la frecuencia de mutaciones por encima del nivel natural.
Sobre este último factor, señaló la experta, se han econtrado alteraciones en embarazos y fallecimientos. "Está comprobado que el agua del Atoyac es tóxica, ya que ha producido este tipo de aleraciones, hasta muertes”, señaló.
Otro de los ríos que entran en esta categoría es el histórico Grijalva, en Chiapas, donde cada año, se estima, capta alrededor de 20 toneladas de basura. La contaminación de agua alcanza a todas las entidades; en julio pasado, la Conagua detectó grandes cantidades de arsénico y fluoruro en las aguas de Zacatecas.
UN DERECHO FUNDAMENTAL
En México, el derecho al agua se reconoce en el Artículo 4 de la Constitución, que establece que "toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible".
Mientras las aguas de ríos y lagunas del país se vuelven intolerantes para la salud humana, hay grupos y comunidades que resisten frente a las grandes corporaciones y las estructuras gubernamentales, para lograr que se les garantice agua limpia y potable no sólo para abastecer a sus hogares, también para regar sus plantíos —secos ya durante buena parte del año por la falta de lluvias—.
Es el caso de Edgar Ponce, integrante del Movimiento en Defensa del Agua del municipio de San Agustín Tlaxiaca, Hidalgo.
En 2017, esta organización comunitaria robó los reflectores mediáticos al alzarse en contra de la perforación de pozos acuíferos en un municipio que no tiene fácil el acceso al agua. Estos proyectos llevarían el vital líquido, no a los habitantes de San Agustín, sino a los desarrollos habitacionales que se elevaban en predios, también secos, de municipios aledaños a Pachuca.
"Estamos justo en el extremo del Valle del Mezquital, estamos de hecho bajo vigilancia y protección de la Comisión Nacional de Zonas Áridas, y por acá las precipitaciones son pocas. Entonces, si no cuidamos nuestro recurso, en el futuro vamos a estar en serios problemas”, compartió a este medio.
OTRO AGENTE TÓXICO, LA CORRUPCIÓN
Al parecer, el problema de la depredación de nuestros ríos también tiene un origen más profundo, que tiene que ver con el mal manejo de los recursos naturales por parte de las autoridades, que históricamente se han dejado corromper con millonarios botines que les entregan algunos consorcios a cambio de que se les permita explotar, exprimir, exterminar.
Así, es común que desde las altas esferas del poder nadie se dé cuenta de lo evidente, ríos convertidos en vertederos de desechos, en medio de un esquema de impunidad.
Dalia Toledo, de la organización civil Ethos, Laboratorio de Políticas Públicas, asegura que la contaminación de ríos es una problemática que le compete no sólo a los tres órdenes de gobierno, sino también al sector empresarial. Y explica que si bien existen leyes y castigos para quienes contaminan, hace falta "que se hagan cumplir" o, en su defecto, implementar una nueva Ley General de Aguas con penas más severas y contundentes.
Se están discutiendo en el Congreso de la Unión varias iniciativas de Ley General de Aguas, muchas plantean castigos más severos a quien contamina y la obligación de resarcir el daño o el cierre de las industrias responsablesDalia Toledo/Ethos, Laboratorio de Políticas Públicas
INICIATIVAS EN LA AGENDA
La agenda de la Cámara de Diputados federal indica que el próximo 15 de octubre se votará la iniciativa sobre la Ley General de Aguas (LGA), que lleva ocho años de atraso desde que se modificó la Constitución, para garantizar el derecho humano al agua. Sin dicha ley, señala Toledo, la reforma constitucional es letra muerta.
En la actualidad existen en el Congreso de la Unión cinco iniciativas, dos pertenecientes a legisladoras y legisladores de Morena; una ciudadana, impulsada por el colectivo Agua para Todos, Agua para la Vida, que presentó 198 mil 129 firmas validadas por el Instituto Nacional Electoral y respaldada por 34 senadores, y una más, presentada por el grupo parlamentario del PAN.
DOS VISIONES CONTRAPUESTAS
La lista de agravios sociales, derivados de la falta de una nueva LGA ha sido ampliamente documentada por organizaciones de la sociedad civil e instancias internacionales, como el Tribunal Latinoamericano del Agua.
El principal consiste en que entre 12.5 y 15 millones de habitantes en México, sobre todo del área rural, carecen de agua potable y drenaje, mientras que 30 por ciento que sí cuenta con acceso a ella no lo tiene en cantidad ni calidad suficiente, según constató en 2019 el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM.
Aún así, señala Ethos, Laboratorio de Políticas Públicas, las iniciativas de ley planteadas se discuten en debates con visiones extremadamente opuestas y difíciles de negociar: la de la sociedad civil organizada y la que defiende los capitales nacionales y extranjeros.
“La primera reclama la defensa al Artículo 4º Constitucional y exige prioridad para las personas que necesitan el agua para vivir, la segunda está plasmada en la Ley de Aguas Nacionales, que ve el agua como un bien de valor económico para generar riqueza”, explicó.
“Nuestra crisis del agua no es natural, es esencialmente política, dado que la gestión del agua está mediada ya no por su ciclo natural, sino por el poder. Hacia dónde va el agua es una decisión política determinada por grupos e intereses”, advierte la ONG, que cita a Alex Caldera, de la Universidad de Guanajuato.