“Lo que nos quitaron ya no nos lo pueden devolver”, dijo a La Razón Christina Lizárraga Murrieta, una artesana indígena de la nación Tohono O'odham, pueblo emblemático binacional, que se extiende por el desierto de Arizona y Sonora y que vivió en carne propia los estragos que causó la construcción del muro en la frontera México-EU.
Aunque la obra que caracterizó al gobierno de Donald Trump llegó a su fin, tras la victoria del demócrata Joe Biden, las heridas que el muro dejó a los Tohono O’odham son irreversibles: pérdida de fauna local, despojo de sus sitios sagrados y hasta la separación de sus hermanos, quienes quedaron divididos por trozos de concreto y acero y una política migratoria implacable.
Desde que el magnate inició su feroz campaña por evitar el paso de solicitantes de refugio y de familias enteras en búsqueda del sueño americano, los Tohono O'odham alzaron la voz, enviaron misivas y emprendieron una lucha que aún hoy, después de la era Trump, se mantiene en búsqueda de preservar su patrimonio.
Christina, quien en la actualidad vive en Caborca, Sonora, contó a este medio cómo sus hermanos, que habitan la zonas de Puerto Peñasco y Sonoyta, al noroeste del estado, han padecido más por lo que llaman, la mutilación de su patria.
"En esa zona hay un sitio sagrado y la construcción del muro lo afectó. Es como un oasis, un humedal, entonces los animales que cruzaban para aquel lado a tomar agua ya no pudieron hacerlo, es una locura”, lamentó.
INDÍGENAS BINACIONALES, GOLPEADOS DOS VECES
Al ser una etnia binacional, los daños se miden dos veces, del lado mexicano y del lado estadounidense; sin embargo, en éste último, paradójicamente, las consecuencias han sido más notorias, una de las razones por las que el proyecto de Donald Trump —de hacer que los ciudadanos de EU siempre estuvieran primero— pareció no aplicar para todos allá, un país al que los Tohono O'odham también pertenecen; para ellos no hubo más que fragmentación y destrucción de sus recursos naturales.
De esto da cuenta Lizárraga Murrieta. “Nuestros hermanos de Estados Unidos fueron prácticamente los más afectados”, y esto fue así desde que México perdió más de la mitad de su territorio, en 1847. Desde entonces ya existía un muro, una frontera política que partió a su comunidad en dos, pero la gran mayoría se quedó en EU.
Alejandro Olivera, del Centro para la Diversidad Biológica en México, explicó a La Razón que la construcción de un muro entre dos países afecta por defecto a las dos naciones, pues aunque existan límites políticos, "la biodiversidad no los tiene".
Los daños que vivieron los Tohono O'odham se replicaron en otras zonas fronterizas, como la Reserva de la Biosfera del Pinacate, en el municipio de Puerto Peñasco; el Cañón de Guadalupe, que si bien se encuentra en Arizona, al haber detonaciones en él, el escombro vuela hacia la zona mexicana, conocida como Las Islas del Cielo, un hábitat importante para el jaguar, emblemático de nuestra cultura.
EL DAÑO AMBIENTAL, REGISTRADO POR LAS CÁMARAS
El muro en la frontera también resultó nocivo para los mantos acuíferos que forman parte del patrimonio de ambas naciones, comentó Olivera. "Al construir, usan agua subterránea, están usando agua que si bien pertenece a Estados Unidos, es un recurso que comparte con México".
Junto a otras decenas de organizaciones civiles y sociales, el Centro para la Diversidad Biológica en México se opuso formalmente a la construcción del muro, al ser un agente dañino para la biodiversidad y para la historia natural y cultural de la zona fronteriza.
En septiembre del año pasado, un equipo de expertos de la Universidad de Arizona y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se dieron a la tarea de colocar cámaras en algunas zonas del muro, para capturar las afectaciones a las especies y cómo se modificará su vida a partir de su colocación.
De acuerdo con el Estudio de vida silvestre fronteriza, realizado entre marzo y diciembre del año pasado por Sky Island Alliance, al menos 100 especies de animales que cruzan la frontera entre ambos países, como jabalíes, venados bura, pájaro rey de Cassin, coyotes y zorros grises se encuentran en peligro con la fragmentación de su hábitat natural.
LA HERMANDAD RESISTE, PERO EL ECOSISTEMA NO.
Griselda Rentería, otra descendiente de la comunidad nativa, consideró en entrevista que un muro no puede romper la fuerte hermandad que hay en su nación, incluso, señaló, aún permanecen las dos puertas de entrada y salida, ubicadas en Sonoyta y en la zona de El Bajío —conocida como la puerta de San Miguel— donde se permite el paso exclusivo a personas acreditadas como Tohono O'odham.
"Los Tohono O'odham pueden entrar y salir nada más con el simple hecho de mostrar una tarjeta de la nación, en eso el muro no ha afectado a la nación, pues se puede entrar o salir al ser miembro", explicó la joven que se crió en las comunidades O'odham ubicadas en Sasabe y El Bajío.
La lucha no es tanto por un muro, porque aunque nos quieran dividir con él, nosotros seguimos siendo una sola nación. Seguimos siendo hermanos tanto los que están allá, como los que nos encontramos en SonoraCristina Lizárraga Murrieta
Para Enrique Francisco Antonio, académico de la UNAM, la razón por la que la unidad de los Tohono O'odham es más fuerte que el muro y que cualquier frontera administrativa es el autogobierno que rige a estas comunidades tanto en México como en EU.
"La situación que les ha tocado vivir es difícil por la división territorial y administrativa que se da de Estados Unidos hacia México; sin embargo, hay un elemento que les ha permitido subsistir pese a esta forma de racismo: su autogobierno”, dijo el sociólogo, quien además es parte de la comunidad mixe de Oaxaca.
El regirse con sus propios usos y costumbres ha permitido que a pesar del muro puedan tener vivo el lazo entre los hermanos que quedaron en Arizona y los que quedaron en SonoraEnrique Francisco Antonio / Académico de la UNAM
Frente a esta lección de cohesión histórica, Antonio consideró que es indispensable preservar las culturas originarias de México, sobre todo por el momento histórico que vivimos, en el que se prioriza lo material, ya que estas culturas permiten un acercamiento "espiritual" que con los años se ha perdido.
"Las culturas que sobreviven han subsistido a lo largo de la historia gracias a una cosa fundamental que el sistema capitalista ha perdido de vista, que es la relación entre la madre tierra y los seres que habitamos en ella. Están fundadas en el respeto a la naturaleza, y la ritualidad que todas las culturas tienen y les permiten coexistir", comentó.
En este punto coincidió Griselda, quien ve en la barrera fronteriza no más que un objeto. "Un muro sóo es eso. Un límite territorial. No divide a la cultura, ni a los que formamos parte de ella, de la nación", expresó.
El problema, "sin duda", es la explotación de los recursos naturales, que poco a poco ha terminado con los paisajes locales, sobre todo desde mediados del año pasado, cuando se aceleró el proceso.
Al principio, contó Griselda, el muro se vislumbraba apenas como una clase de "cercado, una línea tenue que separaba", pero desde aproximadamente unos cuatro meses a la fecha, la construcción se hizo más fuerte, lo que generó daños más visibles.
"Hace unos cuatro meses se empezó a modificar, para arreglar el muro usaron agua de una laguna que ha estado ahí toda la vida y que es emblemática para la nación. Pero se ha ido secando", denunció.
Laguna a'al wa'ipi'a (pequeños arroyos) Sagrada para los nativos tohono o'odham, es deteriorada para engrandecer el muro fronterizo México, Estados Unidos de Norte América.
Publicado por Inepo Gris en Martes, 2 de febrero de 2021
“CON SUS MÁQUINAS PUEDEN DESTRUIRLO TODO”
"Desde que tengo memoria siempre han existido los caminos por donde pasan los que vigilan el paso de migración, pero ahora (la Patrulla Fronteriza) se ha tomado más espacio, para que puedan circular sus vehículos", dijo Rentería. Esta toma de terreno afectó la vegetación de la zona —pese a que son especies muy resistentes, dado que se encuentran en el desierto—, como los cactus saguaro o el palo verde.
"Me ha tocado ver cuando voy por El Bajío: se atraviesan las víboras, liebres… y en muchas ocasiones (las patrullas) las aplastan y ni cuenta se dan, en ese sentido también se perjudica a los animales", narró a La Razón.
"El hombre con sus máquinas, puede destruir y deteriorar cualquier cosa que se le cruce en el medio", pues recuperar la laguna de la que se extrajo agua, por ejemplo, puede tardar entre cinco y seis años (con las lluvias), cuando el daño se hizo en apenas tres o cuatro meses.
EL FIN DE LA ERA TRUMP… ¿UN RESPIRO?
La orden ejecutiva del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para detener la construcción del muro es un respiro para muchos en la nación Tohono O'odham; sin embargo no hay ninguna garantía para el entorno, que ha sufrido consecuencias irreversibles.
"No se ha logrado todo el propósito, pero gran parte de la lucha por la cual estamos, nos favorece a nosotros, como nación, como indígenas, como Tohono O'odhams", explicó Christina Tohona.
El siguiente paso, dijo, será lograr que al menos abran más accesos que permitan el paso de los animales y de las personas.
Lo que afectó a nuestra naturaleza y a nuestro sitio, eso no nos lo van a regresar, eso ya es un daño hecho, pero ya con el paro de la obra, es algo para nosotros. Tengo fe e ilusión en que se puede llegar a másChristina Tohona
Lo que corresponde ahora, dijo Alejandro Olivera, es comenzar a trabajar con la administración Biden, para asegurar que la construcción se detenga, pues aunque ya se firmó la orden para ponerle fin al muro, en algunas zonas aún continúan las labores, advirtió.
"En algunas zonas sigue la construcción del muro, entonces se debe asegurar que se detenga, para resarcir los daños provocados en los ecosistemas", insistió.
Aunque Olivera no cree posible resarcir los daños, consideró que existe la posibilidad de que se se reemplace el muro al menos en las zonas críticas donde hay paso continúo de fauna silvestre, como en el Gran Desierto de Altar, uno de los cuatro grandes desiertos de la frontera, que se extiende desde Sonora hasta Baja California y Baja California Sur, en México, y Arizona y California, en Estados Unidos, que además es hábitat del berrendo sonorense, una especie en peligro de extinción.
"Poner el muro impidió el paso de la fauna, al quitarlo y poner otro tipo de infraestructura que les permita pasar (a los animales) sería lo ideal".