De la región más transparente al Valle de México hoy ¿qué nos espera?

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La vista al Valle de México desde el tramo de los kilómetros 15 y 12 de la carretera de Cuernavaca, es soberbia. Sin embargo, lo que divisé este diciembre me alarmó: mi amado valle completamente cubierto una densa capa gris enmarcada por la topografía que delimita la hondonada.

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Desde 1996, la Megalópolis de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México incorpora a los estados de Puebla, Querétaro, Tlaxcala, Morelos e Hidalgo y, a pesar de que estas políticas de regionalización son más o menos recientes, artistas de los Siglos XIX y XX como el paisajista y académico Eugenio Landesio, José María Velasco y Gerardo Murillo, entendieron la imposibilidad de disociar a la Ciudad de México de sus célebres alrededores.

Hoy, las realidades y los retos de la Corona Nacional del Centro del país —como también se conoce a la megalópolis— entablan una complicada agenda que supone la cooperación de estas entidades en cuestiones de abasto, seguridad, lucha en contra del crimen organizado, vivienda, salubridad y temas relacionados al medio ambiente. Algo que dista mucho de realizarse.

En lo que respecta a estos dos últimos rubros, la actividad en este último mes ha sido intensa y las políticas algo ambiguas.

El hecho es que la mala calidad del aire en la CDMX y zona metropolitana, que otrora fueran conocidas como “la región más transparente”, mina la salud de los pequeños y los ancianos, amenazándonos a todos con complicaciones respiratorias, y en el mejor de los casos con gargantas resecas y ojos llorosos.

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Hoy, cuando esta caótica situación se mezcla con escasez de una normatividad eficaz de recolección, reciclaje y reprocesamiento de desechos, la responsabilidad ambiental de la industria —asentada en puntos estratégicos de esta zona metropolitana—, la mala planeación y la falta de transporte público en algunos extremos de la megalópolis, que obliga la circulación de cada vez más automóviles y por lo tanto más y más emisiones, se castiga al ciudadano común, que despertó en la nueva década con la confusa consigna de suspender el uso de “bolsas de plástico” a las que se decidió satanizar y adjudicar todas los males urbanos de manera confusa y contradictoria, pues según se lee en la Gaceta Oficial 2020 plásticos, la CDMX permite el uso de todas las bolsas hechas a partir de materiales biodegradables y compostables.

Los ataques y las campañas de descalificación se multiplican como si esta medida fuera capaz de detener el cambio climático y la contaminación del aire que, en mayor medida, se determina por las emisiones industriales de gases de efecto invernadero en un entorno global que rebasa a las muy higiénicas y útiles bolsas de plástico.

Qué entorno tan desolador el que nos recibe en este enero. Ojalá las autoridades recapaciten pronto e implementen políticas claras, justas y realistas con el medio ambiente. Valdría la pena que revisen las leyes de economía circular de países que ya actúan a favor del medio ambiente como Francia y España, entre muchísimos otros ejercicios exitosos. Ojo: La prohibición genera corrupción, en cambio la legislación genera responsabilidad compartida y un Estado comprometido refleja sus consignas en una sociedad que si actúa.

Espero que logremos mirar de nuevo las panorámicas del Valle de México con esos cielos limpios que hoy solo se disfrutan el arte. Hoy pido por un excelente 2020 y por el retorno de “la región más transparente”.

jmg

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