Por Rubén Cortés >
El entorno internacional del negocio petrolero funciona como las ligas de futbol: con fichajes que responden a la calidad y no a nacionalidades, lo cual propicia un profesionalismo férreo y una incomunicación humana notable entre tipos que ven a su familia una vez al año.
En el pozo de Great Wall 181, extraviado en el desierto libio, el superintendente es peruano y dirige a chinos, filipinos, nigerianos y británicos; en la plataforma Buckskin, fondeada frente a Houston, quienes limpian el piso son filipinos; en el yacimiento Z-12, hundido en la tundra rusa, hay veteranos de Afganistán, tuaregs del desierto, ex convictos malayos y brasileños de favela.
Un mundo políglota e interracial, de hombres esquivos, hoscos, curtidos: una mixtura de perros de la guerra y soldados de fortuna que tiene origen en que la inversión extranjera abarca al 99 por ciento de la industria del crudo en el planeta.
Sin embargo, el veto constitucional en México al dinero privado en la extracción propicia que sean diferentes los hombres que lo hacen aquí y quienes lo hacen en otro país, incluidos los más nacionalistas, como Cuba, China y Vietnam, que se rigen por sistemas comunistas ortodoxos.
Pemex, viene a ser, en términos futboleros locales, una especie de Chivas Rayadas: sus fuerzas son domésticas, aun cuando procedan de diferentes zonas del país, pero gustan de platillos similares, usan un argot semejante y ven a su gente una vez al mes.
Nuestros petroleros son disímiles al resto, hasta en el uso del vocabulario técnico que designa ingenios y armatostes.
Afuera, la cabina donde capitanean la perforación es “la caseta del perro”; en Pemex es “la caseta del perfo”. Allá es “el hombre de la compañía” (responsable del pozo) aquí es “el súper”. Las llaves que regulan la entrada de crudo para su producción son, afuera, “el piano de válvulas”; en México “el peine”.
Coinciden sólo en designar “mono” (“chango” aquí) al operario apostado en la torre para encajar las tuberías, “árbol de Navidad” al mecanismo que abre y cierra pozos, y “dulce” al petróleo de calidad.
También en denominar “Siete Hermanas” a las compañías legendarias de la industria: término despectivo acuñado en los cincuentas por el magnate petrolero italiano Enrico Mattei, enfurecido porque se adueñaron del crudo de Medio Oriente tras la Segunda Guerra Mundial.
Son las siguientes:
Standard Oil of New Jersey (Esso). Se une a Mobil y forma ExxonMobil (EU).
Royal Dutch Shell (Reino Unido).
Anglo-Iranian Oil Company. Conocida como British Petroleum (Reino Unido).
Standard Oil of New York, después conocida como Mobil. Hoy es parte de ExxonMobil (EU).
Standard Oil of California. Se fusionó con Texaco para formar ChevronTexaco. Actualmente es Chevron Co. (EU).
Gulf Oil Co. En 1985 fue adquirida por Chevron, mientras la otra parte de las acciones quedó en poder de BP (EU)
Texaco. Se fusionó con Chevron en 2001. Ahora, Texaco es de Chevron Co. (EU).
Así como entre los beisbolistas son míticos los Yanquis, para los petroleros mexicanos, aún encerrados en un universo supernacionalista, las “Siete Hermanas” trascienden como punto de mira.
Me gustaría conocer otras plataformas del mundo y aplicarlo aquí. -Sueña el ingeniero Cansino, superintendente de Akal-B, la tacita de oro de Cantarell, por los 5 millones de dólares diarios que ingresa su producción al presupuesto nacional.
Pemex no figura. El 11 de marzo de 2007 el Financial Times identificó a las “Nuevas Siete Hermanas”: las compañías estatales más influyentes y Pemex no figuró, debido al decrecimiento de su producción por la falta de tecnología de punta que sólo poseen las empresas privadas.
Esas compañías son, Aramco (Arabia Saudita), Gazprom (Rusia), Pretrochina (China), NIOC (Irán), PDVSA (Venezuela), Petrobras (Brasil), Petronas (Malasia).
Debido a que los precios se triplicaron en la última década, éstas empiezan a preocupar a las viejas “Siete Hermanas”, pues controlan un tercio de la producción mundial de gas y petróleo y más de un tercio de las reservas de ambos.
Robin West, presidente de la consultora PFC Energy, considera que “las Siete Hermanas fueron importantes porque fijaban las reglas: controlaban la industria y los mercados. Ahora las Nuevas Siete Hermanas son las que imponen las normas y las trasnacionales tienen que acatarlas”.
Pemex no sólo no aparece en las nuevas “grandes ligas”, sino que está en el peor de los mundos: por un lado el Congreso restringe la inversión extranjera y por el otro la usa como caja chica inagotable. Y ante el apresurado declive de Cantarell, el país importará petróleo antes de 10 años.
Por lo pronto, a Cantarell le restan seis años de vida y 3 mil 603 millones de barriles. Eso es lo que hay.
Mañana: “En las plataformas
no se ve el petróleo… y qué bueno”