La perversa seducción del Narciso criminal

RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA

Tinta ITAM

La recaptura de Joaquín Guzmán Loera desató euforia en la opinión pública. La amplia cobertura y “análisis” del acontecimiento abarcó todos los ángulos: su detención, el anuncio del Presidente, el video y “entrevista” realizada por Sean Penn, los pormenores de sus intercambios con Kate del Castillo, entre otros. La clandestinidad y el ocultamiento son los mejores aliados del crimen organizado para construir un imperio; aquellos –la mayoría– alejados del actuar de los cárteles, solo podemos especular sobre la vida de los altos mandos.

"El Chapo" lo entendió mejor que nadie y buscó usarlo a su favor: en un país donde la mayoría busca meramente sobrevivir, él tiene el lujo de buscar su trascendencia. Para ello necesita ser reconocido. Admirado u odiado; pero nunca indiferente. Su megalomanía le exige convertirse en mito. El Chapo desea que se hable de él todo lo posible; cree que su vida merece ser contada. Y una vez más, parece que lo consiguió.

Un mito griego relata la historia de Narciso, un joven de belleza desmedida. Las ninfas, seducidas sus encantos, lo pretendían. Él gozaba de ser admirado pero repudiaba a todas por no considerarlas dignas de su hermosura. Engreído y absorto en su propia imagen, se enamoró solamente del reflejo que las aguas de un estanque producían. Buscando ser correspondido se entregó, muriendo ahogado; condenado por su vanidad. Esta historia dio origen al término narcisista: una excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras.

En un mundo de excesos, el poder y el dinero son pretendidos. Admirados. La ostentación y opulencia es necesaria para colocar a aquél que las posee por encima de los demás. La vida de los narcotraficantes seduce fácilmente. La fachada del lujo nubla los medios con que fueron obtenidos. Así, Narciso triunfa: la perversa seducción oculta su miserable personalidad y desdeñable existencia. Guzmán Loera –un psicópata asesino y secuestrador– quiere trascender como mito de un pueblo olvidado por el Estado.

Aprovechando las contradicciones de nuestra era, ha logrado seducir a un mundo que renunció a la racionalidad. Y no hay peligro más grande para el Estado de Derecho en México que justificar a un Narciso criminal.

La captura del Chapo puede convertirse en su condena o su inmortalidad. La industria del cine comercial crea héroes y villanos. Él busca mostrarse víctima de su circunstancia y epopeya de su época. Burlándose de la memoria y sufrimiento de los mexicanos, advierte en el video difundido por Rolling Stone, el inicio de su legado: “el día en que yo no exista, no va a disminuir, para nada. (…) no se acabará, porque conforme pasa el tiempo, somos más personas, y esto nunca terminará.” O nos convertimos en títeres idiotizados por los detalles de la persona o condenamos al individuo a ahogarse en su ego (y empezamos así, a enfocarnos en la estructura criminal).

@RaulAbCastro

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