El insulto de la complicidad en la Era de la Información

RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA

Tinta ITAM

Dudo mucho que el desencanto con el ejercicio del poder sea característico de nuestra época. Las políticas de Estado siempre benefician a algunos a costa de otros; se parte necesariamente de una escasez de recursos y multiplicidad de necesidades. A lo largo de la historia, distintos Estados se han manifestado sobre lo que les compete y han diseñado instituciones acorde a las causas que abanderan. El incremento en sus atribuciones genera un incremento en el costo de oportunidad de sus recursos. Esto podría hacernos pensar que los mecanismos para resolver problemas se irían perfeccionando. Mejor aún: esto generaría un progreso de nuestra clase política. Si bien esta línea de pensamiento no encuentra sustento empírico –basta ver los relatos sobre gobernadores o funcionarios mexicanos–, vale la pena cuestionar qué impide esa mejora.

Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan fácil acceder a tanta información. No necesariamente esto significa una revolucionaria generación de conocimiento, pero definitivamente las nuevas tecnologías están redefiniendo cada aspecto de nuestras interacciones. Muchos paradigmas han sido transformados: la competencia antagónica está siendo reemplazada por las comunidades colaborativas; los secretos industriales están siendo relegados por iniciativas Open Source; el conservadurismo de las formas está siendo derrocado por el paradigma de la innovación. Esta nueva era promete modificar las bases de la sociedad a un ritmo acelerado. El revolucionario del siglo XXI debería concretar esa promesa, pero necesita entender las ventajas y potenciales peligros de las tecnologías disponibles. No basta la buena voluntad de usar tecnología, el peligro del ingenuo es mutar en su némesis por aspirar a mártir.

¿Por qué nos es más sencillo comprar por internet que saber qué ocurre con el endeudamiento de los Estados y la insuficiencia de nuestros impuestos? ¿Por qué es más fácil enterarnos al instante del acontecer mundial pero no dar seguimiento a las notas archivadas? ¿Por qué la denuncia tecnológica adquiere tintes de humillación y termina alimentando un espectáculo morboso?

Pareciera que lo político es el último de los espacios en que irrumpirá la Era de la Información. Es abismal la distancia entre nuestras prácticas políticas y la promesa de la innovación. Voluntad para hacerlo existe, pero son los cómplices del statu quo los que impiden a toda costa que se trastoquen sus privilegios. Además, la prudencia en el uso de la tecnología debe ser ejemplar si las autoridades deciden emprender en nuevas formas de hacer cumplir la ley.

Si dejamos que el hartazgo hacia nuestras instituciones opaque nuestro juicio sobre la arbitrariedad en el uso de la tecnología –más aún por parte de una autoridad–, entonces nos volvemos cómplices de lo mediocre. Ser flexibles con la ley es un insulto a la historia y un rechazo al futuro que México busca concretar.

@RaulAbCastro

raul.castro@itam.mx

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