“En el albergue nos sentimos protegidos”

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Foto: larazondemexico

A pesar de la adversidad, quienes perdieron sus casas en Juchitán, Oaxaca, tras el sismo de la semana pasada, no pierden las esperanzas y desde los albergues piensan en cómo saldrán adelante.

Lo perdieron todo, y ahora el Tecnológico de Juchitán es su único hogar, pero prefieren estar aquí que dormir afuera de sus casas, que se encuentran inhabitables. En este espacio, dicen, tienen seguridad del Ejército, comida tres veces al día y servicios básicos.

“Estamos aquí porque nuestra casa fue destruida. Estamos aquí con mis hermanos, mis primos y sus papás que también se quedaron sin hogar, y mi mamá tuvo que ir a trabajar para buscar ganar dinero, pero yo y mis hermanitos no nos queremos mover de aquí, porque nos sentimos muy protegidos, y nos dan de comer”, cuenta Nataly, una joven de 19 años que se encuentra en el albergue.

A unos metros se encuentra Víctor Manuel Hernández quien ve a su hijo de dos años jugando en el pasto. Vive en la colonia 18 de Marzo, pero su casa se les vino abajo al momento que abrazaba a su hijo, sin causarle graves daños a ellos.

“Perdimos todo, todo se cayó, pero estamos bien, que es lo más importante. Yo no pido muchas cosas, sólo con que me pudieran apoyar para un par de láminas para reconstruir mi casa, es todo”, cuenta.

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En el césped del tecnológico, al que usualmente no se permite pisar, ahora es el campo de juego de los más pequeños. Para ellos, a pesar de la tragedia, lo viven como si fuera un día de campo.

“Nos la hemos pasado bien, aquí ya hasta conocí amigos, a él no lo conocía”, dice Jorge, de 12 años de edad mientras señala a Fernando, su nuevo amigo. Ambos viven en la segunda sección de Juchitán y ahora son vecinos en el albergue principal.

“Estamos aquí porque nuestra casa fue destruida. Yo y mis hermanitos no nos queremos mover de aquí, porque nos sentimos muy protegidos y nos dan de comer”. Nataly, Habitante de Juchitán

Desde el viernes pasado hay entre 200 y 600 personas que acuden a pasar la noche o sólo a comer. La Marina instaló un comedor móvil en el que prepara alimentos completos para todos los damnificados.

La fila es larga, pero al final reciben una comida bastante buena, dice Alfredo, un señor de la tercera edad que espera bajo la sombra de un árbol en medio de la fila para pedir alimento. El menú es pollo, arroz y sopa, además de agua de sabor.

También el IMSS está presente con atención médica y psicológica. “Estamos por parte de IMSS-Prospera de hospitales rurales y ahora estamos en la contingencia para trabajar con los niños, adolescentes y adultos, llevando apoyo y contención, de risas también, enseñando a hacer otras actividades y más que nada, acompañando a todas las familias”, cuenta Araceli Reyes, una de las psicólogas, mientras juega con dos pequeños de menos de tres años a quienes enseña a dibujar.

Mientras reciben atención médica, personal del instituto también instruye a las personas sobre medidas para reforzar la higiene y evitar enfermedades gastrointestinales y respiratorias ante la cantidad de polvo que aún se percibe por las calles, producto de la caída de cinco mil viviendas en este poblado.

Las familias pasan el día en colchonetas y hamacas. Platican entre ellos y al contarse mutuamente los momentos difíciles que pasaron, las penas parecen menores, cuenta la señora Leticia, que permanece junto a sus padres y sus hijos, mientras esperan a que regrese su esposo de revisar nuevamente su vivienda en la octava sección.

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