Ciclista alemán desaparecido en México recorrió zonas de conflicto en Asia, Europa...

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Foto: larazondemexico

Cuando Holger Franz Hagenbusch llegó a México sus piernas ya habían recorrido 61 mil 800 kilómetros y 34 países en Europa, Asia y América. En su viaje, el ciclista alemán incluso pasó por zonas de conflicto como Irán, Georgia y Armenia, pero desapareció el pasado 20 de abril sin dejar rastro, cuando se dirigía de San Cristóbal de las Casas a Ciudad del Carmen.

Holger comenzó su aventura en bicicleta hace exactamente cuatro años, pero en 2009 viajó en moto por India y en distintos medios de transporte en Sudamérica.

“Después de un viaje en motocicleta por India y otro más en transporte público en Sudamérica me infecté con el virus del viajero. Tenía claro lo que quería. Un viaje sin ataduras, autosuficiente, en el que pudiera parar donde quisiera. Ése es el objetivo de mi proyecto actual.

“Desde mi visita a India creció en mí el sueño de viajar sin limitaciones. Uno solamente puede experimentar de verdad las tierras extranjeras si viaja sin presiones de tiempo”, escribió Holger en su bitácora.

De acuerdo con su cronograma, Holger planeó todo desde diciembre de 2013, cuando comenzó a tramitar visas, compró su bicicleta, alforjas, jersey y equipo de campamento y fijó el 30 de abril de 2014 como la fecha límite para renunciar a su trabajo.

Tres días después, el 3 de mayo, Holger Franz partió de Freigericht, una pequeña localidad de 14 mil habitantes ubicada 40 kilómetros al este de Frankfurt, con la intención de recorrer el mundo.

Holger se dirigió a República Checa en una jornada de seis días y 545 kilómetros en los que pasó por Nuremberg y Nümberg, donde todavía hay vestigios de obras que mandó construir Adolfo Hitler.

“Uno de los puntos más importantes en mi viaje por Alemania fue Nümberg. Después de un paseo en bicicleta por la ciudad todavía había historia por descubrir. Aquí es donde el partido del Reich de Hitler dejó sus primeros experimentos megalómanos: ruinas, incompletas en su mayoría, impresionan incluso después de 75 años”, escribió en su blog.

República Checa, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Kosovo, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Montenegro, Albania, Grecia y Turquía fueron los primeros países que el alemán visitó en su viaje por Europa, en el que recorrió 11 mil 327 kilómetros en 176 días.

Irán, Kazajistán... un alemán en zonas de conflicto

Luego de viajar por el Bósforo en bote, Holger finalmente llegó al Medio Oriente, donde después de recorrer Georgia y Armenia se dirigió a Irán, país en el que, de acuerdo con su bitácora, ingresó sin ningún problema.

Lo único que le pidieron los agentes aduanales fue poner sus alforjas y equipaje en una máquina de rayos x y responder cuál era su apellido, refiere.

Ahí, el ciclista alemán descubrió que es ilegal dar hospedaje a extranjeros y que éstos, como en Cuba, necesitan de un seguro de viaje. Además, en todas las regiones hay dialectos diferentes, lo que complica la comunicación y es casi imposible obtener una visa para viajar a Turkmenistán o Uzbekistán.

En su diario, Holger escribió que el fundamentalismo religioso en Teherán prohibe beber agua en público durante el Ramadán, fecha en la que él llegó a esa ciudad.

“Como alemán, es especialmente fácil estar en Irán. El apego al asunto de los arios es la base para que los iraníes admiren a los alemanes profundamente. Al principio todo fue bastante inquietante para mí, especialmente porque era recibido con un “Heil Hitler”, pero los lados negativos del Tercer Reich no son tan cruciales en este lugar”, escribió Holger sobre su primera experiencia iraní.

“Teherán no es una ciudad turística. Los pocos lugares de interés son muy caros y el calor impide salir. Lo que hizo las cosas más atractivas es que el mes del ayuno musulmán había comenzado, por lo que uno no podía exhibir comida en público y ésta sólo se consigue en el supermercado. Además beber en las calles está mal visto y tienes que jugar a las escondidas para tomar suficiente líquido y no caer desmayado”.

Holger recorrió zonas de conflicto como Georgia, Armenia, Irán, Kirguistán y Kazajistán sin casi ningún sobresalto, según refiere su blog. En total sumó a su aventura 492 días y 34 mil 317 kilómetros, 25 mil 365 de los cuales hizo en bicicleta.

Una aventura en el Nuevo Mundo

Después de visitar China, Laos, Tailandia, Myanmar, Camboya, Vietnam, Hong Kong y Macau, el ciclista alemán tomó un avión y se dirigió a Alaska, donde comenzó su viaje en América, y visitó, en Fairbanks, el camión mágico, el mismo en el que vivió y pasó sus últimos días Christopher McCandless, el joven aventurero norteamericano inmortalizado en el libro Into the wild, del periodista John Krakauer.

En este continente Holger queda impactado con los vastos paisajes de Yukón, y la Columbia Británica, con la naturaleza de Canadá y el plan "socialista" de ese país en el que la seguridad social es gratuita, pero tiene monster trucks, armas y barbacoas con comida inagotable como su hermano mayor, Estados Unidos.

Aquí, visita la costa oeste, donde recorre Washington y Oregon, con sus playas de agua helada y bosques y adolescentes punks que viajan de un lugar a otro acompañados por perros y enormes mochilas, pero vuelve a Montreal, Ontario y Quebéc, atraviesa la Unión Americana de este a oeste desde Nueva York, recorre el Rust Belt y los edificios abandonados de Detroit, el decadente pueblo de Flint, en Michigan, las amplias planicies de Dakota y las Montañas Rocallosas antes de llegar a San Francisco, Big Sur y el sur de California con sus playas de surfers y centrales nucleares abandonadas, para finalmente ingresar a México por la frontera de Tecate.

“Comienzo a enamorarme de este país”

“México en sí mismo parece una gran aventura”, refirió Holger el 23 de enero, en la primera entrada que escribió sobre este país en su blog.

Aquí, el ciclista alemán viajó por toda la península de Baja California, donde encontró a una pareja de alemanes que también se desplazaba en bicicleta y acampó, al igual que lo hizo en Irán, en desiertos, debajo de enormes cactus en el Valle de los Cirios, y junto a las playas vírgenes de Bahía de los Ángeles.

El hombre de 44 años de edad, al igual que Jack Kerouac hace 71 años, apuntó que la música era muy fuerte y la comida lo dejaba sin aliento, además en sus fotografías destaca que los anuncios en México son pintados a mano, característica que también admiró a David Byrne y lo inspiró para escribir el prólogo del libro Sensacional de Diseño Mexicano, de Juan Carlos Mena.

“Un nuevo país siempre es emocionante al principio. Miré alrededor. Estaba lleno de polvo, era ruidoso y la música hacía estallar los altavoces en las esquinas de las calles. Pasé por pequeños puestos de comida y el olor a carne frita y algo quemada me dejó sin aliento. Todo era animado y la música no cesaba. La música aquí estalla… la tuba zumbando en el fondo me recuerda a su pariente bávaro, la típica trompeta mexicana, la voz… Es emocionante escuchar eso”, escribió.

Baja California, con su larga carretera federal 1, que atraviesa toda la península desde Tijuana hasta San José del Cabo a lo largo de 1,750 kilómetros, se desenrollaba delante de Holger, quien en 40 días llegó hasta La Paz y se preparó para su siguiente etapa: la Ciudad de México. Pero antes de volver a pisar tierra, el alemán viajó 20 horas en bote hasta Puerto Vallarta, donde comenzó su recorrido de 1,085 kilómetros por Jalisco, Guanajuato, Querétaro, el Estado de México y finalmente el corazón de México, como se refiere a la capital.

“Cada ranchero en callejuelas o en caminos es amistoso, relajado y amable. Debo decir que comienzo a enamorarme de este país. La comida es extremadamente deliciosa y se basa en tortillas de maíz rellenas de carne y verduras, de distintas formas, y sus nombres varían: tacos, quesadillas, sopes… cada región tiene su especialidad, así que el menú jamás es aburrido”.

La última entrada del blog de Holger Franz Hagenbusch dice: Sur de México, pero al abrir la página no aparece más que un fondo negro. Ya no hay más mapas, ya no hay más fotografías de montañas, playas, ballenas y pelícanos.

Es en este punto donde el mapa en el que colocaba los sitios que ha visitado en estos cuatro años se detiene, y en lugar de un icono de un ciclista aparece un signo de interrogación. Justo en el centro de México, en la capital, donde el seis de abril se tomó en el Zócalo de la Ciudad de México, con la Catedral en el fondo, una de sus últimas fotografías.

Esa es ahora la foto que su hermano, Rainer, utiliza para pedir informes de Holger, y también para recordar que el cumpleaños del cicloturista fue el 2 de mayo, fecha en la que sumaba 12 días desaparecido.

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