Los nuevos tiempos exigen que las universidades defendamos nuestra autonomía a partir de mantener una autogestión independiente, con compromiso social, transparencia y rendición de cuentas a la sociedad, afirmó el rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers.
Al participar en la mesa redonda “La reforma universitaria de Córdoba de 1918, su repercusión a nivel regional e internacional”, junto a rectores de Iberoamérica, expuso que las instituciones de educación superior también deben pugnar por una educación sin distinción de clases, género, preferencias o ideologías. “Por una educación de calidad humana, crítica, libre, reflexiva y propositiva”.
Además, requieren dar una formación universal e innovadora que permita a los nuevos ciudadanos adaptarse a las tareas que habrán de enfrentar, impulsar la investigación que contribuya al desarrollo económico de sus naciones y al avance universal del conocimiento, así como a dar una educación con espíritu latinoamericano.
Graue Wiechers subrayó que en la actual época de cambios, denominada como la revolución 4.0, las universidades deben responder con inteligencia, independencia y prontitud ante los retos que implica vivir en un mundo profundamente desigual, en el que la economía globalizada afecta intereses nacionales, propicia migraciones incontrolables y genera nacionalismos xenofóbicos e intolerancias.
“Por si fuera poco, hoy el mercado laboral se caracteriza por una precarización de los salarios y de las condiciones laborales, y una demanda de competencias técnicas específicas que soslayan la formación universal”.
Ante ese escenario, hay incertidumbre sobre los modelos educativos que se deben adoptar, pero también hay certezas que guían a las instituciones de educación superior: “queremos formar jóvenes que crezcan en un mundo tolerante, diverso y sustentable, que exijan y consigan condiciones de bienestar para toda la sociedad”.
En el Salón de Grado de la Sede Histórica del Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, Graue recordó que el movimiento autonómico de esa institución fue contra las injerencias del Estado y las fuerzas conservadoras en los asuntos universitarios, e influyó en otras naciones latinoamericanas y los movimientos estudiantiles de San Marcos, Perú, en 1919; de la Universidad de La Habana, Cuba, en 1922; y de la UNAM, en México, en 1929.
Estos movimientos buscaron democratizar las decisiones de la vida universitaria, conectarse mejor con su entorno y con la sociedad que les había dado origen, además de colocar a la universidad como el principal centro generador de conocimiento, desarrollo y movilidad social de un país.
El año 1968, agregó, fue un momento de luto para la autonomía universitaria, cuando el ejército ocupó Ciudad Universitaria en México y otras instalaciones de educación superior, pero con el paso del tiempo estos acontecimientos se convirtieron en un escudo para rechazar firmemente las acciones del Estado dentro de la UNAM, y en 1976, la autonomía de las universidades públicas se elevó a rango constitucional.
“A partir de entonces la autonomía de la Universidad Nacional, si bien no significa extraterritorialidad, sí determinó hacia el Estado una relación cuidadosa, distante y respetuosa”, recalcó Graue.
En las últimas décadas, gracias a esta autonomía, la UNAM ha asumido y defendido su capacidad de autogobernarse: persigue con énfasis una educación pública, gratuita y de calidad; actúa con libertad, sin cortapisas para investigar, y difunde la cultura nacional y universal.
“La autonomía nos ha permitido crecer: hoy en día atendemos cotidianamente a más de 350 mil estudiantes; somos una universidad laica y popular, con presencia nacional y reconocida internacionalmente”, concluyó el rector.