Ayotzinapa, entre la política y las lágrimas

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A las afueras del Senado no somos ni sesenta personas, y de éstas, la mitad se suma con camarógrafos, reporteros y senadores.

Martí Batres toma el micrófono para dar por inaugurada la exposición. Señala que “las rejas del Senado reciben los retratos de los jóvenes ausentes para que todos los mexicanos estemos alertas de que estos abusos no vuelvan a ocurrir”; esto luego de haber pasado lista a los 43. Después, al Museo de Memoria y Tolerancia.

Ahí va a encontrarse Andrés Manuel López Obrador con los padres de los 43. Su equipo de seguridad no se ve... pero hay que pasar por un arco detector de metales y una banda para revisar bultos.

Tras reunirse con familiares de las víctimas, pasan al pequeño auditorio. Lo acompaña Olga Sánchez Cordero. Avisa que a la Secretaría de Gobernación se le quitarán todas las actividades policiacas... “ahora se ocupará de la protección de los derechos humanos”.

Aprovechando que el mensaje es breve, Andrés Manuel va a lo que va: “se decretará la Comisión de la Verdad”.

El acto es sobrio, no hay corbatas... no hay aplausos. A la salida, entrevistan a la mamá de Jorge Álvarez, uno de los 43 normalistas. Apagan la cámara.

Y ella se va sola, llorando. Sin rabia. Abatida. Sus lágrimas escurren como esa pequeña muestra de lo genuino.

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