Desde hace tiempo a Juan Manuel Santos, Premio Nobel de la Paz 2016, le preocupa una serie de hechos coincidentes: las instituciones multilaterales se están debilitando y destruyendo, la concentración de la riqueza a nivel mundial se está agravando y el populismo está creciendo, señala en una entrevista que concedió a La Razón.
“Todo eso combinado es una señal de preocupación y alarma porque eso es lo que en cualquier lugar puede desencadenar violencia o guerra”, agrega el presidente de Colombia en el periodo 2010-2018, quien, sin embargo, confía que la ley del péndulo opera en la realidad actual para cambiarla”.
En breve charla en el hotel donde se hospedó en la ciudad, tras participar en la Cumbre de los Premios Nobel en Yucatán, argumentó sobre el rechazo al prohibicionismo como solución posible al problema de las drogas y la violencia.
“Llevamos 45, casi 50 años, en el mundo entero, con la guerra declarada a las drogas y es una guerra que no cede. Colombia ha sido uno de los países que más sacrificios ha hecho desde la Segunda Guerra Mundial contra las drogas y seguimos siendo el primer lugar exportador de cocaína en el mundo.
“Yo digo que somos como unos ciclistas, pero en una bicicleta estática, pedaleamos y pedaleamos, pero el negocio ahí está. La forma de eliminar eso en parte es quitarles esas utilidades, de regular el mercado; por ejemplo, de la mariguana, e inclusive el de la cocaína, para quitarle el mercado a las mafias”.
¿Es funcional el mecanismo de la amnistía no en espacios donde hay una dinámica de guerra, sino en una situación en la que el crimen organizado se ha apoderado de espacios territoriales y sociales? Las amnistías para los crímenes de guerra, de lesa humanidad o contra delitos graves, están proscritas por el derecho internacional. No es posible, es contraproducente, porque eso fomenta a la larga la violencia.
En el caso colombiano lo que hicimos con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) fue una justicia transicional donde se aplica otro tipo de justicia: reparadora en lugar de punitiva, donde no hay impunidad, y donde las víctimas y sus derechos se respetan: a la justicia, a la reparación, a la verdad y a la no repetición.
Frente a los narcotraficantes lo que hemos discutido es un sometimiento a la justicia, donde si entregan sus financiaciones y sus armas, se tenían garantías de algún tipo de beneficios judiciales, pero no amnistías.
Lo que tengo entendido es que aquí en México quieren hacer amnistías para delitos menores. Si se trata de descongestionar las cárceles, darles a delincuentes que han cometido delitos menores una segunda oportunidad, cada país tiene sus formas de ‘cocer sus habas’, y eso no estaría mal, pero no para delitos mayores o de lesa humanidad.
"El discurso del prohibicionismo es populista, emocional: la mano dura. Pero esa mano dura no ha tenido ningún resultado real. Hay más estadounidenses en las cárceles de EU por narcotráfico que toda la población carcelaria de Europa. Y el negocio y la violencia continúan. Eso demuestra que ha fracasado”
En México se dieron vacíos de autoridad en espacios y territorios que propiciaron la situación actual de violencia y ahora se habla de espacios de pacificación y de reparación. Hacer una reparación y una reconciliación toma mucho tiempo, pero son necesarias, sobre todo en zonas y territorios que han sido tan perjudicados por la violencia, por la falta de Estado. Hay que llegar con el Estado, con salud, con educación, con infraestructura, con oportunidades de empleo, sobre todo para los jóvenes, para sacarlos de esa situación en donde son carne de cañón para las grandes mafias y cárteles. Es un proceso necesario, muy necesario.
Nosotros lo que hicimos en Colombia fue desarticular las grandes mafias, porque teníamos a cárteles más poderosos que los mexicanos, los combatimos con todo el rigor y contundencia de la ley, con diferentes estrategias en materia de inteligencia, de fuerzas especiales, de jueces especiales, pero al mismo tiempo hicimos una labor, y la seguimos haciendo, de ir construyendo el tejido social.
Pero hay espacios en donde el narcotráfico está muy arraigado, donde se ve la incorporación al crimen organizado como alternativa. Yo tengo una posición sobre eso bastante clara y algo radical, pero creo que es la correcta. Yo creo que el origen de las mafias, de la violencia, de la criminalidad alrededor del narcotráfico, se llama prohibición. La prohibición genera utilidades y esas utilidades van a las mafias y a los cárteles que tienen poder porque tienen dinero. Si usted les quita ese dinero y se lo da al Estado para hacer política preventiva para disminuir el consumo, para mejorar la educación, eso va a tener resultados mucho más reales y de largo plazo.
Hay ya en varios países ejemplos de regulaciones sobre mariguana, pero prevalece, por ejemplo en EU, un discurso contrapuesto: estados permiten el consumo, pero a nivel federal y hacia afuera, hacia el continente, prevalece el discurso de la prohibición. Es que el discurso del prohibicionismo es un discurso populista, emocional, facilista: la mano dura. Pero esa mano dura no ha tenido ningún resultado real. Hay más estadounidenses en las cárceles de EU por delitos relacionados con el narcotráfico que toda la población carcelaria de Europa. Y el negocio continúa, la violencia continúa. Eso sólo demuestra que el prohibicionismo ha fracasado.
En cambio, usted va a un país como Portugal, donde dieron el salto a la regulación, y ahí han bajado los indicadores de violencia diametralmente, el número de muertos por consumo o por enfermedades que tienen que ver con el consumo cuando se inyectan las drogas; también bajó el consumo de drogas porque hicieron una política constructiva de disminuir el consumo a través de la educación. Ahí está una demostración de que sí funciona.
[caption id="attachment_1014393" align="alignnone" width="696"] El Nobel colombiano, en entrevista con La Razón, ayer. Foto: Rodrigo Hernández, La Razón[/caption]
¿Cómo ve este debate sobre un elemento cultural: la cultura del narcotráfico, las narcoseries, donde se presenta el estereotipo del criminal glamoroso? Esa cultura del dinero fácil es la que el narcotráfico pretende vender. Así reclutan a los jóvenes. Es una cultura que se debe contrarrestar con campañas en las cuales se aclare que el dinero fácil significa la muerte, significa acabar en una cárcel o en una tumba. Hay que volver a inculcarle a los niños una serie de valores que sean positivos.
¿Cree que los Estados tienen la fuerza suficiente para enfrentar el problema de las drogas? Se requiere voluntad política en la cabeza del Estado, o sea a nivel federal, y en las regiones. Se requiere que la fuerza pública y la justicia actúen con trasparencia, porque lo primero que hacen las mafias es corromperlas, corrompen a la policía y a los jueces; y se requiere también que las comunidades participen.
¿Las naciones deben “tocar fondo” para pasar a la acción? Lo que ocurre es que este tema es manipulable políticamente. Muchos países prefieren hacerse los duros a nivel internacional. Por eso la Asamblea General de Naciones Unidas a la que convocamos en 2016 no progresó mucho, porque hay países que dicen: “ese tema ni lo toquemos, porque políticamente es como kriptonita”.
Desafortunadamente en el mundo de hoy la política se está convirtiendo en una política de emociones, no de argumentos. De emociones por ejemplo cuando se dice a una mamá: ‘El presidente Santos está queriendo envenenar a los niños al proponer la legalización de la mariguana’. Pero ahí hay que darle el argumento: ‘Señora, ¿usted prefiere que su hijo o su hija, si se lo agarran con droga, vaya a la cárcel o vaya a una institución de rehabilitación?’, y todas las señoras que han dicho ‘uy, que horror la legalización’, responden que prefieren que vaya al centro de rehabilitación.
Depende de las estrategias del gobierno. Por supuesto. Se requiere voluntad política, realismo y pragmatismo, no simplemente dedicarse a construir aplausos capturando narcos, porque llega otro en su lugar y es una rueda sin fin, eso es lo que vivió Colombia durante 45 años. Además, mientras en Estados Unidos y en Europa sigan consumiendo droga, alguien se las va a suministrar, y eso no es de ahora, es desde la Guerra del Opio. Hay que regular, si no ¿quién va a pagar los platos rotos de la producción?, lo harán países como México y Colombia.
Hay un asunto paralelo a éste: el tema del tráfico de armas. Y aquí hay una contradicción. Estados Unidos le exige a México y a Colombia que paren la violencia, porque de ahí se está generando la migración. Y Trump se retira de los tratados del control de armas, ¿dónde está la congruencia?
"Tengo entendido que en México quieren hacer amnistías para delitos menores. Si se trata de descongestionar cárceles, darles a quienes han cometido delitos menores una segunda oportunidad, cada país tiene sus formas de ‘cocer sus habas’, y no estaría mal, pero no para delitos mayores o de lesa humanidad”
¿Qué hacemos con eso? Salir a la opinión pública internacional y denunciar: cómo es que nos exigen a nosotros que paremos la violencia, si ustedes lo que están haciendo es fomentar la venta de las armas para que aquí nos matemos. Ése es un discurso también muy poderoso.
¿No es muy difícil también confrontar a Trump en estos temas? No. Creo que con buenos argumentos se puede confrontar cualquier situación o a cualquier persona.
Enfrentar el problema del crimen organizado también es un tema de estrategias multilaterales, pero hay también una crisis del multilateralismo. Ése es uno de los grandes problemas que tenemos en este momento en el mundo: todas las instituciones que se crearon después de la Segunda Guerra para mantener la paz mundial, los que las crearon, comenzando por los Estados Unidos, las están destruyendo.
Y el problema del narcotráfico, como muchos problemas, no es un asunto de un solo país, es un problema del mundo, multinacional, y hay que tratarlo también con estrategias multinacionales, y si no tenemos instituciones para crearlas y para ejecutarlas, va a ser más difícil.
Países como Mexico y como Colombia no pueden combatir el narcotráfico solos; pueden acoplarse a una situación si toman medidas correctas y difíciles, pero apropiadas. Pero los problemas mundiales deben ser resueltos con la cooperación internacional. Desafortunadamente en el mundo de hoy en lugar de estar avanzando estamos retrocediendo.
¿Usted que es Premio Nobel de la Paz percibe que la paz mundial en el mediano o largo plazo está amenazada? A mí me preocupa una serie de coincidencias: las instituciones multilaterales se están debilitando y destruyendo, la concentración de la riqueza a nivel mundial se está agravando, el populismo está creciendo y todo eso combinado es una señal de preocupación y alarma porque eso es lo que en cualquier lugar puede desencadenar violencia o guerra.
¿Hay un antídoto para esta situación? Sí. Volver a los argumentos en lugar de las emociones y el populismo. Volver a sentarse a dialogar. La política no puede ser una política de suma cero: de yo gano y me llevo todo. La política siempre ha sido una lógica de transacciones, de negociaciones, de sinergias donde tomamos decisiones que convengan a todo el mundo, no sólo a un sector o a otro, de inclusión, no de exclusión. No es comprensible, por ejemplo, que quieran construir un muro para detener a migrantes, pero al mismo tiempo le quiten las ayudas financieras a los países de donde están saliendo los migrantes como Guatemala, Honduras, El Salvador. Son políticas totalmente incoherentes.
Es una lógica que rompe una situación histórica, en la que uno de los países organizadores de los esfuerzos internacionales en otro sentido era Estados Unidos. La historia nos ha mostrado que hay una ley, que es la ‘Ley del péndulo’. La gente se está dando cuenta que estas políticas no conducen a nada bueno y afortunadamente la gente es más inteligente de lo que uno piensa y se está dando cuenta de cómo reaccionar. Eso es un poco de la dinámica que hemos visto a través del tiempo.
El Dato: En 2016 el gobierno de Colombia alcanzó un acuerdo con las FARC para terminar el conflicto armado que duró más de 60 años en aquella nación.
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