En la conmemoración del 103 aniversario de la Constitución, el gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, llamó este miércoles a impulsar consensos en México.
“La Constitución, decíamos, fue un destino y un mecanismo. El destino sigue siendo el mismo: hacer de México un país de leyes, decoro y decencia. Un país en donde gobierne la política del consenso”, dijo el mandatario en el Teatro de la República del estado que encabeza.
Al evento asistió el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, legisladores federales, gobernadores y autoridades del Poder Judicial, entre otros.
Francisco Domínguez aseguró que los “buenos propósitos se convierten en amargos desengaños si no se sustentan en acciones financiables, ordenadas y medibles.”
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Añadió que es necesario que los ciudadanos se solidaricen, ya que dijo se ha perdido la hermandad entre mexicanas y mexicanos, mediante la cual el país alcanzaría sus objetivos de crecimiento más rápido.
“La concordia debe restaurarse a lo largo y ancho del país: de la máxima magistratura, al más modesto servidor público”
Francisco Domínguez
Gobernador de Querétaro
Dijo que “los mecanismos se transforman para transformar. No tengamos miedo a cambiar, pero tampoco a rectificar (…) es momento del reencuentro para emprender la enorme y magnífica tarea de cumplir los anhelos de la gente hechos Constitución”, concluyó.
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A continuación te dejamos el discurso completo emitido por Francisco Domínguez, mismo que compartió en el Teatro de la República.
"Celebramos el 103 aniversario de la Constitución Política de nuestro país. La Constitución de 1917 es, al mismo tiempo, un destino y un mecanismo. El destino de un tiempo violento y cruel. De resistencia, pero también de represión. De ansias transformadoras, pero también de intolerancia. De aspiraciones, pero también de confrontación.
La Constitución es el primer esfuerzo legal, político, para aproximar a los contendientes y cuajar en un ordenamiento normativo la aspiración de las y los mexicanos. Ese destino incluye también un mecanismo para pacificar al país y cumplirle a la gente que hizo la revolución. El catálogo de aspiraciones no es menor.
Las armas mandatan un México democrático. Justo. Próspero. En ese sentido, la Constitución es una hoja de ruta para la construcción de una nación nueva.
Valen hoy algunas reflexiones. Una constitución estructura al poder público. La nuestra establece la organización política bajo una definición impecable e intocable: México es una República representativa, democrática, laica y federal: compuesta por estados libres y soberanos.
Ese es el corazón político de la Constitución. El régimen político que ahí se plasma nos llama con urgencia a velar por su integridad, su solidez, su perfeccionamiento.
México es una república porque aquí, en esta tierra, a unos pasos de este recinto, el Imperio fue derrotado. No hay, desde entonces, espacios para el poder aristocrático, el de un grupo especial, o el de un linaje.
Los poderes públicos se integran por ciudadanos electos. Por ello, la democracia es el sistema circulatorio del sistema político. Aquel que garantiza a las y los mexicanos que nadie llega para quedarse, que nadie gobierna para siempre, que el poder es finito.
Tan esencial para la vida nacional es la democracia, que ella hace estallar la revolución. Subrayo: el conflicto armado no erupciona solo por la pobreza, que hiere a la mayoría, ni por la vergüenza del analfabetismo o la desnutrición.
No: revienta por la perpetuación, por la privatización del poder público. Su demolición, y la paz, la sintetiza Madero en una frase: “Sufragio efectivo, no reelección”.
La democracia funda los poderes públicos a través de representantes electos. Así la Constitución ordena fraccionar el poder, impedir su concentración, pero hace algo más: garantiza la crítica, la transparencia, el equilibrio.
Tras la Guerra de Reforma, el triunfo del juarismo construye un principio que se vuelve doctrina:La democracia o es laica o no es democracia. El laicismo es garantía de libertad.
Finalmente, la fórmula se cierra con la integración de entidades federativas libres y soberanas que acerquen a la autoridad con la necesidad local, municipal, regional. He tenido el privilegio de fungir como presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.
Desde ahí, hemos velado por un mejor federalismo, por una coordinación estrecha entre los niveles de gobierno, por ofrecer mejores gobiernos a las y los mexicanos.
Aprovecho este momento para despedirme del cargo, agradecer a todos su apertura y colaboración para aproximar la letra de la Constitución a la realidad cotidiana de la República.
Agradezco al Lic. Andrés Manuel López Obrador, Titular del Poder Ejecutivo Federal, por su apertura. Ofreció a la CONAGO un importante espacio para expresarle, con respeto, pero con claridad, las posturas de los gobernadores de los estados.
Al mismo tiempo transmitió, a través nuestro, sus visiones a los Ejecutivos Estatales. Se lograron construir avances importantes para México. Superamos la amenaza arancelaria de los Estados Unidos; Se logró una repartición más equitativa de las participaciones y aportaciones incluidas en el presupuesto;
Construimos la aprobación de 32 grandes proyectos de infraestructura, uno por cada entidad del país.
Señor Presidente:
Ha sido un privilegio haber representado a mis compañeras y compañeros gobernantes en este periodo, así como fungir como interlocutor. Refrendo mi disposición a construir acuerdos, encontrar espacios para el diálogo y privilegiar la concordia en favor de las familias mexicanas.
Muchas gracias a la Jefa de Gobierno, a la Gobernadora y los Gobernadores por su compañerismo y confianza. Es momento de redoblar esfuerzos para cumplir el ideario de la Constitución de 1917.Hay grandes avances, no hay duda. Restan también desafíos importantes.
Vivimos la tercera alternancia del siglo, lo que valida la eficiencia y el respaldo popular del mandato constitucional sobre el régimen político. Las y los mexicanos han aprendido que el voto premia o castiga. Expresa. Renueva.
Una lectura cuidadosa de la historia convida a la mesura y a la templanza. Nada más efímero que las mayorías electorales, ni más transitorio que los gobiernos. No lo son, en cambio, los grandes procesos históricos tutelados por la Constitución.
Habrá que insistir, así, en la necesidad de reforzar, profundizar y ensanchar lo que dio origen a más de un siglo de estabilidad, de paz y, en ocasiones, de prosperidad.
Más democracia.
Más libertad.
Más justicia.
Mejor crecimiento.
Mayor equidad.
La nuestra fue la primera constitución en tutelar derechos sociales. Debemos asumir ese legado como un reto para nuestra generación: hacer realidad el imperio de la ley, la inclusión, la solidaridad.
En suma: dar a todas y a todos los mexicanos un sentido de identidad y una confirmación de dignidad. Eso comienza con la dotación de recursos, intelectuales y económicos, para acceder a una vida mejor.
Coincidimos: el objetivo es el desarrollo, pero su primer requisito es el crecimiento. La identidad y dignidad no se logran, empero, solo con lo material.
Se requiere la empatía hacia quien piensa diferente y la generosidad hacia el que es vulnerable. También, dar a cada necesidad una solución y a cada solución los recursos para hacerla efectiva. Los buenos propósitos se convierten en amargos desengaños si no se sustentan en acciones financiables, ordenadas, medibles.
Hay un renovado sentido de esperanza y de ilusión. En esta ceremonia, que reúne al conjunto de los Poderes Públicos de la República, es preciso hacer un llamado a situarnos a la altura del dolor, la necesidad, las demandas de las personas.
La concordia debe restaurarse a lo largo y ancho del país: de la máxima magistratura, al más modesto servidor público. Debemos ofrecer a los mexicanos un ejemplo de templanza y colaboración para resolver lo más importante: la necesidad de las personas.
Es preciso darle un sentido de urgencia al abandono de la discordia. Hemos perdido meses de energía por el extravío de la hermandad entre mexicanas y mexicanos. Los tiempos duros que se aproximan serán superables solo si nos encuentran unidos.
La Constitución, decíamos, fue un destino y un mecanismo.El destino sigue siendo el mismo: hacer de México un país de leyes, decoro y decencia. Un país en donde gobierne la política del consenso.
Los mecanismos se transforman para transformar. No tengamos miedo a cambiar, pero tampoco a rectificar. El liderazgo que ofrece puentes para acordar y solucionar revela no debilidad, sino grandeza. Es momento del reencuentro para emprender la enorme, magnífica tarea, de cumplir los anhelos de la gente hechos constitución.
Muchas gracias."
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