Contar con el respaldo del Gobierno de México para llegar a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) “es un gran espaldarazo, que nos ubica en una posición de ventaja. Es realmente un verdadero privilegio y una gran responsabilidad”, afirmó María Fernanda Espinosa, aspirante a convertirse en la primera mujer en presidir el organismo.
Expresidenta de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y excanciller de Ecuador, afirmó que va a promover una fuerte sacudida a esa organización, “retirar todo este polvo, todo este olor a naftalina, para renovar y modernizar, rejuvenecer y garantizar la sostenibilidad económica de una organización que ha estado en crisis financiera por años”.
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Subrayó que el actual titular de la OEA, Luis Almagro, ha exacerbado la polarización, las diferencias y la confianza al usar el dialógo respetuoso entre países como moneda de cambio, además de que se pronunció por posponer la elección.
¿Considera que la pandemia del Covid-19 ha opacado la discusión pública para la elección de la OEA, que aún está prevista para este viernes 20? Yo creo que eso no solamente ha afectado la elección y alterado el orden y las dinámicas en la economía, la sociedad, las relaciones; esto ha sido un gran remezón para el mundo entero. Pero hay varios aprendizajes por lo que ha significado la capacidad de respuesta frente a esta pandemia. No sabemos bien cuándo tendrá lugar la elección, pero sí quiero decir que si la OEA tiene como una de sus tareas emblemáticas la observación electoral para garantizar elecciones libres y justas, tenemos que empezar por la casa, incluyendo los cuidados que debemos tener en esta lucha mundial contra el coronavirus, y hay que emprender esta lucha con prudencia.
¿Cuáles son sus expectativas para llegar?, ¿siguen vigentes las propuestas que hizo en un principio? La elección estaba prevista para este 20 de marzo, y considerando cuál es el escenario actual y las restricciones federales para las dinámicas de trabajo en Estados Unidos, en el distrito de Columbia, donde está ubicada la organización, en las que se habla claramente de la imposibilidad de tener reuniones de más de 10 personas por recomendación de la Organización Panamericana de Salud, eso es lo que debe ponerse por delante, más allá de cualquier cálculo electoral. Por lo tanto, yo diría que lo más prudente y lo más consecuente sería posponer la elección.
"Uno de los problemas más serios de la OEA, de los países del hemisferio, es el debilitamiento de su capacidad de diálogo y la pérdida de confianza mutua”
Entonces, ¿hay un aprendizaje en medio de la emergencia sanitaria? He sido la única candidata que ha hecho un plan de trabajo completo para los próximos cinco años, en los cuatro ejes de trabajo de la organización, que son democracia, derechos humanos, desarrollo y seguridad, pues eso sigue teniendo una gran vigencia. Yo creo que lo que nos ha enseñado la pandemia y la crisis del coronavirus es que básicamente se necesita una organización multilateral funcional, que tenga esa capacidad de respuesta, porque vemos a un secretario general de la OEA enviando mensajes al mundo, preocupado solamente por su reelección y que no ha ejercido ningún tipo de liderazgo.
¿Cuál ha sido el papel de la OEA en los últimos meses? Me reportan varios de los Estados miembros que el organismo no ha tenido ningún rol ni ha mostrado mayor preocupación; en este momento más bien hay un profundo debate que definirá si se continúa o no con la elección en las próximas 48 horas. Yo creo que eso no es una buena señal, porque querría decir que se está dando la espalda a lo que está ocurriendo en el resto del mundo. No estoy haciendo ningún cálculo político de si conviene o no desde el punto de vista electoral, estoy pensando realmente en las víctimas del coronavirus, en los esfuerzos, en la gran crisis para los países.
Se trata entonces de sacudir esas posiciones centrales en el continente, incluso a sus integrantes… Es una muy buena metáfora; estoy de acuerdo. Hay que sacudir a la organización, retirar todo este polvo, ese olor a naftalina; renovar, modernizar, rejuvenecer y garantizar la sostenibilidad económica de una organización que ha estado en crisis financiera por años; comprometer a los Estados en una agenda concertada, porque hay muchos más temas que nos unen de los que nos separan, es una realidad; hay varios mandatos que han sido dejados de lado. La OEA no ha participado en ningún debate sobre cambio climático, de desastres, construcción de resiliencia, ausente de los debates mundiales con los objetivos de desarrollo sostenible, con el combate a la pobreza y las desigualdades o los esfuerzos por el desarme, de la resolución pacífica de controversias y conflictos, en los avances que ha logrado el organismo en ciertos ámbitos, no en los últimos años, pero hay un largo acumulado, como en los temas del combate al tráfico de drogas, al crimen transnacional organizado y las experiencias para combatir la trata y tráfico de personas, en las que más de 70 por ciento de las víctimas son mujeres y niñas.
En estas circunstancias, ese cargo se convierte en un enorme reto. Yo creo en mi propuesta, mis propias credenciales, mi récord, mis ejecutorias pasadas, en el trabajo realizado en más de 20 años, que en este momento ayudaría mucho a que la organización se proyecte hacia el futuro y no se quede anclado a un pasado de ineficiencia e irrelevancia.
¿Usted tiene presente que hay un estatu quo que pudiera incidir para que al final su candidatura no obtuviera los apoyos necesarios para ocupar ese cargo? La verdad es que yo tengo mucha esperanza y confianza de que los Estados valoren la calidad de los dos candidatos, las propuestas que hemos hecho, mi récord de cuando fui candidata a la presidencia de la Asamblea General de la ONU de hacer muchas consultas con los Estados; trabajé en siete prioridades con todos los países miembros absolutamente por igual, y al final de mi presidencia tuve la gran satisfacción de decir “aquí está mi trabajo, cumplí todo de manera incluyente”, ése es mi estilo de vida, basado en el diálogo y en el respeto a las diferencias. Apelaría a esa valoración en la que se mantiene el statu quo, lo que tenemos, que no es lo que merecemos, o damos la oportunidad para una transformación profunda. Los Estados tienen la libertad de tomar una decisión, la que estimen más conveniente.
¿Cuánto impulso ha recibido su candidatura con el apoyo de México? El apoyo de México es realmente un verdadero privilegio y una gran responsabilidad. Creo que la política exterior mexicana está apegada a los principios al derecho internacional, al respeto de las normas y los procedimientos, la defensa que ha hecho México del multilateralismo, el haber presentado una política exterior feminista que es innovadora y pionera en América Latina y el Caribe. Creo que estamos bien ubicados en el sentido de los apoyos con los países que defienden la legalidad internacional, el apego a las normas, de los procedimientos, la seriedad, la no discrecionalidad, el rol para una Secretaría General que sea imparcial, justa, que trabaje con todo, independientemente de sus posiciones; yo creo que eso nos ubica en una posición de ventaja, es un gran espaldarazo a mi candidatura que nos ubica en una posición de ventaja. Es realmente un verdadero privilegio y una gran responsabilidad.
Hace unos días el canciller Marcelo Ebrard dijo que el actual presidente de la OEA era el promotor de un “evangelio de la división”; ¿usted considera que esa doctrina seguiría aplicándose en la OEA en caso de que él se reelija? Lo que dijo el canciller Ebrard es una constatación, no un juicio de valor, y la constatación es que uno de los problemas más serios de la OEA, de los países del hemisferio, es el debilitamiento de su capacidad de diálogo, la pérdida de confianza mutua y el debilitamiento de las capacidades de procesar las diferencias internamente, y para eso se requiere una Secretaría General que sea convocante, como una voz autorizada, imparcial, y no es eso lo que hemos visto; por el contrario, se ha exacerbado la polarización, las diferencias y la confianza, y el usar el dialógo respetuoso como moneda de cambio.