RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA
Tinta ITAM
Hablemos de marihuana todo lo que se pueda. El no hacerlo y disfrutar de sus efectos resulta frívolo; el ignorar el tema y condenar su uso es absurdo e injusto. Hablemos de marihuana para problematizar con nuestra ideología, para fundamentar nuestra convicción y terminar dudando de nuevo. Hablemos de marihuana para definir libertad, para deducir inconsistencias del discurso político e inducir alternativas de políticas públicas. Hablemos de marihuana porque es un tema que define etiquetas políticas pero donde importan más las fórmulas prácticas. Hablemos, sobre todo, porque vamos tarde para mejorar una realidad que se complica exponencialmente.
El próximo 28 de octubre la Suprema Corte de Justicia de la Nación discutirá una propuesta para legalizar el consumo y cultivo personal de la marihuana en el país. La ponencia del ministro Arturo Zaldívar pretende responder al amparo promovido por la Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y Tolerante (SMART) y declarar inconstitucional diversos artículos de la Ley General de Salud que prohíben actualmente el uso recreativo del cannabis. El proyecto no supone en ningún caso la autorización para realizar actos de comercio, suministro o distribución de la sustancia por lo que este esfuerzo no es suficiente para concretar un cambio trascendente. Pero la discusión es necesaria para entender lo sustancial: cómo se produce, trafica y vende la droga, así como los efectos agregados, son lo importante; si la consumimos y disfrutamos (o no) es lo de menos.
Aplaudo, en primera instancia, al grupo de ciudadanos que están estratégicamente orillando a la Suprema Corte para pronunciarse en el tema. El silencio del Poder Judicial sólo abona a la rentable ilegalidad del actuar criminal y a la inexcusable permanencia de un sistema penitenciario sobrepoblado y –en muchos casos– indebidamente procesado. Aplaudo, también, la difusión mediática del tema y la desmitificación sobre el consumo de la marihuana. Espero que pronto viremos de los debates prohibicionistas a aquellos que profundicen en por qué y cómo el Estado debe atender en materia de salud pública las consecuencias de las elecciones libres de los individuos. Aspiro, además, a escuchar propuestas fundamentadas de los participantes en elecciones federales sobre cómo atender los efectos que los actuales cárteles tendrían.
El Estado Mexicano debe reconocer que no actuar y no discutir son las peores alternativas posibles: las acciones que próximamente se tomen en Estados Unidos y Canadá tendrán fuertes implicaciones en la economía del narcotráfico y en las fuentes de financiamiento del crimen organizado (más organizado que muchas de las discusiones públicas en la materia). Pretender hablar de marihuana con un manto ideológico es insostenible. La comprobación empírica arroja ventajas y peligros; costos y beneficios de no legalizar o de hacerlo apresuradamente. La mejor guía son las discusiones que la sociedad civil –o incluso la academia– produce. Conociéndolas, entendemos que dependiendo del modelo de legalización que se adopte, resultan efectos diversos para el consumo de ésta y otras drogas, para la producción y tráfico nacional (o multinacional), para la dinámica de la actividad criminal, para los efectos del sistema penitenciario o para los programas de prevención de adicciones.
Sirvan estas líneas como una invitación a conocer del tema, pues tomar postura sigue siendo apresurado. La Marihuana tiene muchas más dimensiones de las que solemos explorar.
@RaulAbCastro
raul.castro@itam.mx