Democracia estratégica: juegos y equilibrios

RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA

Tinta ITAM

Como lo establece el mandato constitucional, próximamente habrá elecciones intermedias en México. En el segmento crítico de la sociedad civil crece el descontento e insatisfacción por las condiciones sociales, políticas y económicas. Mediante llamados a no votar, a boicotear las elecciones o a anular el voto se manifiesta la apatía por la política, el hartazgo hacia los partidos políticos y la desconfianza en las instituciones. Son comunes las expresiones sobre la “inutilidad del voto”, las críticas sobre la “falta de democracia en México” y las acusaciones al gobierno. Se abusa de lugares comunes (“todos los partidos son iguales”) para abdicar de nuestra capacidad para incidir en la realidad. Ante tal panorama: ¿qué nos queda por hacer?

La naturaleza de «lo político» es el conflicto. Forjar un criterio sobre política y aún más, manifestarlo de manera pública parece costoso, poco atractivo y poco rentable. ¿Entonces, por qué interesarse y participar políticamente? La desilusión con “la política mexicana”, considero, es resultado de nuestras falsas expectativas: por las definiciones románticas de «democracia» no logramos dimensionar la realidad. Así, nos imposibilitamos para transformar realistamente nuestra circunstancia. Para bien o para mal, democracia no implica crecimiento económico, igualdad o justicia. ¿Qué ganamos si prescindimos de nociones que apelen al «pueblo», a la «voluntad general» o al «bien común»? Construyamos una representación —un modelo— de la democracia, analicemos sus partes y hagamos explícitas las estrategias que como votantes tenemos.

Para fines pedagógicos —y sin trivializar el objeto de estudio— llamemos un “juego” a esta actividad de competencia en que jugadores interactúan de acuerdo a un conjunto de reglas. Son muchos los jugadores en una democracia; dos nos son particularmente relevantes: los votantes y los partidos políticos. Las reglas del juego —formalmente las instituciones— están contenidas en el conjunto de leyes electorales. En los procesos, existe un primer juego al interior de cada partido donde se determina a los candidatos.

Posteriormente, en campaña, se desarrolla un juego no-cooperativo donde cada partido compite para maximizar su utilidad esperada y así obtener puestos públicos. Por último, los electores compiten en un juego simultáneo el día de las elecciones. Este tipo de análisis —conocido como Teoría de Juegos— nos permite entender los incentivos de los actores y escoger estratégicamente cómo lograr nuestros resultados.

Como electores somos parte de este juego democrático. ¿Qué podemos hacer? No participar en elecciones o anular nuestro voto beneficia a los partidos más consolidados. Seamos estratégicos: Mientras más información tengamos, más equilibramos la balanza. Sabemos que algunos votantes siempre apoyarán al mismo partido; otros siempre se negarán a participar. Tomemos en cuenta que las elecciones son un juego repetido que se realiza cada tres años. Los resultados de juegos anteriores afectan las probabilidades de triunfo en los juegos futuros.

Podemos darle mayor valor a nuestro voto si analizamos las encuestas y los resultados de elecciones anteriores y si nos coordinamos con individuos afines. ¿Cuál es nuestra mejor estrategia individual —y nuestra mejor estrategia como conjunto de individuos que no está dispuesto a seguir tolerando la incompetencia política— dado que sabemos el perfil de acciones de los demás jugadores (partidos políticos y clientelas de electores)? La respuesta de esta pregunta es una aplicación del conocido Equilibrio de Nash.

Podemos entender al voto como un compromiso ideológico momentáneo o ser estratégicos para que en el largo plazo nuestra convicción ideológica se concrete; aún si eso implica no votar por nuestra primera opción o votar por alguien que no nos convence. Podemos generalizar entre los partidos políticos o ser estratégicos y fortalecer a la oposición; aún si eso implica votar por un segundo lugar o por candidatos independientes que en estas elecciones no van a ganar. Aunque sea muy cómodo ignorar, lo político nos compete porque lo público nos afecta. Los grandes cambios en México son resultado de decisiones estratégicas que afectan los equilibrios democráticos. Usemos el juego para construir nuestro futuro; los ganadores en el largo plazo debemos ser los mexicanos.

raul.castro@itam.mx / @RaulAbCastro