RAÚL ABRAHAM CASTRO CORONA
Tinta ITAM
"El Estadista mexicano" ha muerto y nosotros lo hemos matado. No es un acto de iconoclasia nietzscheana pues el ideal de “hombre de Estado” es necesario para combatir el nocivo actuar de los políticos corruptos. El Estadísta mexicano ha muerto porque la corrupción pervirtió —espero estar equivocado— la búsqueda del poder para el servicio. Murió porque la aspiración de ostentar un cargo público parece responder al beneficio personal; al poder para el dominio. Murió porque para muchos la política es sinónimo de incompetencia y mediocridad; de egoísmo megalómano y enriquecimiento fácil.
Estadística proviene del latín Statisticus y su origen etimológico significa “Ciencia del Estado”. Así, el hombre de Estado actuaría de manera informada y racional: por encima de las divisiones partidarias y de grupos de interés, defendiendo y haciendo cumplir la ley. El Estadista buscaría bienestar para sus representados. A pesar del problema que surge de la definición romántica y la imposibilidad de definir un bien común, las planas de los diarios mexicanos señalan que muchos mandatarios —que han ocupado las más importantes posiciones de poder en sus Estados— abusan del poder, incumplen la ley y quedan impunes. No sólo alejado del ideal sino también contrario por naturaleza. Y no es una falla técnica menor, parece un colapso sistémico.
Esta semana, el ex gobernador de Aguascalientes, Luis Armando Reynoso Femat, fue aprehendido por delito de defraudación fiscal equiparada por la cantidad de 29 millones de pesos. Este caso se suma a una larga lista de gobernadores acusados de actos ilícitos. Según datos del CIDE y el IMCO, de 2000 a 2013, 41 gobernadores fueron acusados de corrupción. Sólo 16 fueron investigados y apenas 4 castigados. No es cuestión de partidos políticos: todos los colores y espectros ideológicos cuentan con miembros en sus filas bajo procesos de investigación, a nivel federal o local. ¿Cuántos quedarán solamente en expediente? ¿Si así se opera en las esferas más visibles, qué pasará en los mandos medios y bajos de la administración pública?
Necesariamente existe una falla sistémica pero no basta con desechar el sistema político actual. Por supuesto se exige el cumplimiento de la ley y las investigaciones pertinentes, pero es necesaria una reflexión profunda sobre la interacción entre representantes y representados, sobre el diseño e implementación del presupuesto público, y sobretodo de los mecanismos de rendición de cuentas (fiscales y políticas). Las generaciones por venir seguirán repitiendo los vicios dados a pesar de prometer lo contrario. Quien se ostente mesías es de quien más hay que dudar. Si las reglas no funcionan pues la experiencia las manipula y distorsiona, se necesita una revisión y un contrapeso. Y eso sí, nosotros lo podemos controlar. No hay exégetas en tierra infértil; y donde la ciudadanía participa y exige, no son necesarios.
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