Nunca habíamos estado tan lejos de algo tan cercano. Los mexicanos somos seres gregarios que viajamos en contingente en el Metro, en el chimeco y en el avión; hacemos manada en torno al trompo de la carne al pastor; formamos clanes después del gol o del batazo de home run.
Celebramos a gritos, no existen polos magnéticos que nos repelen en la fiesta, nos conectamos en torno a la celebración de celebraciones del país, la que concentra credos, profesiones, estratos sociales y acentos: el Grito de Independencia.
Pero no esta vez; no en este año maldito que no se ha cansado de sembrar lágrimas en los hogares de los mexicanos, quienes fueron alejados de la principal plaza pública de la nación.
Tres cinturones de seguridad para evitar aglomeraciones en el primer cuadro de la CDMX; por aquello del coronavirus “joven”, “señorita”, “dama”, “caballero”, marchantes nostálgicamente recordados por la verbena vetada.
Los gritos de la vendimia; los algodones de azúcar y las banderitas; la bandera pintada en el rostro y el águila en el moño; la espuma en spray para la broma y el elote con harto chile para el antojo debieron guardarse hasta que lleguen mejores condiciones para retomar el bullicio característico de la noche mexicana.
El alboroto fue sustituido por lo aséptico de lo virtual, una verbena alejada con sonoros huapangos de Tierra Mestiza, boleros de las Hermanas García, fusión del cumbiambero Sonido Gallo Negro,y Los Sinaloenses de Cuidado, quienes cambiaron el bel canto para sumarse al mariachi.
El primer platillo de una cena sin sal, sin pimienta.
Antes de las 22:00 horas, el verde, el blanco y el rojo iluminaron la plancha y los edificios de la Plaza de la Constitución. El espacio vacío se impuso a la aglomeración; la algarabía cedió a la disciplina militar en la ceremonia encabezada por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
La silueta del territorio nacional, trazada con luces en la plancha, antecedió al protocolo. El mandatario salió ante las pantallas de televisión acompañado de su esposa, caminaron al encuentro de los militares, primero a escuchar el toque de silencio en memoria de la víctimas del Covid-19.
Las pisadas del mandatario, las de su esposa y la marcha de los gallardos cadetes del Heroico Colegio Militar retumbaron en el desolado y amplio salón del Palacio del Virrey.
Bandera en mano, López Obrador lanzó los 20 vivas programados ante una explanada vacía. Vivas a los héroes de la Independencia, pero también a la democracia y a la igualdad; a la justicia y a la soberanía; a la fraternidad universal y al amor al prójimo, a la esperanza en el porvenir… ese que ha sido puesto en jaque por un virus.
En la plancha, micrófonos y bocinas sustituyeron gargantas para que el sonoro rugir del Zócalo no fuera extrañado. Personal militar respondió a las arengas; el sonido de las bocinas rebotó en las paredes de los edificios formando el eco al que ya nos acostumbraron los estadios vacíos. El Grito fue como un gol que requiere de los 30,000 aficionados para estremecer al atleta.
Las arengas y los vivas se intensificaron vía TV; se esparcieron en celulares y redes sociales, para acercar lo distante, la gente, el pueblo.
Luego de hacer sonar la campana y ondear la bandera, repicaron las campanas de la Catedral metropolitana con la potencia que permite el vacío; se activó el pebetero, el fuego fue denominado “Llama de la esperanza”, y su nombre fue rotulado con luces rojas en la parte poniente de la plancha. Siguieron los fuegos artificiales que explotaron en el espacio aéreo al ritmo de “Mi ciudad”, “Serenata huasteca” y el “Jarabe tapatío”; mientras el cielo se iluminaba con luces rojas, azules y verdes, sonaba el arpa del son jarocho, el acordeón norteño, la marimba chiapaneca y la banda sinaloense para rematar el gran final con “México lindo y querido”.
En la celebración de no más de 25 minutos los ciudadanos estuvieron distanciados y el olor a pólvora quemada quedó para la imaginación de los entusiastas de la noche más mexicana del año.
El Grito fue transformado por un virus, el mismo que ha modificado nuestra convivencia, los saludos, los abrazos y los besos. La reacción del respetable para el viva personal fue sustituido por un grito ahogado, un murmullo, el Grito individual fue intrascendente porque las pantallas de TV y los megas en los celulares se encargaron de multiplicarlo… y dejar ese amargo sabor de que estuvimos alejados, como nunca, de algo que nos es muy cercano.
- El dato: Durante el evento estuvieron presentes la Jefa de Gobierno y los titulares de Segob, SRE, SFP, SSPC, SEP, Sectur, Sedena y la Marina; así como el consejero jurídico de Presidencia.