La pelea por la vida, empieza desde la llamada

Las batallas nocturnas de los paramédicos Covid

A la señal de “código blanco” se enfundan en gruesos trajes de protección, googles, gorra y guantes; realizan hasta cuatro traslados por jornada a hospitales; cada caso es una lucha por ganar tiempo y salvar la vida de un paciente contagiado

Un paramédico revisa las placas de tórax de un paciente trasladado en ambulancia a un hospital para su atención.
Un paramédico revisa las placas de tórax de un paciente trasladado en ambulancia a un hospital para su atención. Foto: Daniel Aguilar, La Razón

En la noche, la pelea contra el Covid comienza desde la llamada de emergencia para el envío de una ambulancia. “¡Código blanco!”, grita René, paramédico veterano que hasta el año pasado auxiliaba en la mayoría de los casos, a personas con herida de arma de fuego, punzocortante, luego de un accidente o por la complicación de alguna enfermedad, como diabetes o un infarto, pero nada que se asemeje a los infectados por el SARS-CoV-2.

La frase “código blanco” es la clave de que deben ir por una persona contagiada por el virus, por lo que un equipo conformado por otras dos personas salta de sus lugares para acomodarse en la ambulancia, en el mismo lugar en el que lo hacen dos, tres, cuatro y hasta seis veces durante las horas nocturnas. Durante el día, los paramédicos esperan que no se encienda la luz de urgencias, pero saben que el número de contagios en nuestro país, que este martes llegó a un millón 788 mil 905 desde el inicio de la pandemia, hacen esto un anhelo imposible.

Cada caso, cada paciente, es una historia distinta en la que hay que tomar la mejor decisión para garantizar que el paciente llegue con vida al hospital, en un traslado que se convierte como en un viaje a través del tiempo, en el que un minuto parece tener más que 60 segundos.

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Un 90 por ciento de su actividad son traslados de pacientes Covid, personas que literalmente se ahogan, que dependen en gran medida de la habilidad de los paramédicos para sobrevivir.

El equipo, un médico y dos paramédicos, están enfundados en gruesos trajes especiales, una especie de gran sobretodo, con gorra incluida, mascarillas KN95, goggles y guantes quirúrgicos. Cuando se activa el código blanco, los paramédicos suben a la unidad y parten de inmediato.

Al llegar, lo primero y más importante es la entrevista con el familiar, mientras se toman los signos vitales para decidir sobre la estabilización del paciente. Se debe conocer cuándo iniciaron los síntomas, si toma algún medicamento o si es alérgico a alguno, y lo más importante, que se haya gestionado un folio de traslado y acceso a un hospital, de lo contrario, será prácticamente imposible ingresarlo. Después viene el contacto con la persona.

Personal de emergencia debe peregrinar en busca de un espacio de hospitalización.
Personal de emergencia debe peregrinar en busca de un espacio de hospitalización. ı Foto: Daniel Aguilar, La Razón

¿Cuántos días lleva enfermo?, ¿qué síntomas tiene?, ¿cuántos años tiene?, cómo se siente?, es parte del rosario de preguntas para tratar de mantener consciente a las personas que están tumbadas en la camilla, sujetadas con correas en piernas y tórax, sin apretar su cuerpo.

Esta vez, es una señora que vive en una colonia de Iztapalapa, cuyo primer traslado es hacia el Autódromo Hermanos Rodríguez, trayecto de 14.3 kilómetros que en horario nocturno se recorre en 24 minutos por Anillo Periférico y Eje 3 Sur. Una parte del Autódromo fue habilitado el pasado 7 de mayo para recibir personas afectadas por Covid, sin embargo, sus pacientes recibieron la notificación de que tenían un folio que autorizó su ingreso a un hospital mejor equipado.

Ahora, del Autódromo Hermanos Rodríguez al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) son 19.8 kilómetros, que se recorren en otros 21 minutos, en los que la persona comenzó a cambiar su tono de piel, hasta adquirir un tono violáceo.

René, uno de los paramédicos más experimentados, tomó la decisión de estabilizarla con un coctel de medicamentos, mientras Carlos, su compañero, manipulaba el ventilador, otro más dio masajes de reanimación. Esto, ya afuera del hospital, en Tlalpan. Cuando la paciente ingresó al nosocomio, lo hizo con una sonrisa de agradecimiento.

En el traslado, el pavimento de calles y avenidas parecen un oscuro árbol navideño con luces rojas que van y vienen de una casa a un hospital, o de una clínica a otro hospital en busca de una cama. Aquí la parte trágica es cuando la luz se apaga, porque ya no es necesario llegar, significa que se apagó la esperanza e incrementar la cifra a 152 mil 016 decesos, casi el triple del escenario catastrófico que tenía el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, en junio pasado.

La cifra de pacientes se desborda hasta alcanzar porcentajes de saturación que en la Ciudad de México llegó a 86 por ciento de las camas con ventilador, o como el Estado de México, donde las camas ocupadas suman 80 por ciento.

Tras lograr que la paciente llegara con vida al hospital, Carlos y René se desplomaron exhaustos sobre la parte trasera de la ambulancia. Fueron minutos que sintieron como si cargaran toneladas sobre sus hombros. La familia no tuvo tiempo de saber sus nombres, de paramédicos que han contribuido a que más de un millón 348 mil 660 personas se recuperen de la enfermedad, a pesar de que han tenido caso, en los que familiares o el mismo paciente han dejado la llamada al 911 hasta los momentos críticos.

Es un descanso momentáneo, que permite hacer una pausa y devorar una fila de tacos a espaldas del Centro Médico Nacional Siglo XXI, del IMSS, antes de llegar a su base, donde repetirán el ritual de limpiar y desinfectar todo el equipo y la unidad. Deben hacerlo rápido para estar listos para el siguiente caso. Jorge, uno de los paramédicos, suma más de 15 días sin ir a su casa para evitar poner en riesgo a su esposa e hijos, por lo que duermen en la oficina, en un lugar que quedó acondicionado para descansar unas horas.

En cada minuto de su jornada laboral, los paramédicos de la empresa privada XE Médica, son el primer contacto después de una llamada a la que acuden apoyados en una experiencia acumulada de 20 años y una capacitación intensiva sobre atención Covid-19 en el Hospital Juárez de la Ciudad de México, que los certificó para hacer la diferencia entre la vida y la muerte luego del grito de ¡código blanco!

  • El dato: Paramédicos del Centro Regulador de Urgencias Médicas (CRUM) denunciaron la falta de equipo adecuado para trasladar a pacientes.