Con cautela, continúan labores ante riesgo de deslave

Labor quirúrgica en el Chiquihuite, pero sólo 50% acepta dejar su casa

Cuerpos de rescate apuntalan rocas con polines y sacos de arena; marcan como zona de seguridad 126 viviendas y piden evacuarlas; sólo en la mitad acatan la orden; tras rescates en Tula y Tlalneplantla ven extrema vulnerabilidad de mascotas ante fenomenos naturales

El Ejército rescató a un perro debajo de la zona siniestrada en Tlalnepantla.
El Ejército rescató a un perro debajo de la zona siniestrada en Tlalnepantla. Foto: Especial.

Con pasos que no quisieran dejar huella, un rescatista enfundado con casco y traje amarillo camina entre los escombros que dejó el deslave del pasado viernes en el cerro del Chiquihuite, mientras alrededor impera el silencio, ya que la más mínima vibración aumenta el riesgo de otro derrumbe.

Es una misión de vida que requiere paciencia, tiempo, agilidad y pericia para encontrar a las tres personas que permanecen desaparecidas tras el colapso: Daniela y sus hijos, Dylan de cinco años y Dailin de tres.

Las piedras de hasta 200 toneladas encima de cientos de rocas dificultan más la labor de los equipos de rescate, al igual que el ojo de agua que está en una de las paredes del cerro y vuelve más inestable el terreno. No puede haber un paso en falso, ni una palabra en voz alta.

Los expertos colocaron costales de arena en la base de las piedras para evitar que se muevan y, por la pendiente, caigan sobre otras casas y pongan en riesgo la vida de los rescatistas, ingenieros, personal de seguridad y los habitantes de Tlalnepantla. El sábado hubo un deslizamiento de 12 milímetros, detallaron autoridades del Estado de México.

Los equipos de rescate están divididos en células de ocho personas que trabajan entre 30 a 45 minutos y se rotan, para evitar el agotamiento físico y mental. Cada célula es acompañada por binomios caninos: una persona y un perro entrenado para rastrear vida. No hay tregua para aprovechar la luz del día.

Al mediodía de ayer, los rescatistas lograron sacar con vida a un perro bulldog, 48 horas después del derrumbe y reportan que vivirá; otro perro que fue encontrado el sábado por integrantes de la Marina, no logró sobrevivir.

El camino que conduce al lugar de la tragedia está conformado por una pendiente que abarca ocho casas de largo; después, hay que subir de 10 a 12 escalones con cinco descansos cada uno que dejan jalando aire a todo aquel que nunca ha estado ahí, incluso, a militares y policías que doblan los cuerpos mientras hacen una pausa al llegar hasta arriba.

Las autoridades del Estado de México determinaron que 126 casas deberán ser evacuadas para evitar que un nuevo desplome afecte a más familias. Sin embargo, hasta la tarde de ayer, sólo la mitad había dejado su hogar.

Entre el temor por la rapiña y la incertidumbre por los trabajos en el cerro, decenas de familias comenzaron a sacar en mochilas, maletas de viaje y hasta bolsas de basura con tal de no perder una parte de su patrimonio.

Se improvisa cualquier tipo de mudanza, como lo hizo un hombre que caminó cuesta abajo sosteniendo su pantalla de 60 pulgadas contra su pecho, envuelta con una cobija azul cielo deslavado y una cuerda entrecruzada. Con la otra mano, carga una bocina.

El joven de complexión delgada y tez morena se dirigió a casa de uno de sus familiares para esperar el regreso de la normalidad ya que comenta que no acudirá a los refugios.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del Inegi, entre abril y junio de este año, 81.2 por ciento de los habitantes de Tlalnepantla se sentía inseguro en su zona.

La tarde del domingo, al igual que el joven y su pantalla, decenas de familias continuaron sacando sus pertenencias sobre la calle Cuerpo Alpinista de México, en el perímetro de seguridad que las autoridades delimitaron.

Una mujer carga una jaula que abarca casi la mitad de su cuerpo con un loro de cabeza amarilla y regresa por más bolsas, y cubre una pantalla en una toalla rosa vibrante y un canario. A la par, una camioneta convertida en una mudanza improvisada: refrigerador, una cama desarmada, colchón y lavadora a cuestas, y ya no cabe más.

“Nos piden paciencia”, contó Fabiola, quien desconoce si permanecerá en su casa es segura. “Depende de los trabajos, si el cerro se empieza a mover mucho, nos van a desalojar”, comentó.

Vecinos de Tlalnepantla, incluso de Ecatepec, se organizaron para llevar comida desde el primer día del deslave.