Durante el 2022, la migración irregular hacia Estados Unidos apuntaba a romper la barrera histórica de flujo de personas, debido a que extranjeros y mexicanos siguieron saliendo de sus países de origen, expulsados por la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia, en un fenómeno agudizado por la pandemia de Covid.
Históricamente, los ciudadanos del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras) son los que más llegaron a territorio mexicano desde la oleada del 2018, pero durante este año se sumaron países que aumentaron considerablemente los flujos, como los procedentes de Venezuela y Colombia.
Hasta septiembre pasado, la migración irregular se incrementó 32.5 por ciento en comparación con el lapso similar del año anterior. A Estados Unidos entraron un millón 860 mil personas ilegalmente.
La posibilidad de una regularización en ese país exacerbó la esperanza de los extranjeros, que atestaron las fronteras de los estados del norte de México, en su intento por cruzar la franja y solicitar asilo.
En Chiapas, este año se retomó el fenómeno de las caravanas, pues comenzaron a salir diariamente y, aunque no hay registro exacto de cuántas lograron formarse, se sumó la crisis en Oaxaca, que se convirtió en la nueva esperanza para que los migrantes pudieran regularizarse y seguir su camino hacia el norte de México.
Los traslados irregulares con la asistencia de “polleros” también se mantuvieron, en un jugoso negocio ilegal sin fin.