Los reportes por casos de comportamiento violento e intimidatorio entre alumnos, conocido como bullying, han crecido 58 por ciento en México durante el primer bimestre del 2023.
Datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, a los que La Razón tuvo acceso, indican que durante enero y febrero de este año han documentado 77 reportes, lo que se traduce en un promedio mensual de 38 casos.
La cifra rebasa al promedio de 24 casos mensuales que llegaron a esta organización en el 2022, cuando el registro anual cerró en 292 expedientes.
El presidente del Consejo Ciudadano, Salvador Guerrero Chiprés, señaló que, aunque estas manifestaciones violentas entre alumnos se desarrollan en espacios escolares, las autoridades educativas no son las únicas responsables de su prevención y erradicación, pues las agresiones cometidas son producto del contexto en el que viven y se desarrollan las y los alumnos.
“El bullying no es un problema escolar; ocurre en las escuelas, pero las causas no están registradas necesariamente en éstas. El bullying es un elemento sintomático de un entorno donde hay violencia, donde no hay atención, donde eventualmente hay muchas tensiones: económicas, psicoemocionales, que ocurren en el hogar”, dijo, en entrevista.
El bullying es un elemento sintomático de un entorno donde hay violencia, donde no hay atención, donde eventualmente hay muchas tensiones: económicas, psicoemocionales, que ocurren en el hogarSalvador Guerrero Chiprés, Presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México
Detalló que el 50 por ciento de los reportes recibidos corresponden a secundaria; 27 por ciento, de primaria, y seis por ciento, de preescolar.
Por tipo de violencia, abundó que la física, “la más grave”, ocurre en el 32 por ciento de los casos; verbal, 24 por ciento; psicológica, 16 por ciento, y la de carácter sexual, 10 por ciento, al igual que la cibernética, mientras que ocho por ciento de los reportes indican exclusión social.
Precisó que, en cuanto a perfil, el 53 por ciento de las víctimas son mujeres, y el 55 por ciento tiene de 12 a 15 años.
Señaló que una niña, niño o adolescente que se convierte en victimario, percibe violencia en su hogar, “que es un ejercicio de poder alrededor” de la persona menor de edad que enfrenta un “conjunto de condiciones a las que no puede responder ahí y las traslada al espacio público y los desahoga eventualmente en la escuela”.
A pesar de que los registros del Consejo Ciudadano han ido al alza, Guerrero Chiprés afirmó que resulta imposible asegurar que el fenómeno realmente esté en crecimiento, o esta tendencia se deba a que hay una mayor visibilización, dado el auge del uso de teléfonos celulares que permiten dar cuenta de lo que ocurre.
“A veces las y los jóvenes prefieren trasladar un contenido para posicionarse en redes sociales que intervenir para interrumpir una pelea, que es el caso de lo que vimos con Norma Lizbeth (la adolescente de secundaria que falleció por los golpes de una compañera que le hacía bullying)”, comentó.
Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran que la violencia entre estudiantes mexicanos ha aumentado.
El Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) mostró que, en el 2015, el 20.5 por ciento reportó haber sido víctima de cualquier tipo de agresión; sin embargo, la cifra se elevó a 23 por ciento para el 2018, año de la última actualización.
Guerrero Chiprés apuntó que tanto las víctimas como los victimarios no reciben el acompañamiento adecuado por parte de la estructura familiar, escolar, de las autoridades, empresarial y comunitaria, que son las responsables de asumir el compromiso para combatir esta problemática.
“Sin una visión integral de este tipo, el bullying no va a reducirse y tiene que estar acompañado de la denuncia formal”, dijo el especialista.
Recordó que hay una realidad que funge como factor para esta problemática: en 33 por ciento de los hogares mexicanos solamente se cuenta con la madre.
“Si la señora que tiene tres hijos, tiene que salir a trabajar todo el día, es prácticamente que esté en la misma disposición de cuidado que tienen las parejas o donde hay abuelos; de la misma manera, en familias acomodadas, si quienes están al pendiente del crecimiento de los niños son las trabajadoras del hogar y no quien tiene más oportunidad, no podemos decirle después a la escuela que ella es la responsable entera del bullying. No son los más pobres los que hacen más bullying”, dijo.
Tras señalar que las familias tienen derecho a exigir justicia y que ésta se otorgue, apuntó que también deben prestar atención a señales como cambios repentinos en el comportamiento, aislamiento, daños en el cuerpo, cambios en el uso de ropa para posiblemente cubrir lesiones, y actuar ante ello.
“Como adultos tenemos dificultades para reconocer que es nuestra responsabilidad estar cerca de niños y adolescentes… Tenemos que asumir que somos padres y madres, no somos amigos, lo cual implica una supervisión, una combinación de sensibilidad, firmeza, afecto, pero también guía y acompañamiento”, mencionó.