Expertos en Protección Civil y sismos aseguraron que ningún país se encuentra suficientemente preparado para un movimiento telúrico de gran intensidad, a pesar de los protocolos de prevención, aunque resaltaron que, en el caso de México, se ha ido avanzando para reaccionar de mejor manera ante un evento de gran magnitud.
En entrevista con La Razón, Víctor Hugo Espíndola, jefe del Área de Análisis del Servicio Sismológico Nacional (SSN), dijo que, de cualquier manera, “estamos mejor que en 1985 y 2017”, debido a que los protocolos van mejorando a medida que se tiene un evento de esas características.
“Sí estamos mejor que en esos años, pero es necesario tener en cuenta que existen construcciones más antiguas de 1985 y, por ende, pueden tener afectaciones en caso de un nuevo sismo que cause daños; eso siempre va a ocurrir”, explicó.
El sismólogo de la UNAM expuso que muchos edificios que no se colapsaron en los sismos de 1985 y 2017 tienen grandes daños estructurales, lo que, dijo, se ve a simple vista, por lo que se tienen que demoler a la brevedad, si no se quiere tener un nuevo desastre.
Sí estamos mejor que en esos años (1985 y 2017), pero es necesario tener en cuenta que existen construcciones más antiguas de 1985 y pueden tener afectacionesVíctor Espíndola, Jefe del Área de Análisis del SSN
“Incluso, muchos en la ciudad tienen daños estructurales y se ven con estas X que se encuentran en sus columnas o muros de carga, por lo que pueden colapsar en caso de un nuevo sismo, pero a veces es más caro darles ese mantenimiento que construirlos de nuevo y por eso muchos se encuentran abandonados”, dijo.
El experto dijo que si bien hay una expectativa de un nuevo temblor fuerte en el país, que se ha manejado desde hace años, lo cierto es que la brecha de Guerrero sigue siendo la de mayor riesgo, debido a que lleva más de 100 años sin movimiento, aunque advirtió sobre estudios que hacen pensar que ha habido desplazamientos en esa región.
“Le llaman sismos lentos y, aunque poco a poco se ha liberado energía, no se sabe la magnitud de lo que pueda pasar o si es en toda la región de esa brecha; por ello, se cree que no ha temblado en esa parte en muchos años”, explicó.
Indicó que en el Golfo de Tehuantepec hay otra región que también no ha tenido actividad en años, o en Acapulco-San Marcos, que tampoco se ha movido. Otra de las brechas que no ha tenido actividad es la de Acambay, en el Estado de México, que tuvo un temblor en 1923 y de ahí a la fecha está dormida.
“El sismo de Acambay tiene 112 años que ocurrió y las otras décadas sin actividad, sin embargo, no sólo esas zonas son las de riesgo, pues existen muchas que no han tenido acción en años y hay una gran cantidad de fallas que ni siquiera han tenido actividad. Son regiones que se desconocen”, dijo.
Sostuvo que en el 2022 hubo un sismo que provino de la zona donde se produjo el temblor de 1985; pueden ser de diversas magnitudes, pero no con los mismos efectos, pues a pesar de la región, no hubo daños, apuntó.
La participación ciudadana es muy importante, sobre todo en las grandes ciudades (...) ya que ha habido sismos terriblemente dañinosFausto Lugo, Exsecretario de Protección Civil de la CDMX
Respecto a los microsismos que se han registrado en los últimos meses en la Ciudad de México, de magnitudes de entre 1 y 4, mencionó que no son de origen volcánico, por lo que se descarta que pueda nacer un nuevo volcán en la capital del país, pues está asociado a fallas subterráneas que están activas y que provocan enjambres sísmicos.
“Lo que nos da a conocer es la profundidad de las fallas que están activas y por dónde están pasando, Son sismos normales, pero es necesario recordar que estamos en el eje volcánico y por ello están activos”, dijo.
De manera coincidente, Fausto Lugo, exsecretario de Protección Civil de la Ciudad de México, señaló que el tema de prevención es un proceso continuo y, a pesar de los eventos que se han suscitado, “estamos mejor que hace muchos años, pero sin duda hay muchas cosas en qué mejorar”. Por ello, explicó, se hacen simulacros, con el fin de detectar las fallas.
Recordó que los temblores pueden ser de mínima intensidad, pero también muy fuertes, y por ello la ciudadanía debe estar en completa preparación, con el objetivo de saber actuar en caso de un evento mayor.
“La participación ciudadana es muy importante, sobre todo en las grandes ciudades, pues depende del entorno en donde se esté, ya que ha habido sismos terriblemente dañinos para el país”, recordó.
Respecto a las estructuras que están debilitadas o que son muy viejas, dijo que, por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México, y en específico en la alcaldía Cuauhtémoc, muchos edificios están catalogados con valor histórico, lo que impide que se hagan modificaciones.
“Todos estos inmuebles deben tener un proceso lento y a veces es muy lento, y ése es el gran problema. Muchos edificios en la Roma o Condesa pasan por ese tema, por ello las reparaciones van más lentas”, explicó.
Fausto Lugo aclaró que, en el tema de los microsismos registrados en la capital, que son de preocupación para los habitantes, no son en realidad “microsismos”, sino que son temblores de menor magnitud y que lo único que indican es que hay un epicentro nuevo. “Lo que hay que hacer es seguir las recomendaciones de un sismo, pues no se deben minimizar, ya que cualquier tipo de prevención es necesaria”.
Finalmente, aseguró que los temblores que se han registrado los días 19 de septiembre son sólo una coincidencia, por lo que la gente no se debe asustar ni entrar en pánico, ya que no hay una relación, hasta el momento, que se trate de algo cíclico.
Inmuebles dañados, aún sin tener atención
En el abandono y dejados a su suerte se encuentran decenas de edificios, casas y departamentos en la Ciudad de México que resultaron con daños tras el sismo de magnitud 7.1 en septiembre del 2017.
A seis años de ocurrida la tragedia, aún permanece colocada en sus paredes la lista de los alumnos de primaria del Colegio Enrique Rébsamen en la alcaldía Tlalpan, que desde la calle se ve por el boquete en la parte frontal del edificio a punto de colapsar. El pizarrón blanco y corroído por el paso de los años deja ver los últimos apuntes que se tomaron en clase, sin saber que ese día era el último que lo harían.
“Fue horrible ese día. Acá los vecinos nos unimos y ayudamos en lo que pudimos. Nos pidieron que dejáramos descansar a los soldados y marinos, y les apoyamos. En la casa de al lado había herramientas y todo lo necesario para ayudar en las labores de rescate; en mi casa, que está enfrente, había medicinas y doctores, pero en la casa de al lado de mi vecina, estaban todos los cuerpos de los chiquitos”, explicó Zaida, vecina del lugar.
Ahora el edificio de cuatro pisos se encuentra a punto de caer y sólo los maderos que se utilizaron para apuntalar los pisos atajan un futuro seguro: la destrucción. Por uno de los orificios de la puerta de madera que cubre el colegio se puede ver la camioneta Jeep Pilot que contuvo la caída del edificio y que hoy se encuentra aplastada y abandonada en el patio de la escuela donde jugaban los niños.
Bancas oxidadas, escaleras a punto de caer, rejas derruidas, pasto crecido y ventanas rotas es ahora el panorama sombrío en la escuela, que sólo brinda un hogar a varias familias de gatos que salen y entran.
Seis años después, la preocupación de los vecinos es otra, pues desde las colonias aledañas se ven mantas en las marquesinas que advierten que en el predio se construirá un desarrollo inmobiliario.
“A nosotros nos dicen que se van a construir al menos dos torres de departamentos del Invi (Instituto de Vivienda de la Ciudad de México), pero nosotros no lo vamos a permitir, pues después de la tragedia, no debe ponerse nada. Ya ven, el memorial se colocó a varios kilómetros de aquí y ya fue abandonado; no queremos más problemas”, dijo Zaida.
Otro de los vecinos, de nombre Francisco López, mencionó que espera que el litigio acabe pronto, pues en cualquier momento se caerá el edificio, que pende de unos pilotes que también están sumamente desgastados por seis años de aguantar el peso de toneladas de concreto.
Tenemos miedo de que se vaya a caer un día, porque quedó muy dañado. Desde hace años salgo a correr a diario y lo veo, esperando a ver cuándo se viene abajoAntonio González, Vecino de la colonia Hipódromo
“Está en juicio, pero nos dicen que falta el proceso de extensión de dominio y después lo van a expropiar. Nosotros tememos que se caiga en cualquier momento porque está de pie de milagro, ya está sumamente desgastado”, manifestó.
En el Colegio Rébsamen fallecieron 19 menores y siete adultos, y el único recuerdo son las figuras de angelitos pegados en la puerta roída de madera, junto a un letrero con la leyenda “19S”.
Los movimientos telúricos del 7 y del 19 de septiembre del 2017 dejaron a muchas personas sin vivienda; incluso, muchos siguen sin regresar a sus hogares, pues sus edificios aún no acaban de ser arreglados o, inclusive, de ser revisados.
Tal es el caso de decenas de edificios en la colonia Hipódromo, de la alcaldía Cuauhtémoc, en donde parece que el tiempo se detuvo, pues los daños siguen, como si el temblor acabara de ocurrir, y nadie sabe de una posible acción.
En la avenida Ámsterdam, en el número 77, un edificio de ocho pisos se mantiene con vidrios rotos, pisos hundidos, muros con daño aparentemente estructural y ligeramente pandeado.
“Tenemos miedo de que se vaya a caer un día, porque quedó muy dañado. Desde hace años salgo a correr a diario y lo veo, esperando a ver cuándo se viene abajo”, dijo Antonio González, vecino del lugar.
El vigilante de un edificio contiguo explicó que el día del sismo salieron todos sus ocupantes, sacaron sus cosas y regresaron en algunas ocasiones por documentos, pero ya no se les vio.
“Aquí no han regresado, vinieron por cosas y se fueron, no han vuelto a regresar. Los que vigilaban, dijeron que le iban a dar mantenimiento, pero así se quedó”, explicó.
En la avenida Popocatépetl hay otro edificio que a simple vista deja ver las fisuras en forma de “x” que muestran el daño en sus paredes. Tanto cortinas, muebles, ropa y diversas pertenencias siguen en el interior del lugar, que fue paulatinamente olvidado, aunque los vecinos dicen que ha sido aprovechado por diversas personas para meterse y vivir en el estacionamiento subterráneo.
En otras calles, el panorama no es tan malo, pero los terrenos prácticamente quedaron abandonados. En lo que fue un edificio de oficinas en Álvaro Obregón 286, que colapsó y dejó 49 personas fallecidas, sólo quedó limpio el lugar, pero la promesa de reconstrucción nunca se materializó, pues en el lugar se colocaron anuncios electrónicos espectaculares y de alguna obra nunca hubo nada.
Frente al Parque México hay al menos cuatro edificios en obra negra y con visibles cuarteaduras que parecen ser indiferentes para los vecinos que, sin precaución, pasan por debajo de ellos. “Es que no se ven porque a la mayoría les pusieron mantas y pensamos que son obras de mantenimiento. Ni siquiera sabía que eran del sismo”, dijo un extranjero que renta en los alrededores.
Otros edificios ya fueron demolidos y la mayoría de los terrenos fue ocupada como espacio de estacionamiento. Tal es el caso de lo que fue una textilera en la colonia Obrera, donde sólo queda el recuerdo de los cuidadores de autos que “echan aguas en la calle”, y que ven cómo ese espacio ahora sirve para resguardar autos y lavado de vehículos.
A pesar de la tragedia, muchos habitantes lograron recuperar sus hogares. Después de mucho esfuerzo y protestas, los habitantes de los multifamiliares de Tlalpan tienen de nueva cuenta sus departamentos, tras vivir en campamentos, en la calle o con familiares, y ahora los testimonios son sólo de agradecimiento.
Elizabeth Bravo, habitante del lugar dijo que después de meses de dolor y lucha, recuperaron su único patrimonio, pero lamenta la situación de muchas personas que aún no pueden tener un hogar.
Rescate de costureras, una deuda pendiente
Elena “N”, quien laboraba en la empresa costurera Línea Moda Joven S.A de C.V. manifestó que, aunque “agradezco a Dios seguir aquí, pienso que la justicia no existe, o no en este país. Nosotras, como trabajadoras, no recibimos nunca una explicación de nada; sólo vimos caer todo. Quien nos tendió la mano fue gente de fuera, nadie del gobierno ni de la empresa. Yo no tengo hijos, pero vi a varias compañeras irse (morir) y sus hijos se quedaron solos”.
Elena comentó a La Razón que el 19 de septiembre del 2017 viajó desde Ecatepec, como de costumbre, a su lugar de trabajo; salió del metro y pensó: “Ah, hoy habrá ese cochino simulacro”.
Refirió que le daba miedo escuchar la alerta sísmica y que siempre pensó que “no me gustaría que me agarre el temblor ahí en el trabajo; si no nos dejan ni ir al baño, menos nos van a dejar salir”, y justo como pensó, ocurrió, pues debido a que en la empresa que laboraba no contaban con salidas ni protocolos de emergencia, muchas de sus compañeras quedaron sepultadas, después de que la construcción se desplomó.
Relató que ese día, cuando el predio de cuatro pisos se derrumbó, ella no quería ir a trabajar, pues presentía que algo no estaba bien; además, refirió que sufrían malos tratos dentro de la empresa y “las condiciones laborales no fueron nunca las mejores”.
El derrumbe de la empresa donde laboraba la mujer —en Chimalpopoca y Bolívar, Ciudad de México— provocó la muerte de 21 personas que trabajaban como costureras y personal operativo en dicho espacio, el cual tenía permiso para funcionar como oficina, pero en realidad albergaba las empresas textiles Línea Moda Joven; ABC Toys Company; Dashcam System Regalomex; Comercializadora Mextoy; Florina, y Seo Young Internacional.
La orden de los dueños de las empresas, según el relato de la trabajadora, que hoy tiene 35 años, fue rescatar primero maquinarias y herramientas antes que a las mujeres atrapadas. De inmediato, personal cercano a esas empresas se desplazó al lugar del derrumbe, donde cuatro días después la zona se declaró sin rastros de sobrevivientes y no había nadie por salvar con vida, dando paso a las maquinarias para recoger “los escombros”.
En 1985, las condiciones de trabajo eran muy deplorables y los edificios en los que laboraban no eran la excepción; sin embargo, en 2017 nada había cambiadoMartha Sandoval, Maestra de la UNAM
Sin garantías, miles de mujeres trabajaban hasta 12 horas en dichos talleres textiles, muchos de ellos clandestinos, con media hora de comida y con permisos para ir al baño bajo reloj, siempre y cuando un supervisor lo concediera.
Aquel septiembre del 2017, muchas de las trabajadoras quedaron sepultadas entre los escombros y más de 40 mil personas perdieron su empleo, refirió Vianey Martin del Campo, abogada feminista, quien ha asesorado a familiares de víctimas.
Desde el sismo de 1985 se visibilizaron las condiciones en que miles de costureras trabajan y, para la socióloga de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Norma Beatriz Orantes, esta condición sigue vigente en 2023.
“Ellas no han mejorado como deberían; el ejemplo nos lo deja el 19 de septiembre de 2017. ¿De qué sirve estar con el puño en alto?, ¿de qué sirve año con año exigir justicia para las miles de mujeres que fueron víctimas de un sistema que las olvidó? Ellas, las costureras, están sepultadas bajo escombros, pero las que están vivas están sepultadas en un olvido sistémico”, dijo.
“En 1985, las condiciones de trabajo eran muy deplorables y los edificios en los que laboraban no eran la excepción; sin embargo, en 2017 nada había cambiado”, expresó Martha Sandoval, maestra por la UNAM, en concordancia con Beatriz Orantes.