Entrega emblema del Poder Ejecutivo la histórica Ifigenia Martínez

La banda presidencial para una mujer

El lienzo confeccionado para Sheinbaum lucía apretujado en el expresidente; como señal de nuevos tiempos la mandataria saluda a la presidenta de la Corte, Norma Piña; un evento republicano representado por tres mujeres

Traspaso de la banda presidencial, ayer, en la imagen, Claudia Sheinbaum, Ifigenia Martínez y Andrés Manuel López Obrador. Foto: Cuartoscuro

A las 11:25 del 1 de octubre de 2024, Claudia Sheinbaum bajó del Aveo austero, que se estacionó a las puertas de San Lázaro, hacia el que enseguida encaminó de la mano de su esposo Jesús María Tarriba.

Faltaban sólo 8 minutos para que la banda presidencial, símbolo del poder máximo en la nación llegara a sus manos.

Una comisión plural de recepción cumplió su cometido con dejos de emoción. Rumbo al Palacio nada ni nadie hizo palidecer el inmaculado vestido de un color que los diseñadores llaman “crudo”, con bordados de flores en falda y puños, que se le ceñía con nítida elegancia al cuerpo esbelto.

El trajín rumbo a la Mesa Directiva del Congreso, donde se cumpliría el ritual de transmisión de poder, le resultó mucho menos complicado que el que antes hubo de superar Andrés Manuel López Obrador, quien había llegado 25 minutos antes, acompañado de su esposa Beatriz Gutiérrez.

El tabasqueño, como marca el protocolo, portaba la banda tricolor con el Escudo Nacional bordado con hilos dorados. Imposible no distinguir que el lienzo estaba hecho a la medida de Sheinbaum, pues en el frente a López Obrador prácticamente se le encajaba en la garganta y por detrás parecía envolverlo por debajo de la axila. Tendía a arrugarse el satín escrupulosamente planchado para la ocasión.

Esa banda debió superar empujones y estrujamientos de decenas de diputados —tanto de antigua militancia como de conversos recientes a la 4T— que buscaron con tesón y cuando fue necesario con fuerza, la selfie con el Presidente saliente.

A las 11:15, López Obrador pudo llegar a la Mesa Directiva en cuyo extremo derecho aguardaba la presidenta de la Corte, Norma Piña, con la que intercambió desdén.

La marabunta para las selfies no se pudo disipar sino hasta 13 minutos después, cuando por el pasillo izquierdo el caminar de Claudia Sheinbaum atrajo la atención.

Sus pasos fueron seguidos al momento, esta vez llevaba el cabello anudado en un chongo, en vez de la cola de caballo que desde hace años es su distintivo, hasta que llegó a encontrarse con López Obrador. La parte final de la sucesión —que quizá inició su curso hace casi 25 años cuando se conocieron— se puso en marcha. Un beso, un abrazo en el que, por cierto, quedó en medio la banda presidencial. Claudia se aproximó luego a la histórica Ifigenia Martínez —segunda integrante del Frente Democrático Nacional a la que, de manera consecutiva, le toca entregar la banda presidencial, pues a López Obrador en el 2018 se la entregó Porfirio Muñoz Ledo—. Figura de la izquierda desde hace casi 40 años, ya ocupaba su lugar en la presidencia del Congreso, vestida con un elegante atuendo rojo —pero apoyada por una cánula nasal que le suministra oxígeno— para cumplir una nueva cita con la historia, ahora a los 94 años de edad.

Sheinbaum sí saludó a la ministra Piña, entre sonrisas de cordialidad. No fueron pocos quienes vieron en el gesto una señal de nuevos tiempos, a pesar de la reivindicación que la morenista haría minutos después de la reforma al Poder Judicial.

Después no pasaron ni diez segundos para que arrancara formalmente la ceremonia por todos esperada. Sheinbaum con la mano derecha levantada prometió guardar y hacer guardar la Constitución. Y cuando dijo: “el cargo de Presidenta de la República que el pueblo me ha conferido…” retumbaron aplausos y vítores que inundaron el salón de plenos. Siguió luego con la voz bien impostada, hasta concluir: “…y si así no lo hiciera que la nación me lo demande”. Los chasquidos de los obturadores de cientos de cámaras se alcanzaron a escuchar mezclados con aplausos cuando Claudia levantó los dos puños en señal de triunfo.

El reloj registraba las 11:32 horas cuando, para retirarle la banda presidencial, se aproximó a López Obrador una cadete del Colegio Militar (ya no soldados hombres como se estilaba en el pasado): desprendió el velcro hasta que los dos extremos de la parte inferior quedaron separados. La militar le retiró entonces la tela tricolor que sólo unos pocos en la historia han podido usar. En ese momento, el de Tepetitán, de 73 años, dejó de ser, para efectos simbólicos, el Presidente de la República, tras gobernar el país por cinco años y diez meses. La cadete entonces extendió la tela tomándola con la puntas de pulgares e índices, con delicadeza. La dio al ahora expresidente que, enseguida, se acercó, como marca el protocolo, hacia la depositaria momentánea del símbolo.

Martínez demoró un poco para ponerse de pie. Claudia y Andrés apuntalaron su esfuerzo, cada uno con un brazo, mientras una voz rompía el silencio y la expectación: “¡Viva Ifigenia!” (muchos respondieron la arenga, incluida Sheinbaum: “¡viva!”). Y este último buscó entonces iniciar la entrega de la banda que volvió a extender, pues la había doblado en tres partes. “Te la paso a ti”, le dijo.

Con la mano izquierda trémula, la luchadora social pudo asirla o acaso dejar que se deslizara los instantes y centímetros necesarios para acercarla a quien es la nueva Presidenta, quien ya con ella en sus palmas dio un paso y asintió para que otra cadete la asistiera en la tarea de colocarla sobre el hombro y alrededor del torso. Norma Piña, unos pasos atrás atestiguaba el momento con una mirada tierna y aplausos incesantes.

En la escena, como se aprecia, había tres mujeres representando a los tres Poderes de la Unión.

Se escucharon suspiros cuando el último centímetro de la banda quedó adherido en sus extremos y Claudia miró hacia el fondo de salón que hizo las veces de firmamento. Los suspiros devinieron en gritos de celebración porque Claudia Sheinbaum Pardo, de 62 años, oriunda de la Ciudad de México, a las 11:35, con la banda presidencial ya tenía todas las atribuciones que detenta el Poder Ejecutivo en la República, el poder de los poderes.

Claudia a esa hora era ya la primera Presidenta de México en 200 años de vida independiente, quizá sean 500, como ella misma dijo, si se agregan los tres siglos de Conquista. Y decidió compartir ese nuevo poder conquistado con 35 millones de votos, cuando, ya en el atril, en su primer discurso ante la Nación dijo: “Llegamos todas”.