Mascotas tienen lugar en ofrendas mexicanas

“Me acompañaron en vida y ahora yo los espero siempre”

Bombón, Chikis, Miston, Kiko y Lula formaron parte de tres familias diferentes que las recuerdan en el Día de Muertos; nos volveremos a ver y los acariciaré como antes, señalan

En la ofrenda de Mariana se puede ver a Lula y a otras de sus mascotas, ayer.
En la ofrenda de Mariana se puede ver a Lula y a otras de sus mascotas, ayer.

Por esperar en las jornadas de desvelo, por mover la cola cuando llegaba a casa o irse a recostar a un lado en los días difíciles, ahora, en el Día de Muertos, las mascotas también tienen un lugar en las ofrendas mexicanas, donde sus familias encienden una veladora y ponen algo de lo que comían en vida para esperar su regreso y volver a pensarlos cerca.

Incluso en muerte siguen acompañando a quienes los acogieron, como Bombón y Chikis, un schnauzer y una chihuahua que comparten la mesa de ofrenda junto a los abuelos de Jesús, también ya fallecidos.

“El Bombón fue rescatado de la calle y tenía aproximadamente cuatro o cinco años y falleció unos siete años más tarde, unas horas antes de mi abuelo. A la Chikis la adoptaron de bebé, ella ya estaba desde antes del Bombón y vivió aproximadamente 12 años, era muy buena perrita y siempre estaba acompañando a mis abuelos en sus salidas y viajes. Falleció hace un par de años”, compartió Jesús.

Las ofrendas también hacen posible lo que en vida nunca se imaginó que pudiera ocurrir, como que Miston y Kiko estén juntos. Fueron un gato pardo y un perro mestizo y orejón que el tiempo que estuvieron bajo el mismo techo fue imposible que convivieran en el mismo espacio porque los rasguños y mordiscos no faltaban. Eso sí, recibieron amor y cuidado por igual.

La extraño mucho, pero siempre la tengo presente y segura estoy que desde donde esté se encuentra bien y en algún momento la volveré a ver, la acariciaré como antes y estaremos juntas otra vez
Mariana, Dueña de Lula

Ya de 11 años, Kiko se perdió en septiembre de 2015, una semana antes de que el padre de Karina fuera operado a corazón abierto. Nadie lo vio salir de casa ni rondar por las calles aledañas, simplemente desapareció. En esta familia, quedó la idea de que el pequeño perro decidió dar la vida para que su dueño saliera bien de la intervención.

Pero la partida del felino dejó una herida muy grande, porque su muerte fue una negligencia veterinaria, pues se le dejó morir solo en una cabina porque a los encargados se les olvidó atenderlo la madrugada en que fue llevado por una emergencia.

“Los dos me acompañaron en vida, en las madrugadas que tenía tareas, me recibían cuando llegaba de la escuela o cuando mis papás abrían la puerta luego de trabajar. Nos dejaron con muchos recuerdos y el corazón destrozado porque no hay día que no los extrañemos. Aunque no son humanos, yo los espero siempre en la ofrenda, con sus croquetas y agua, porque los dos tomaban demasiada. A lo mejor en otro mundo ya juegan juntos y llegan en paz hasta esta mesa”, dijo Karina.

Mariana también dio un espacio a sus compañeros, como Lula, una golden retriever que estuvo con ella durante 13 años a los que hoy recuerda por las siestas juntos y la lucha que también emprendieron por mantenerse vivos.

“Para mí es muy importante colocar a mis grandes compañeros de vida como lo fueron mis perritos, son una parte fundamental en mi ofrenda, ya que forman parte de mi ser, ellos estuvieron en mi vida.

“Ella dormía conmigo, siempre estuvo ahí, comíamos juntas, se ponía muy feliz siempre al verme; tristemente padeció de tumores cancerígenos, la sometieron a una cirugía pero no logró recuperarse. La extraño mucho, pero siempre la tengo presente y segura estoy que desde donde esté se encuentra bien y en algún momento la volveré a ver, la acariciaré como antes y estaremos juntas otra vez”, contó.