Luego del cierre de la frontera para los migrantes irregulares que buscaban llegar a Estados Unidos, los extranjeros que sobreviven en casas de madera en la Ciudad de México, apuntan hacia Europa, con la mira puesta en España.
“¡Ahora pues pa’Europa!”, señalaron varios de los habitantes del campamento de la zona centro de la Ciudad, que han bautizado como “la pequeña Venezuela”.
Aseguraron que irán a “España, porque allá no nos piden papeles, o jalarnos pa’llá, pa’Canadá, porque con la llegada de éste ya todo se cayó”, pues algunos ya han sido deportados, incluso más de una vez, y con la nuevas medidas ven imposible lograr el sueño americano.
La Plaza de la Soledad continúa siendo el hogar de cientos de migrantes, que hasta hace algunos días aún tenían la esperanza de llegar a EU. Ahora hay incertidumbre, pues la llegada de Donald Trump a la presidencia de aquel país, extinguió la única vía legal que tenían para entrar a ese país, el permiso del CBP One.
Aunque el Gobierno no prevé implementar deportaciones masivas como EU, otros migrantes coinciden en que hay dos opciones para ellos: esperar a que Trump cambie de opinión y los acepte, o volver al país del que huyeron o a otro en el que se hayan sentido bien, ya que afirman no ver futuro para ellos en México a causa de la delincuencia y la vida cara.
Sandra, migrante venezolana que sobrevive en el parque La Soledad, dijo no estar dispuesta a continuar en casas improvisadas de cartón o madera vieja que no frenan el frío ni el olor de la basura acumulada desde hace días, de los orines o el agua sucia que se estanca en la salida de la única lavadora que comparten más de un centenar de personas.
Ahora que las citas del CBP One fueron canceladas y EU endureció su política migratoria, se siente triste porque ve perdida la última oportunidad de cruzar, ya que no alcanzó a tramitar una nueva cita, luego de que perdió la anterior por llegar tarde porque múltiples obstáculos que le “comieron tiempo”.
Varias mujeres que esperan en la fila del agua para llenar sus botes y garrafones, coinciden en que para ellas “no hay futuro aquí”, porque además de sentirse en constante riesgo, conseguir empleo es otra dificultad.
“A los hombres les dan trabajo rápido, los tienen cargando cajas en las bodegas (comercios del Centro Histórico), los ponen en los puestos porque los pueden levantar rápido. A nosotras nada más te contratan si estás bonita para que les adornes el negocio. Cuando estuve más abajo (otros países del sur) fue diferente, sí me daban trabajo, aquí sólo cuido niños y nadie me da nada. Si eres soltera es peor, si estas juntada, por lo menos el marido da dinero”, afirma otra migrante.
Genesis vive en el mismo lugar con sus dos hijos, lamenta la decisión de Trump, pero afirma comprender: “Tiene razón, mucha gente no va a trabajar, muchos van a hacer daño y estorbar. Yo busco lo mejor para mis hijos pero por la gente mala pagamos los buenos”.
Darío, un migrante venezolano, dice: “Yo me regreso pues pa’ Venezuela, aunque dicen que a los que van para allá los andan secuestrando y tengo que regresar por tierra, ni loco me vuelvo en La Bestia”.