En Ayotzinapa ven escuela como a una madre

Nunca se deja solo a un camarada: Normalistas

Estudiantes destacan que de ahí salen docentes con conciencia que van a los pueblos más marginados; vamos a donde el Gobierno no le interesa ir, dicen; reivindican ideales de lucha

Normalistas de Ayotzinapa se manifestaron, ayer, en el Antimonumento de los 43.
Normalistas de Ayotzinapa se manifestaron, ayer, en el Antimonumento de los 43. Foto: Eduardo Cabrera, La Razón

Con el cabello a medio rapar que les hace ver la cabeza redonda, y con cubrebocas negro para cuidar parte de sus rasgos y mantenerse en el anonimato, jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, aseguran que su escuela es combativa, pero también fomenta valores entre compañeros.

Al hacer una reivindicación de los ideales de lucha de esta escuela, a la que consideran su “madre”, dos jóvenes de no más de 20 años accedieron a hablar con La Razón sobre cómo es su vida dentro de esta escuela rural.

Cuando se les preguntó su nombre, respondieron al unísono con un rotundo “¡no!”, pues argumentaron que también eso es importante para cuidar su identidad. “La Normal de Ayotzinapa es conocida porque nos enseñan el compañerismo —nunca se le va a dejar solo a un camarada—, además de que nos enseñan a ser empáticos con los demás movimientos sociales que apoyan a la Escuela Normal de Ayotzinapa”, comentó uno de los entrevistados con la voz cantada y con mirada profunda.

“Nunca se le dejará solo a un camarada”, insiste mientras juega con sus manos en señal de un nerviosismo que revela que pocas veces expresan su sentir. Explica que este valor surgió antes de la desaparición de sus 43 compañeros y por esa razón no se les ha dejado de buscar y exigir su aparición con vida.

La escuela es nuestra madre, de ahí salimos docentes, conscientes que van a los pueblos más marginados donde el Gobierno no quiere mandar a educadores
Normalista de Ayotzinapa, Alumno

Al hablar de la lucha que mantienen para que sean localizados, el tono de voz aumenta, es firme y contundente: “Seguiremos luchando por los 43 camaradas desaparecidos y pues, hasta que se solucione este caso, no vamos a descansar. Estamos en total apoyo con sus familias”, comentó.

A 295 kilómetros de la Ciudad de México, partiendo desde el Zócalo, se encuentra la Normal Raúl Isidro Burgos, casi cuatro horas en automóvil para aquellos que se aventuran a llegar a dicha escuela que comienza a ser afectada por la viruela del tiempo, pero que sus propios alumnos cuidan.

El joven de la mirada profunda y ojos negros, describe su universidad encallada en las faldas de la sierra guerrerense, y a cinco kilómetros de Tixtla, como “grande” y llena de murales que le evocan el sentimiento de lucha.

“Hay un mural del Che Guevara y de Lucio Cabañas, que salió de nuestra escuela y fue guerrillero”, comenta.

Asimismo, detalla que, en la explanada principal, cubierta por un toldo de lámina, “por estas fechas ponemos 43 bancas con las imágenes de nuestros 43 camaradas desaparecidos. Hay una tortuga gigante, que es emblema del pasar de la investigación”.

El segundo joven, de ojos más claros y cejas pobladas, menciona que para él “la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos la describimos como una madre, ya que nos alberga; alberga a los hijos de campesinos, aquellos que no tienen el recurso para seguir estudiando”.

El muchacho, que viste con un pants negro y playera gris, calza huaraches de suela de llanta que se miran gastados por el tiempo que los ha ocupado caminando y marchando, exigiendo la presentación con vida de sus 43 compañeros desaparecidos hace 10 años.

“La escuela es nuestra madre, de ahí salimos docentes, conscientes que van a los pueblos más marginados donde el Gobierno no quiere mandar a educadores. Es ahí donde nosotros llegamos a impartir nuestra conciencia, nuestros idealismos que se nos imparte; el compañerismo, el humanismo que llevamos de la Normal”, explica.

En las aulas de la Normal, explica, “nos enseñan, pues, como ser un maestro. Un maestro que empatice con los alumnos y pues les enseñe buenos ejemplos, buenos modales, y los apoye en lo que pueda. También a hacer diferentes cosas, como en todas las universidades para docentes, cómo hacer planeaciones de clases y dinámicas”.

Además de cómo ser maestros, el joven normalista puntualiza que, igualmente, les enseñan a “hacer un cambio en los niños, pues, enseñarles ese pensamiento de humanismo a los demás”.

Nos vemos como maestros

En una reflexión, ambos jóvenes que egresarán de la Normal Rural, se ven como maestros en un futuro.

El chico de palabras cantadas comenta: “¿Mi persona? Se considera que a futuro sería un buen docente, ya que mi conciencia, mi analismo que llevaré a los pueblos marginados, es enseñarles a que no deben tener miedo a hablar, a manifestarse, que en un futuro ellos, si ven que están siendo reprimidos, salgan a las calles.

“Hay que darles esos idealismos que nos están impartiendo a nosotros. Ahí, como docente, impartiría el humanismo, que todos estuvieran unidos, en colectivos; que nadie hiciera menos a nadie, que todos apoyaran, que todos sobresalieran y que nunca se dejaran solos”.

El otro joven entrevistado por este diario, con voz en principio dudosa de su respuesta, dice: “Pues… nosotros estamos en una escuela que nos caracteriza por ser maestros, pues, que van a lo más recóndito del estado de Guerrero y diferentes estados; a donde el Gobierno prácticamente no les interesa nada ir”; y con los ojos húmedos, comenta: “Primeramente Dios, pues vamos a ser maestros”.