Cada 16 días desaparece o pierde la vida una niña o niño migrante que atraviesa el territorio mexicano, un fenómeno que ha crecido 43 por ciento en el actual sexenio.
Datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que rastrea los casos de fallecimiento y desaparición de personas durante su ruta hacia un destino internacional, muestran que, desde el 2019 —primer año completo de la actual administración—, 110 menores de edad han perecido o se desconoció su paradero mientras transitaban por el país.
Aquel año cerró con 23 casos y cayó a siete en el siguiente, el año de la pandemia. Desde entonces, la situación se agravó anualmente hasta llegar a 33 casos en el 2023.
Este atentado contra su integridad deja huellas en las personas que los acompañan, lo que incluye un impacto para más infantes que viajan con o sin familias en un intento por llegar a la frontera norte.
Durante el 2023 se identificaron 105 mil 110 casos de menores de edad, de cero a 17 años, en situación migratoria irregular en México, un incremento de 47 por ciento respecto al 2022, cuando fueron 71 mil 206. Además de muerte y delitos, estos menores enfrentan situaciones que pueden tener un impacto negativo en su sano desarrollo.
Uno de estos menores es Willie, un pequeño venezolano de ocho años de edad que busca llegar junto a su familia a Estados Unidos, para así “hacerla en grande”.
“Nosotros salimos ya hace un rato”, contó, con una sonrisa tímida. “A mí me gustó mucho la selva, pero la de aquí de México, porque una vez pasamos una y había personas muertas y muchas cosas tiradas, esa no me gustó”, expresó, al referirse a la peligrosa selva del Darién —localizada entre la frontera de Colombia y Panamá—, mientras mantenía la mirada fija en una cámara fotográfica.
Ruth, una mujer también proveniente de Venezuela, expuso que, como Willie, hay cientos de pequeños más y teme lo que toda la situación pueda causarle a él o a más niños y niñas en un futuro, cosa que, relata, ha podido notar con su hija mayor de 15 años, a quien cree que ya no puede controlar por la falta de autoridad y educación en las y los jóvenes.
“No hay nadie que nos ayude para enseñarles (académicamente). Imagínate, muchos ya llevamos hasta un año fuera de nuestros países y ese es tiempo que ellos no van a la escuela y la verdad es que sí les hace falta bastante, porque se empiezan a poner rebeldes. Aquí luego mi hija ya no me quiere hacer caso, como que ya uno no representa una autoridad para ellos”, narró Ruth, quien viaja con su esposo y sus tres hijos.
Otra de las preocupaciones entre estas poblaciones son las “nuevas infancias”: adolescentes de 14 a 17 años de edad que salen en estado de gestación de sus países, sin importar los riesgos, y que llegan a dar a luz a los países a los que se asientan.
Tal es el caso de una joven de 16 años de edad en el campamento ubicado a unos metros de la casa de acogida Cafemin, en la alcaldía Gustavo A. Madero, quien estuvo a punto de dar a luz en una de las casas de campaña que conforman esta comunidad.
“A mí me da gusto que sea mexicana, es la mexicanita del grupo”, declaró con entusiasmo, y compartió que ya planea quedarse en el país junto a su pareja.
Para Rogelio Flores, profesor investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, la migración en las y los menores de edad representa un proceso de estrés severo que llega a convertirse en un estrés traumático que derivaría en secuelas marcadas en el futuro de este sector de la población.
“El estrés traumático es la evidencia de un trauma, es un un evento que pone en riesgo la vida y va a tener como secuelas un cuadro de ansiedad muy marcado en niños, inclusive depresivo, porque están en un continuo movimiento y los niños están viviendo en una incertidumbre muy marcada”, dijo en entrevista.
Ahondó que esto puede desencadenar consecuencias en la edad adulta, como el hecho de que puedan convertirse en personas desconfiadas, agresivas, ante la dificultad para regular sus emociones, ya que cuando se es pequeño no se pueden gestionar las emociones que produce el miedo a separarse de los padres, a ser detenidos.
Juan Martin Pérez, representante de Tejiendo Redes Infancia, expuso que el escenario para las y los niños es “crítico”, empezando porque el fenómeno migratorio dejó de ser únicamente de hombres y ahora hay éxodos familiares, lo que ha llevado a una mayor presencia de menores de edad en las rutas migratorias.
Pero también se ha identificado que el 20 por ciento de los pequeños viajan sin compañía, lo cual incrementa el riesgo a caer en manos de criminales que mantienen el control de todas las rutas, pues la migración se ha convertido en uno de sus “negocios más rentables”.
Criticó que los gobiernos no han asumido la responsabilidad para crear mecanismos que den seguimiento expedito a las denuncias que algunos migrantes presentan, pues ellos no pueden aguardar el largo tiempo que se tarda en llegar la justicia.
“No va a tener una solución única y mágica, pero necesitamos que se les vea, que se reconozca que ese es un tema transnacional que requiere la articulación de todos los gobiernos y, obviamente, pues que se respete la ley, priorizando su interés superior
“Hemos planteado la urgencia de crear un mecanismo transnacional de protección integral de niñez migrante y refugiada, que permita que las autoridades de infancia de los países de Sudamérica y Centroamérica, México y Estados Unidos reduzcan la prioridad que tiene ahora lo militar y lo migratorio en el encuentro con niños y niñas, para ponderar que sean las autoridades de infancia de los respectivos países quienes se coordinen”, concluyó.