¿Cuántos de nosotros hemos masticado un chicle? Ya sea para calmar la ansiedad, refrescar el aliento o por el simple hecho de tener algo en la boca para entretenernos, pero alguna vez te preguntaste de qué están elaborados y qué pasa con ellos luego de que los desechamos.
Además de ser uno de los dulces más consumidos en México y en el mundo, también es uno de los más accesibles debido a su bajo costo; sin embargo, lo que pocos saben es que la goma de mascar, como se le llama en otros países, también es un contaminante para el medio ambiente.
¿De qué están hechos los chicles?
Pues sí, los chicles son productos contaminantes por una sencilla razón: están hechos de una mezcla de polímeros no degradables, es decir plástico. Por ejemplo polietileno, también usado en la fabricación de bolsas o botellas.
Son 80 por ciento plástico y el resto, una mezcla de resinas naturales, sintéticas, azúcar, aromatizantes y colorantes artificiales. Según explica la Science Focus de la BBC también pueden contener carbonato de calcio o el silicato de magnesio, suavizantes, emulsionantes, y elastómeros.
- Rellenadores: Si el chicle tiene sabores ácidos, entonces se utiliza el carbonato de calcio o el silicato de magnesio, que es talco, lo cual le proporciona textura y volumen.
- Elastómeros: Son moléculas largas de polímeros con propiedades elásticas.
- Emulsionantes: Estas sustancias ayudan a que el chicle tenga todas las sustancias bien mezclados y también a que tenga propiedades antiadherentes.
- Suavizantes: Se agregan compuestos como aceite vegetal y lecitina a la base del chicle para mantenerlo suave y masticable. Si se mastica demasiado tiempo, se pierde esta propiedad y el chicle se pone demasiado duro.
¿Cómo afecta el chicle al medio ambiente?
Ahora que ya sabes que los chicles están hechos de plástico, entenderás que por su composición tarda en degradarse alrededor de 5 años, demasiado tiempo para lo que tardamos en masticarlo.
Aunque es poco en comparación con las bolsas o otros productos que llegan a desaparecer en 300 años, lo cierto es aquellos que terminan en el suelo se descomponen en micropartículas que terminan siendo arrastradas al drenaje y de ahí llegan a los ríos y mares. Así es cómo los chicles se convierten en una fuente más de contaminación por plástico.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), señala que entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos plásticos terminan cada año en lagos, ríos y mares, lo que provoca que más de 800 especies marinas y costeras se vean afectadas por esta contaminación.
Por ello, si eres de las personas que les encanta masticar chicle, en este 5 de junio, día en que se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente, te recomendamos pensarlo dos veces antes de tirar tu chicle al suelo.
DAN