El glifosato, un herbicida que se utiliza en los cultivos para eliminar plantas invasoras o que afectan los ecosistemas, es una sustancia prohibida, al menos parcialmente, en 18 países por ser un agente cancerígeno.
Austria es el único país de la Unión Europea que ha prohibido su uso. En Malawi, Vietnam, Sri Lanka, Omán, Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes, Bahrein, Catar, Bermudas, San Vicente, las Granadinas, Francia, Bélgica, Italia, República Checa, Dinamarca, Portugal y los Países Bajos se permite de forma parcial; mientras que fue prohibida en 31 ciudades importantes de Estados Unidos, Canadá, Argentina, Escocia, España y Nueva Zelanda.
Desde 2015 el glifosato fue clasificado por la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como probable carcinógeno en humanos y está asociado a una amplia variedad de efectos dañinos a la salud y a la diversidad biológica.
El IARC estimó que hay evidencia limitada de los efectos en los humanos, pero en animales ha sido comprobado que se convierte en un agente potencialmente peligroso “es genotóxico y puede inducir estrés oxidativo, dos factores conocidos como precursores de cáncer en humanos”.
José Amadeo, experto de la Universidad de Chapingo, detalló que “estamos haciendo un estudio con los ingenieros para ver su viabilidad, pero por lo que entiendo no es tan bueno”.
Por separado, Viridiana Lázaro, especialista en Agricultura y Cambio Climático de Greenpeace México, también manifestó su desacuerdo con el uso del herbicida: “No sorprende que la postura del titular de la Sader trabe la transición agroecológica y el fortalecimiento de la soberanía alimentaria propuestas por la Semarnat, puesto que el posicionamiento de Villalobos es contrario a la visión de la 4T”.