Hay muchos que creen que la propuesta del coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira, de liquidar el Fobaproa, sólo busca jalar los reflectores, pues si bien la idea parece atractiva, su puesta en práctica podría generar un sinfín de problemas. Eliminar de un plumazo el fondo en cuestión implicaría desconocer la deuda que el Estado aún tiene con inversionistas mexicanos y extranjeros. La forma en que dicho fondo fue creado, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, e instrumentado en el de Ernesto Zedillo, es debatible, pero lo cierto es que en estos momentos el Estado tiene un compromiso que no puede cancelar de buenas a primeras. Liquidar el Fobaproa, nos dicen los expertos, aumentaría la desconfianza de los inversionistas, de por sí lastimada por la reforma judicial y por la posible desaparición de los órganos autónomos. Meterse con el Fobaproa sin un análisis exhaustivo de las consecuencias y de los escenarios posibles, es jugar con fuego. Pendientes.
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