Muchos, fieles obradoristas

Llegan en cientos de camiones, unos por su voluntad; otros, no

No eran necesariamente acarreados, pero sí fueron trasladados masivamente, en forma gratuita; calles aledañas a Reforma y al Zócalo se convirtieron en estacionamiento

Manifestantes en apoyo a la administración de López Obrador, ayer.
Manifestantes en apoyo a la administración de López Obrador, ayer. Foto: Reuters

Por voluntad propia o por “compromiso”, miles de ciudadanos de las 32 entidades federativas dejaron sus hogares para marchar ayer al lado del Presidente Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México.

Desde las primeras horas de este domingo, centenares de autobuses convirtieron colonias como la Condesa, Anzures, Juárez y hasta la Roma, además de grandes avenidas, como Puente de Alvarado y Chivatito, en un inmenso estacionamiento que colapsó el tránsito habitual de un domingo capitalino.

Los tiempos de traslado desde sus comunidades fueron varios. Mientras a unos les tomó apenas diez minutos llegar al Ángel de la Independencia, al vivir en la alcaldía Cuauhtémoc, hubo quienes invirtieron hasta 15 horas de viaje en autobús.

Muchos asistentes a la manifestación son fieles obradoristas, aunque otros iban porque alguien se los ordenó.

Muchos miles, no necesariamente acarreados, sí fueron trasladados masivamente, de manera gratuita.

Don Marco Antonio Castellanos García y su grupo de compañeros partieron desde las 22:00 horas del sábado de Cazones de Herrera, Veracruz. Asegura que no fueron “acarreados”, sino que sus bolsillos pagaron 450 pesos de pasaje para apoyar al Presidente y decirle “que le siga echando ganas y que a nuestros adversarios no les tenemos miedo”.

No todos los asistentes quisieron o pudieron hablar. Mujeres y hombres con fólderes en mano y un radio comunicador del que constantemente se escuchaban voces, interrumpían de inmediato algún intento de entrevista.

“Tengan cuidado con lo que dicen, son chayoteros”, les decían. De otros obradoristas, la respuesta automática era un “no, señorita, no puedo decir nada… mejor pregúntele a otra persona”, o una evasiva a las preguntas: ¿de dónde viene?, ¿cómo llegó?, ante las cuales varios daban la espalda o sonreían mientras se tapaban la boca y con la mano decían “no”.

Vengo a apoyar a mi presidente, porque con mi presidente me siento seguro, siento que me respalda como ciudadano. Si lo tuviera enfrente (a AMLO), le daría un abrazo y le diría: ‘Estoy contigo’. Me llena de emoción
Juan Rosales, Simpatizante de Morena

Hubo quienes, como Antonio Meléndez, dijeron sin tapujos haber pagado dos mil 600 pesos para llegar desde Oaxaca, por voluntad propia.

Otros, como José Guadalupe Maldonado, llegaron de “aventón” desde la alcaldía Iztapalapa y otras demarcaciones del Valle de México para también demostrarle al Presidente “que no está solo y por eso votamos por él”.

Junto a nahuas, mazatecos y otros integrantes de pueblos originarios, Irene Hernández, mujer otomí de Santiago Tianguistenco, Estado de México, caminó con copal encendido en un pequeño brasero, para hacerle saber a López Obrador que “estamos con él”.

“AMLO, a muchos nos gustaría que tu dictadura se perpeturara. AMLO, te nombro la octava maravilla del mundo”, se leía en algunas pancartas. Unas impresas sobre lonas de vinilo; otras, sobre cartulinas donde apenas se distinguían los trazos de un plumón.

Los bostezos, porras sin ahínco y nulas reacciones al ambiente de fiesta que payasos en zancos, batucadas, botargas y personas disfrazadas hasta del mismo Presidente generaron, tuvieron lugar entre los contingentes de cooperativas o hasta beneficiarios del programa Sembrando Vida, que sólo gritaban cuando un megáfono se hacía oír al frente de ellos.

Matracas, lonas, banderines, “pejeluches”, mariachis, copal, mascotas y otros aditamentos por montones acompañaron el paso de la multitud que, entre las playeras, gorros y chalecos color vino inscritos con las iniciales del mandatario y el partido Morena, terminaron por convertirse en pequeños grupos uniformados que seguían las indicaciones de personas con atuendos característicos de los Servidores de la Nación.

Rumbo a las 11:00 horas, comenzaron a verse los primeros “desertores”. Poco a poco daban marcha atrás en busca de sus autobuses o se regaban por las calles para tomar asiento y comer una tlayuda, chicharrones o beber los clásicos refrescos de sangría en vasos cubiertos de chamoy, sal y limón.

“¡Ay, es que no quiere caminar! No, no es que no quiera caminar, entiendan que me duele”, dijo una mujer de 65 años que salió desde Cuautitlán Izcalli, invitada por una comitiva de Morena que, tras caminar desde Chapultepec hasta la Diana Cazadora, la dejó en el camino.

Más tarde, ya no eran sólo personas cansadas, sino perdidas, sofocadas y a punto de desvanecerse, que buscaban un módulo de atención o paramédicos que les auxiliara, pero de los cuales sólo se pudo ver con abundancia alrededor de la avenida Juárez.

Con el rostro colorado, sacudiendo las manos, un hombre exclamó al entrar al Zócalo: “Fue y es un honor marchar y esperar a López Obrador. Obrador, quédate hasta que el creador te lo permita. ¡Gobiérname hasta que te mueras!”.