Durmiendo en panteones, corriendo para alcanzar a La Bestia, enfermos, sin dinero y, en algunos casos, después de perder familiares en la Selva del Darién, decenas de migrantes esperan una oportunidad para llegar a la frontera norte, desde el Estado de México.
La mayoría de los indocumentados busca un lugar en la entidad mexiquense porque en la capital ya no hay espacio.
Un centenar de ellos, quienes provienen de Venezuela, Honduras y Chile, lleva al menos una semana varado en el albergue Casa del Migrante, en el municipio de Huehuetoca, esperando que el tren se pare para abordarlo hacia Ciudad Juárez, Chihuahua, o Piedras Negras, Coahuila.
Sin otro camino para migrar sin dinero, la mayoría cruzó la Selva del Darién viendo personas muertas, pasando hambre, huyendo de animales salvajes y evitando asaltos. “Yo vi al menos tres personas tiradas en la selva ya muertos, pero nadie se detiene; todos cruzan rápido porque no hay tiempo de ayudar. Lo que quieres es salir para llegar a México, que es nuestra salvación en todo el camino”, narró a este diario Irinea, migrante venezolana.
La mujer de 22 años explica que en la selva ya hay rutas establecidas para los migrantes, porque muchos han fallecido en zonas apartadas; por ello, deben seguir las banderas verdes y no adentrarse más, donde hay banderas rojas colocadas, que es donde hay fauna salvaje. “Antes tardabas un mes en salir; ahora, en menos de una semana te vas y llegas a Honduras, que también te tratan bien, pero en Guatemala discriminan mucho”, agregó.
Los migrantes ven pasar el tren varias veces al día, pero no se detiene, “va muy rápido”, dicen. Sin embargo, mencionan que en el albergue les comentaron que hoy se detiene 500 metros más abajo, por lo que todos los que se encuentran en el lugar, se alistan para, en “bola”, subirse hasta donde los deje.
José viaja con su esposa Argenis, también desde Venezuela, y contó que dos noches seguidas tuvieron que dormir en un panteón, debido a que no hay cupo en los albergues y los intentaban asaltar.
“Fue difícil llegar acá, en todos lados te quieren asaltar y quitar tu dinero. Tuvimos que dormir en un panteón dos veces seguidas porque nos estaba siguiendo un grupo; en la mañana salimos corriendo hasta llegar al albergue”, explicó.
El venezolano dijo que su esposa viaja enferma (con fiebre), pero no hay alguna autoridad que les atienda por ser migrantes. En Venezuela era comerciante, pero si no pagaban las extorsiones a miembros de sindicatos, los amenazaban de muerte. “Allá no hay dinero y si no tienes, lo único que puedes hacer es huir”, detalló.
En el Darién escaparon de una manada de monos y de un gran felino que les acechaba, motivo por el cual a una de las personas con las que venía, le dio un paro cardiaco y falleció, pero tuvieron que seguir.
“Vimos a asaltantes que secuestran a las mujeres para violarlas y llevárselas. Vimos muertos y mucho dolor en el camino”, relató.
Eustolia viene con un grupo que se encontró en Honduras, luego de contestar a un pollero, pero éste los abandonó apenas cruzó Guatemala: “En vano todos los quetzales que les pagamos, nos abandonaron y quedamos sin dinero en México. Ahora vamos a buscar la forma de llegar, porque queremos llegar a Estados Unidos como sea; acá la situación es muy mala”.
A otra mujer de origen venezolano, quien prefirió no dar su nombre, se le murió su esposo en el Darién. Con llanto, platicó a este diario que su pareja no pudo aguantar el viaje y se quedó dormido. “Tuvimos que abandonar su cuerpo”, relató.