En Tijuana, BC
En Tijuana, Baja California, migrantes extranjeros y connacionales reconocieron que a veces no les alcanza para comer; unos logran juntar apenas 100 pesos al día pidiendo dinero en la calle, vendiendo chácharas, lavando autos y hasta prostituyéndose.
Temen que la situación empeore al aumentar el envío de asilados a México mientras aguardan la respuesta de EU, producto del acuerdo con el cual nuestro país evitó pagar aranceles por importación de mercancías nacionales.
Alonso García, de Usulután, El Salvador, relató a La Razón que fue deportado de ese país por una mancha en su récord, con una falta que, aseguró, no cometió, y sólo fue un pretexto para sacarlo.
Dijo que en México empieza una new live (nueva vida), ya que en territorio norteamericano ganaba muy bien y tenía carro y casa: “Lo perdí todo, pero ni modo, ahora estoy aquí, queriendo levantarme por mis 13 hijos”.
Al salvadoreño se le quebró la voz al rememorar: “A mis niños los acostumbré a comer fruta. El otro día estaban unos comiendo una banana (plátano) y mi hija miraba; hasta lloré porque no tengo para comprarle su fruta; eso me da sentimiento porque uno aguanta. A mí no me importa quedarme sin alimentos, pero que mis hijos no coman es duro”.
Alonso refirió que hace unos meses lo regresaron a su país, pero decidió salir de ahí porque “están locos y te matan”.
Durante su camino de casi 15 días para llegar a Tijuana un grupo de delincuentes lo tiró del tren “La Bestia”, lo golpeó y le disparó en la espalda.
“A otros compañeros con los que viajaba se los llevaron para cortar mariguana. A unos los dejan ir y a otros los matan”, relató.
El migrante caminó con otras personas durante siete días sin beber agua, “en el trayecto vi a una señora que estaba ya toda seca. Más adelante estaba una niña toda desangrada, violada”.
Lorena “N”, madre de un niño de siete años, con quien huyó de Guatemala por amenazas de muerte, así como el asesinato de su papá y un tío, en marzo pasado, pagó 40 mil quetzales (80 mil pesos) para llegar hasta Tijuana; sin embargo, el “coyote” la dejó en Tecate.
Ya en esta ciudad cruzó a territorio estadounidense, pero la agarró la Patrulla Fronteriza para deportarla cinco días después a México. Ahora está en espera de que le resuelvan su solicitud de asilo en Estados Unidos; mientras, no trabaja y vive en el albergue “Movimiento Juventud 2000”, donde no se permite salir después de las 18:00 horas debido a lo peligroso del área donde se encuentra.
Martha “N.”, oriunda de Michoacán, tomó la decisión de salir de su comunidad con tres de sus hijos, por problemas personales. Pensó que encontraría un buen trabajo, pero al ver la dificultad para ello, decidió prostituirse. “A veces me va bien y sale para comer; pero en otras, ni una mosca se me para”.
Rogelio Méndez, de Guerrero, afirmó que vende alguna “ropita de medio uso”, que lava con pura agua para quitar las manchas. El objetivo: reunir 20 pesos para pagar una noche de albergue.
En un recorrido por los alrededores de la garita de “El Chaparral” se observó a varios indocumentados lavar su ropa con agua sucia, e incluso asearse con ésta.
Los refugios, construidos con techos de lámina, denotan poco espacio, lo que provoca el aglutinamiento de casas de campaña, en las que duermen los migrantes.
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