De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ansiedad en las infancias se puede presentar como pánico, nerviosismo, cansancio e irritabilidad.
Si bien este padecimiento puede presentarse por muchos factores, como las fobias específicas a objetos, situaciones, o animales; la separación de los padres; situaciones sociales, y desastres naturales que desencadenan estrés postraumático.
Cuando un menor de edad está en constante exposición a situaciones de violencia, puede verse afectado directamente, ya que no cuenta con las herramientas para manejar estas situaciones.
De acuerdo con un estudio de la investigadora del posgrado de la Facultad de Psicología de la UNAM, Leticia Hernandez Guzmán, y de investigadores estadounidenses que han trabajado con poblaciones migrantes de origen mexicano, las y los niños de México y América Latina somatizan sus emociones, esto quiere decir que los malestares psicológicos o emocionales pueden afectar físicamente al cuerpo, y se pueden manifestar en forma de náuseas, vómito, dolor de cabeza o sensación de enfermedad.
El reprimir las emociones de los menores de edad por medio de regaños puede agravar el problema de ansiedad. Contrario de esto, se debe priorizar el ayudar a los infantes a comprender sus emociones para que aprendan a identificarlas y regularlas.
Ayudar a los menores de edad a identificar, entender y expresar sus emociones de una mejor manera puede marcar una diferencia en su desarrollo, o la forma en la que afronta distintas situaciones.
Conocer a las infancias es de suma importancia, ya que de esta manera se puede saber si está presentando síntomas que indican una señal de posible ansiedad, como la hipervigilancia o estado de alerta. Buscar ayuda psicológica en las primeras señales de una posible ansiedad, o cualquier otro tipo de trastorno, puede evitar que se agrave el problema, o se presenten otro tipo de neuro divergencias en la adolescencia o la etapa adulta.
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