Ya tienes el papel picado. Compraste también ramitos de cempasúchil, tienes planeado lo que vas a cocinar para colocar en las ofrendas, fuiste a la tienda por unos cigarritos, por un poco de chocolate, por unas latas de cerveza. Y claro está, también tienes listas las infaltables: las calaveritas de azúcar.
A todas ellas ya les pusiste el nombre de tu ser querido y están listas para ser colocadas cerquita de las veladoras que también encenderás el Día de Muertos. Sin embargo, ¿sabes cuál es su origen? La cultura mesoamericana tiene mucho que ver en esto.
¿Cuál es el origen de las calaveritas de azúcar?
El origen de las calaveritas de azúcar que se colocan en las ofrendas de Día de Muertos, data de las culturas mesoamericanas. Para los antiguos mesoamericanos, la muerte era sólo una etapa de vida que se extendía a otro nivel. Era terminar un ciclo para comenzar otro.
En la práctica, dicen los historiadores, los mesoamericanos conservaban los cráneos y los mostraban durante los rituales que simbolizaban el término de ese ciclo. Cuando llegaron los españoles y efectuaron la llamada Conquista, estos rituales fueron prohibidos y en muchos casos, ante la resistencia de los pueblos indígenas por eliminarlos, se sustituyeron por otros.
Así fue como se comenzaron a utilizar las calaveritas de azúcar en las ofrendas de Día de Muertos, cambiándolas por azúcar para que, después de ser ofrecidas a nuestros fieles difuntos, se degusten, aunque muchos dicen que después de esto, ya no tienen sabor alguno.
El ritual del Tzompantli
El ritual del Tzompantli es uno de estos rituales en los que las culturas mesoamericanas mostraban los cráneos que ya habían pasado a otro ciclo luego de haber muerto. El Tzompantli es una especie de altar que se le hacía a la muerte para simbolizar la transición de una persona fallecida desde el espacio terrenal hasta el campo celestial.
Las antiguas culturas creían que por medio de esta ofrenda, adornada con cráneos, se aseguraba que las personas llegaran al inframundo para acceder al descanso eterno. Una dulce tradición que viene de un origen tétrico, ¿no?