Sobrevivientes renuncian a sus trabajos, se cambian de casa…

Terapias, despidos, el daño que sufren mujeres de las que se difunden packs

Sofía narra que detuvo sus planes y se cambió; María relata el miedo, la rabia y el acoso que vivió; la diputada Alessandra Rojo advierte a agresores

Mujeres narran cómo enfrentaron revictimización, insultos y más acoso tras la distribución de sus packs por parte de sus exparejas
Mujeres narran cómo enfrentaron revictimización, insultos y más acoso tras la distribución de sus packs por parte de sus exparejas Foto: Especial

A principios de 2015, Sofía, cantante de jazz, tuvo que detener sus proyectos, cambiarse de casa e ir a terapia. No fue algo que deseara. Su mundo se detuvo luego de enterarse de que su exnovio filtró en Internet dos videos de ella teniendo relaciones sexuales.

“Estaba devastada, no quería levantarme. Tenía miedo que mi familia se enterara —y finalmente yo les conté lo que ocurría—. Sentía paranoia porque él había publicado referencias de mi dirección y mi nombre”, refirió a La Razón.

Sofía no es la única que ha padecido las consecuencias de la violencia virtual, al menos dos testimonios más dan cuenta del daño que deja la pornovenganza o la filtración del pack. Un combo de estrés postraumático, vergüenza, miedo y más acoso.

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Sofía, sobreviviente de ciberacoso

El Módulo de Ciberacoso del Inegi refiere que 9.4 millones de mujeres —mayores de 12 años— han padecido ciberacoso y 46.5 por ciento fue criticada por el hecho de ser víctima.

Pero la crítica es sólo el comienzo. El colectivo Las Luchadoras documentó en un estudio de 2017 que las mujeres que sobreviven a este tipo de violencias en tecnologías de la información han padecido daños físicos y emocionales, pero también experimentan miedo a salir, abandono de tecnologías, autocensura, sensación de vigilancia constante.

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Gráfico ı Foto: larazondemexico

La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones logró hacer un registro de los daños reportados por mujeres sobrevivientes de violencia en línea. De un total de mil 126 casos provenientes de siete países se reportaron nueve tipos de daño, siendo los más predominantes: el daño emocional (33 por ciento), el daño reputacional (20 por ciento), el físico (13 por ciento) y la invasión a la privacidad (13 por ciento); y en 9 por ciento de los casos hubo alguna forma de daño sexual.

A Sofía le tomó años trascender la pornovenganza, pues de entrada no hubo justicia porque su carpeta fue archivada, luego de que las autoridades consideraron que no había pruebas en contra de su ex. Sin embargo, ella comenzó a pedir a las plataformas que bajaran los videos y lo consiguió.

“Tuve una red de apoyo y decidí seguir con mi denuncia hasta donde pudiera. Eso me levantó mucho. Al principio sentía mucha culpa, pero fui entendiendo que él y solo él era el responsable”, contó.

Fue espantoso, era una mezcla de miedo, repugnancia y tristeza. Fue muy difícil. Sentía mucha vergüenza y coraje
María, sobreviviente de ciberacoso

“MEZCLA DE REPUGNANCIA Y TRISTEZA”

Cuando María se enteró de que los desnudos que le había enviado a su exnovio circulaban de celular en celular en la empresa donde trabajaba ya habían pasado al menos dos meses.

Eso, dijo, fue la explicación que halló a un compartimento agresivo por parte algunos colegas de trabajo y las miradas que la hacían sentirse intimidada.

“La actitud de algunos compañeros era más osada y agresiva conmigo. Era ser víctima de acoso todo el tiempo y sin saber por qué”, contó a La Razón.

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Gráfico ı Foto: larazondemexico

La joven relató que se enteró que esas 10 imágenes que compartió en su relación pasada circulaban en la red gracias a que un amigo la reconoció, aunque con otro nombre, en una página de Instagram.

“Fue espantoso, era una mezcla de miedo, repugnancia y tristeza. Fue muy difícil. Sentía mucha vergüenza y coraje”, dijo.

Para María las cosas eran todavía más complicadas, pues su expareja trabajaba en el mismo lugar que ella, por lo que después del hallazgo no fue difícil enterarse que varios varones de la empresa tenían esas mismas fotos y era parte de las conversaciones de cantina. Por eso optó por renunciar a su empleo.

“Todo el tiempo sentía vergüenza, miedo. Me costó mucho trabajo superarlo. Ni siquiera podía confiarlo a mis amigas y amigos. Fue una exhibición de mi, de mi cuerpo, sin ningún permiso, de manera abusiva”, señaló.

“NO TE ACUESTES CON TANTOS”

Lo que empezó como una relación sexual con un compañero del centro de trabajo acabó con una campaña para despedir a Aisha de su servicio social y con la revictimización por parte de autoridades de ese lugar, que llegaron a decirle: “Ya bájale, ya no te acuestes con tantos”. Todo porque se difundió su pack.

Hoy, Aisha es una médico cirujana que da clases de sexualidad a jóvenes universitarios, pero en 2014 realizaba su servicio social en un pequeño hospital rural de no más de 70 empleados por el cual sus fotografías circularon desnuda.

“Yo tuve relaciones sexuales con uno de los chicos de laboratorio y le mandé una foto y esa foto la estuvo distribuyendo, se la pasó a una persona y esa a otra y esa persona a otra… La tenían los médicos, camilleros, enfermeros, los de limpieza, los de farmacia, mis fotos la vieron todos”, relató.

Además de la vulnerabilidad de sentir que todo mundo la vio desnuda, tuvo que enfrentar las cosas que decían de ella. Incluso en una ocasión, se peleó con una secretaria que terminó llamándola “pu…”.

“Sí te sientes ultrajada, violada, sobre todo al entender que no se trata de sexualidad, es sólo una dinámica de poder”, dijo a seis años de los hechos.

Sí te sientes ultrajada, violada, sobre todo al entender que no se trata de sexualidad, es sólo una dinámica de poder
Aisha, sobreviviente de ciberacoso

En 2014 no existía la Ley Olimpia, que penaliza la difusión de contenido sexual sin consentimiento, pero a Aisha intentaron ayudarla directivos de su centro de trabajo: “Ellos me citaron; una maestra me dijo que estaban intentando sancionarlo y entonces cuando me comenzaron a citar yo empecé a contar la historia, le dije a mi directora, ella le contó a la coordinadora de pasantes, ella me llevó a las oficinas del instituto, donde un directivo me dijo que le bajara y dejara de acostarme con todos”.

Al final, no hubo sanción para el laboratorista y Aisha debió abandonar el servicio social, el cual terminó con apoyo de su universidad.

Aisha señaló que aunque buscó a un abogado que le dijo que sí se prestaba a demanda, desistió de presentar la porque era en materia civil y: "no había una sanción en ese entonces, y ya no lo hice, porque ya estaba al final de mi servicio, era como muy fácil irme y dejarlo todo atrás”.

“Llega un momento en que el cansancio emocional de pasar por todo eso sobrepasaba a las ventajas que pudiera tener. Lo único que podía pasar era que me diera dinero y eso no iba a aportar a mi paz mental”.

Pero en realidad, no se quedó atrás, superar el acoso el principio fue muy difícil “porque tenemos esta cultura de hacerte la fuerte y fue muy pesado aparentar que no pasó nada, no gritar, no protestar.”

“Por esas épocas pasó lo de Jennifer Lawrence, que era igual a lo que me asó pero por millones; recuerdo que leí como se sentía y fue cómo me sentí yo, y ya no me sentí tan sola”, contó.

Hoy comentó que sí hubiera usado la Ley Olimpia de haber existido, “porque ahí ya no era una cuestión de que entre particulares se arreglara, sino de que el Estado me reparara a mí, esa ley dice: ‘has cometido un crimen, resarce el daño’”.

En su informe, el colectivo Las Luchadoras destaca que es importante reconocer que la violencia que se vive en línea sí es real y trasciende el ámbito virtual, impactando a las sobrevivientes personal, emocional, profesional y vivencialmente.

“La violencia de género en el entorno digital pone en riesgo los derechos a la privacidad, a la intimidad, a la integridad personal, a la libertad de expresión y acceso a la información y a la autodeterminación informativa. Incluso, podría afectarse derecho de acceso a la justicia y a las garantías judiciales si este tipo de violencia es continuada por el Estado al no dar trámite ni justicia a los casos”, refiere.

  • El dato: Según el Inegi, sólo 8.6 por ciento de las mujeres que padecen este delito denuncia ante las autoridades. La mayoría opta por bloquear al agresor (69.2 por ciento) o ignorarlo (26.6 por ciento).

Con información de Karina Almaraz

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